En las dos últimas semanas, en formas inconfundibles, ya sea que lo hiciera intencionalmente o no, Donald J. Trump empezó a articular una forma para retirarse de la contienda electoral: un paracaídas verbal que deja claro que ha contemplado los factores que causarían que pusiera fin a su intento.
Es una posibilidad que muchos de la élite política han pronosticado en privado, a medida que se acerca la elección real.
En tres entrevistas por televisión, Trump, quien ha hecho de su posición en las encuestas de opinión una faceta central de su mensaje de campaña, habló de lo que haría que abandonara una contienda electoral en la que es el puntero en las encuestas de opinión.
“No soy masoquista”, dijo Trump a Chuck Todd, el presentador de “Meet the Press” en NBC News, el fin de semana antepasado. “Si me estuviera yendo mal, si viera que voy para abajo, si ustedes dejaran de llamarme porque ya no tienen ningún interés en Trump porque 'no tiene ninguna posibilidad', regresaba a mis negocios”.
Se pareció a lo que dijo en una entrevista en el programa "Today" unos días antes, y, en otro momento, en "60 Minutes" en CBS.
En una entrevista esta semana, Trump insistió en que estaba en la contienda para ganar, y apuntó contra los "alborotadores" en los medios que, dijo, están tergiversando sus comentarios.
“No me voy a salir nunca”, insistió ayer en MSNBC.
Trump sigue notando que continúa encabezando todas las encuestas republicanas importantes y está en una posición política que otros envidiarían. Dice que gastará el dinero para mantener viva su candidatura. Sin embargo, reconoció en otra entrevista: “Para mí, todo se trata de ganar. Yo quiero ganar, mientras que un político no tiene que ganar porque todos sólo siguen postulándose para cargos toda su vida”.
Dijo que no había contemplado un umbral de lo que causaría que abandonara la contienda. Notó que sus multitudes son más grandes que las del senador Bernie Sanders, el candidato independiente en Vermont que busca la nominación demócrata y está atrayendo a miles de personas a sus mitines.
Si bien Trump sigue encabezando las encuestas de opinión nacionales importantes en los Estados que votan primero, esa delantera se redujo en el ámbito nacional hace poco, y la encuesta más reciente de NBC News/Wall Street Journal mostró erosión en el apoyo que tenía en Nueva Hampshire, el primer Estado en las elecciones internas.
Sus comentarios recientes han prestado credibilidad a los puntos de vista de observadores políticos que habían creído durante mucho tiempo en que el magnate inmobiliario -quien se promociona a sí mismo en forma perenne-, no se permitiría, en última instancia, encarar el riesgo de perder.
“Aun en el verano, cuando, en cierta forma, estaba desafiando a la gravedad, un poco desafiando al sentido común, a mí me parecía que habría un momento en el que prevalecería la realidad”, dijo Rob Stutzman, estratega político republicano que vive en California. “Él no se permitiría que los electores reales definan su destino al ir a las urnas o los caucus”.
Stutzman era escéptico en cuanto a que Trump estuviera dispuesto a aguantar el trabajo monótono de una campaña, necesario para conseguir suficientes delegados que lo hagan ser un factor en la Convención republicana en julio. Eso podría significar un prolongado esfuerzo para juntar delegados en Estados en los que podría tener que contentarse con un tercer lugar o un cuarto, desempeño que podría socavar el aura de exceso de confianza en sí mismo que cultiva Trump.
Otros candidatos republicanos envían la señal ahora de menos temor a ofenderlo que antes. El senador Ted Cruz, quien ha tratado alegremente a su rival con la esperanza de conseguir a quienes lo respaldan en caso de que se desvanezca, el jueves, caviló abiertamente sobre la desaparición política definitiva de Trump, en una entrevista con Rita Cosby, una presentadora en WABC Radio.
“No creo que Donald vaya a ser nominado candidato”, dijo Cruz, “y, creo que con el tiempo, la parte de los partidarios del león van a terminar con nosotros”.
Stuart Stevens, principal estratega de Mitt Romney en la campaña presidencial de 2012, también duda que Trump vaya a recorrer todo el camino.
Según el reporte de gastos de campaña más reciente, Trump había gastado dos millones de dólares de su propio dinero en la contienda por la candidatura.
Es una fracción de lo que se ha gastado en otras grandes campañas y la mayor parte ha sido en reembolsos para sí mismo por el costo de su avión y las oficinas en la Torre Trump. No es factible que se muestre que ha invertido mucho más que eso la semana entrante, cuando se hagan públicos los informes financieros. Lo que ha ayudado a que se mantenga fuerte la candidatura de Trump es la intensa cobertura mediática de su postulación.
Los asesores de Trump dicen que estaban preparados para gastar 20 millones de dólares en anuncios hasta ahora, pero no tuvieron que hacerlo debido a toda la cobertura mediática gratuita, y dan indicios de que esa cantidad sería meramente el enganche de lo que gastará en el futuro.
Si bien destacados republicanos pueden creer que Trump buscará una forma de salirse que salve las apariencias en algún momento, ello no ha afectado las percepciones de la gente en algunos de los Estados que votan primero.
En Iowa, la gente “piensa que está por la duración”, comentó Doug Gross, un estratega republicano. Sin embargo, añadió: “Creo que alcanzó su punto máximo”.