A partir de hoy los ojos y los corazones del mundo estarán puestos en Brasil. Treinta y dos selecciones, representando lo mejor del fútbol mundial, estarán compitiendo por la Copa Mundial, la competición que cada cuatro años nos convierte a todos en hinchas.
Es el momento de la gran fiesta internacional del deporte. Es también el momento de celebrar, gracias al fútbol, los valores del juego limpio y de la convivencia pacífica entre los pueblos.
Es la oportunidad para revitalizar los valores humanistas de Pierre de Coubertin, los valores de la paz, de la concordia y de la tolerancia.
La “Copa de las Copas”, como la hemos bautizado cariñosamente, también será la Copa por la paz y contra el racismo, la Copa por la inclusión y contra todo tipo de prejuicio, la Copa de la tolerancia, de la diversidad, del diálogo, del entendimiento y de la sostenibilidad.
Organizar la Copa de las Copas es un motivo de orgullo para los brasileños. Dentro y fuera de la cancha, estaremos unidos y dedicados a ofrecer un gran espectáculo.
Durante un mes los visitantes que se encuentren en nuestro país podrán constatar que Brasil vive hoy una democracia madura y pujante.
El país ha llevado a cabo, en los últimos doce años, uno de los más exitosos procesos de distribución de ingresos, aumento del nivel de empleo e inclusión social del mundo.
En una década hemos reducido la desigualdad a niveles impresionantes: elevamos a la clase media a 42 millones de personas, así como sacamos de la miseria a 36 millones de brasileños.
También somos un país que, a pesar de haber pasado por una dictadura hace pocas décadas, posee hoy una democracia dinámica.
Disfrutamos de la más absoluta libertad y convivimos en armonía con manifestaciones populares y reivindicaciones, que nos ayudan a mejorar, cada vez más, nuestras instituciones democráticas.
En las 12 ciudades sede del Mundial los visitantes podrán convivir con un pueblo alegre, generoso y hospitalario.
Somos el país de la música, de las bellezas naturales, de la diversidad cultural, de la armonía étnica y religiosa y del respeto al medio ambiente.
El fútbol nació, de hecho, en Inglaterra. A nosotros nos gusta pensar que encontró en Brasil su hogar. Aquí es donde nacieron Pelé, Garrincha, Didi y tantos otros cracks que encantaron a millones de personas en todo el mundo. Cuando el Mundial vuelve a Brasil después de 64 años es como si el fútbol estuviera volviendo a su casa.
Somos el país del fútbol por el glorioso historial de cinco campeonatos y por la pasión que cada brasileño dedica a su club, a sus ídolos y a su selección.
El amor de nuestro pueblo por este deporte ya se ha convertido en una de las características de nuestra identidad nacional. Para nosotros el fútbol es una celebración de la vida.
En nombre de los 201 millones de brasileñas y brasileños, les doy la bienvenida a los hinchas de Argentina y a todos los visitantes que vengan a Brasil a compartir con nosotros la “Copa de las Copas”.
El fantasma de las huelgas
La mayor fiesta del fútbol mundial comienza marcada por atrasos crónicos, amenazas de huelgas y protestas por su exorbitante factura.
Las tradicionales decoraciones “verdeamarelhas” han tardado en aparecer por el descontento que ha generado la factura de 11.000 millones de dólares para acoger la Copa, pero ya hay más comercios, calles, ventanas y vehículos engalanados con los colores de la bandera de Brasil.
No obstante, amenazas de huelgas y protestas arrojan sombra sobre el torneo. Manifestaciones contra los millonarios gastos en la Copa han sido convocadas en todas las ciudades mundialistas durante la Copa, muchas de ellas hoy.
Los choferes de micros de Natal, el único transporte público de esa ciudad mundialista, anunciaron asimismo que entrarán en huelga a partir de la medianoche en reclamo de mejoras salariales.
Las huelgas y protestas callejeras convocadas reviven el fantasma de la histórica revuelta social de junio de 2013, durante la Copa Confederaciones.
Las autoridades desconocen el tenor e intensidad que tendrán las manifestaciones, pero desplegarán 157.000 policías y militares.
¿Lastre o trampolín para la reelección?
A la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, le interesa mucho el éxito de la Copa del Mundo, que se celebra a las puertas de las elecciones de octubre, cuando buscará la reelección.
Durante un mes, el mundo mirará a Brasil: 32 selecciones se juegan el título de campeón del mundo, y Rousseff la aprobación o condena por la organización de un torneo al que le llueven críticas por los atrasos y el altísimo costo de las obras.
La elección de Brasil en 2007 para ser sede del Mundial 2014 parecía la coronación de un momento de oro para el país que ganaba admiración en el mundo por sus programas sociales y protagonismo internacional, en la primera liga de las economías emergentes.
El gigante de grandes deficiencias de infraestructura prometía un legado de carreteras, aeropuertos, metros y estadios.
Pero hoy los brasileños no parecen tan convencidos con el Mundial, ni con el gobierno. En el país del fútbol y que ha ganado más Copas del Mundo, el 66% estima que el Mundial traerá más inconvenientes que ventajas.
Una ola de huelgas y protestas sacude actualmente a Brasil, con varios sindicatos y sectores de la izquierda radical presionando al gobierno.
La popularidad de Rousseff ha tenido muchos vaivenes en los últimos meses: cayó en picada tras las protestas de junio pasado, subió luego con un plan para llevar miles de médicos extranjeros a lugares remotos del país y promesas en salud y educación, y volvió a caer a inicios de año.
La última encuesta Ibope de mayo muestra a la presidenta con una recuperación de tres puntos, con 40% de intención de voto, pero a sus rivales ganando terreno y mejor posicionados.
Para ganar en primera vuelta, el candidato precisa la mitad más uno de los votos válidos.
El senador socialdemócrata Aecio Neves -apoyado recientemente por el ex astro Ronaldo, integrante del Comité Organizador Local de la Copa- alcanzó un 20% (6 puntos más que en abril) y el socialista Eduardo Campos 11% (5 puntos más).
Aunque una desmesurada presión se cierne sobre el equipo de Neymar estos días, los analistas insisten en que el resultado de la Copa nunca influyó en quién ganaría las elecciones.
La propia Rousseff así lo cree: “Brasil puede ser campeón, y yo perder la elección. Brasil puede no llegar hasta ahí, y yo ser reelecta. Una cosa no está ligada a la otra. Pero no tengan duda de que voy a hinchar mucho para que Brasil sea campeón”, ha dicho.