¿Se frena la ola antipopulista en la región?

¿Se frena la ola  antipopulista en la región?

Rosendo Fraga - Analista político. Especial para Los Andes

A un mes de que Trump asuma la presidencia, se confirma la poca importancia relativa que adjudica a América del Sur en su visión global.

Los diez países latinoamericanos que están al norte del Canal de Panamá y el Caribe, comenzando por México, tienen alta proximidad geográfica, inmigración y comercio con los EEUU. Además, China en primer lugar y México en segundo término, han sido los “enemigos” de Trump durante la campaña electoral en términos de política exterior. América del Sur pasa a ser la menor prioridad estratégica después de África, por tener este continente una población tres veces mayor, un PBI que lo duplica y por estar desplegadas tropas de EEUU en una decena de los 54 países africanos, en la mayoría de los casos por la lucha contra el terrorismo islámico. De la veintena de cargos de la administración más importantes que ha designado hay un solo afro (secretario de Vivienda) y dos mujeres (la secretaria de Transporte y la embajadora en la ONU), pero no hay hispanos. Uno solo tiene experiencia en América Latina: el general Flynn, secretario de Seguridad, quien viene de ser jefe del Comando Sur de los EEUU, que comprende las operaciones militares en América Latina. El subsecretario para América Latina del Departamento de Estado y el director para la región del Consejo de Seguridad Nacional serán decisivos para América del Sur. Es probable que la comunidad cubano-norteamericana, que apoyó electoralmente a Trump, tenga influencia en estas designaciones. Las señales de Trump hacia la región han sido escasas en las últimas semanas. Al norte del Canal de Panamá envió tres empresarios de su confianza a conversar con el gobierno mexicano y, al sur, atendió una llamada del presidente de Brasil.

Desde que Trump ganó el 8 de noviembre, los gobiernos populistas de la región han tenido un fortalecimiento político relativo, paradojalmente. No se trata de una influencia mecánica, pero quienes se oponen o compiten con ellos, perciben que ahora tendrán menos apoyo desde Washington, al perder prioridad relativa la región. En América Central, dos días antes del triunfo de Trump, en Nicaragua fue reelecto para un cuarto mandato consecutivo, con su mujer como vicepresidente, un presidente del AL BA (Ortega). La semana pasada, en Bolivia, pese a haber perdido en febrero el referéndum vinculante para tener un cuarto mandato consecutivo, ahora Evo Morales dice que competirá. Si lo hará reformando la Constitución que lo impide o renunciando seis meses para argumentar, con apoyo de la Corte -que controla- que puede presentarse por haberse interrumpido el mandato anterior, es una cuestión a discutir. En Ecuador, los sondeos muestran que si se votara hoy -la elección será en febrero- ganaría el candidato del presidente Correa. En Venezuela, a medida que se profundiza la crisis económica y sus efectos sociales, la oposición se muestra dividida y sin una estrategia eficaz para llegar al poder, cuando de hecho la posibilidad de realizar un referéndum revocatorio antes del 10 de enero ya se ha hecho inviable. En Cuba, el triunfo de Trump pone en duda el avance del acuerdo firmado dos años atrás por el régimen castrista con Obama. Pero parece claro que el gobierno cubano no está dispuesto a realizar el tipo de concesiones políticas internas -en dirección a la democratización- que la nueva administración republicana, anticipa, reclamará. Parece frenarse así el retroceso del populismo en la región, que comenzó con el triunfo de Macri en la Argentina y se afianzó con la victoria de Kuczynski en Perú y la destitución de Dilma en Brasil.

Al mismo tiempo, la situación política y económica del gobierno de Temer, que apostó a una mejor relación con los EEUU, se debilitó fuertemente. A siete meses de haber asumido el poder interinamente y a cuatro de hacerlo en forma definitiva, Temer, asediado -como parte de su equipo- por las denuncias de corrupción, tiene solo 13% de aprobación y 72% no confía en él. Ello sucede cuando la caída de la economía de los últimos 12 meses alcanza 5,29%. El plazo para una elección directa adelantada se ha reducido, ya que llegado enero -la mitad del mandato- si el presidente renuncia y no hay sucesor electo -como es Temer al ser vicepresidente- el Congreso elige el sucesor. El problema es que la imagen de los legisladores es muy mala por las denuncias de corrupción y un presidente electo por ellos carecerá de legitimidad. Las acusaciones de corrupción avanzan y el presidente de la empresa Odebrecht confirmó haber pagado al actual presidente un soborno de 4,5 millones de dólares, habiendo debido renunciar por la misma causa uno de sus asesores (Yunes). La denuncia por financiamiento ilegal de su elección -como vice de Dilma- también está avanzando. Pero Temer contraataca habiendo logrado que el Senado apruebe su proyecto, ya sancionado en Diputados, que congela el gasto público por veinte años. Ahora intentará avanzar con la reforma laboral y luego con la previsional.

Los dos presidentes electos este año en América del Sur que apostaron a una mejor relación con EEUU terminan el año con problemas. El presidente del Perú (Kuczynski), tras la caída de su ministro de Defensa, enfrenta una moción de censura para el de Educación por parte del Congreso con mayoría de Keiko Fujimori. El arzobispo de Lima está mediando para evitar la profundización de un conflicto que, aunque previsible, se precipita antes de los seis meses de gobierno. En la Argentina, el Presidente termina el año con la economía cayendo más de 2% y una inflación anual cercana a 40%, aunque bajando en los últimos meses. En el Congreso -en el que está en minoría en las dos cámaras- ha perdido la iniciativa, teniendo que aceptar proyectos de la oposición que anunció iba a vetar. Las protestas sociales se han extendido y un paro de los gremios del transporte mostró la capacidad del sector sindical en materia de medidas de fuerza. Al igual que sucede con Temer, ninguno de los dos presidentes han logrado establecer un buen diálogo con el equipo de transición de Trump.

En conclusión: el cambio político en los EEUU lleva a revisar la premisa de la política exterior argentina, que ha sido con Macri el restablecimiento de la relación con dicho país como prioridad.

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