Durante las catastróficas últimas semanas de la campaña de Donald Trump, ha flotado una pregunta: ¿Quiere el candidato republicano realmente ganar la Casa Blanca? Por lo menos durante esta semana, Trump mostró rotundamente que sí.
El multimillonario actuó para estabilizar su campaña, con una tardía reorganización de su equipo, reemplazando al polémico director de campaña Paul Manafort con una encuestadora veterana y con un ejecutivo de medios conservador que comparte sus puntos de vista populistas.
También pronunció discursos con un tono más formal, algo desconocido para un candidato que prefiere hablar sin guión. En un discurso, dio un paso sorpresivo al pedir disculpas por algunos de sus comentarios cáusticos. No obstante, no especificó cuáles.
“A veces en el calor del debate y hablando sobre una multitud de temas, uno no elige las palabras adecuadas o dice algo equivocado. Yo lo he hecho”', dijo. “Créanlo o no, lo lamento. Me arrepiento, en particular cuando se pudo haber causado un dolor personal”.
Vistos en conjunto, sus pasos indican que el candidato republicano sigue esforzándose por ganar una contienda por la Casa Blanca que parece escapársele rápidamente de control. Las encuestas de opinión muestran que Trump está cada vez más atrás de la demócrata Hillary Clinton, tanto a nivel nacional como en estados clave de batalla, cuando faltan menos de tres meses para el día de las elecciones y unas semanas para la fase de votación temprana en algunas localidades.
No hay certeza de que la estrategia de cambios de Trump pueda revertir esta tendencia. Ni siquiera está claro si Trump podrá mantener esta nueva postura durante el fin de semana. De juzgar por sus infructuosos intentos pasados, las probabilidades son bajas.
La pregunta es: ¿Y qué tal si Trump está realmente en medio de una reorganización duradera y prometedora?
La triste realidad para el empresario es que sus cambios puedan ser insuficientes para ayudarle a recuperar el terreno significativo que ha perdido.
El equipo de campaña de Clinton ha pasado meses inundando la televisión con anuncios propagandísticos, construyendo operaciones de base en los estados y robando apoyo entre los propios republicanos. Trump, por su parte, ha hecho pocos esfuerzos para conseguir votantes nuevos o sacar provecho de las vulnerabilidades de Clinton, entre ellas las críticas que le hizo el director del FBI por la forma riesgosa en que usó un servidor privado de correo electrónico cuando fue secretaria de Estado.
Sus intentos de desplegar propuestas políticas han sido eclipsados por numerosas controversias de su propia creación, ninguno más perjudicial que su pelea con una familia musulmana estadounidense cuyo hijo murió en Irak durante su servicio en el ejército.
De acuerdo con una reciente encuesta de Washington Post-ABC News, sólo el 33% de los votantes registrados cree que Trump tiene el temperamento para ser presidente, una valoración muy negativa que no será revertida por unos cambios en su equipo y un discurso conciliador.