Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2016
Encuentro grotescas estas elecciones por muchas razones pero ninguna más que la siguiente: si me dieran una hoja de papel en blanco y me dijeran que escribiera las tres mayores fuentes de fuerza de Estados Unidos, serían “una cultura de sentido emprendedor”, “una ética de pluralismo” y la “calidad de nuestras instituciones gobernantes”. E incluso así, veo la campaña tan lejos y oigo a candidatos a la cabeza destrozándolas a todas ellas.
Donald Trump se está postulando en contra del pluralismo. Bernie Sanders demuestra cero interés en el sentido emprendedor y dice que los bancos de Wall Street que suministran capital a quienes corren riesgos están involucrados en "fraude", y Ted Cruz habla de nuestro gobierno de la misma forma que el fanático antiimpuestos Grover Norquist, quien dice que deberíamos encoger al gobierno "hasta el tamaño donde pueda arrastrarlo al baño y ahogarlo en la tina" (¿soy una mala persona si espero que cuando Norquist resbale en la bañera y tenga que llamar al 911 nadie responda?).
No recuerdo una elección en la que los pilares de la fuerza de Estados Unidos estuvieran siendo atacados de tal manera... y ganando aplausos, ¡a menudo de personas jóvenes!
El famoso sombrero de Trump dice: “Hacer grande a EEUU de nuevo”. No puedes hacer eso si tu mensaje a los hispanos y musulmanes es: salgan o manténgase lejos. Tenemos un problema de inmigración. Es indignante que no podamos controlar nuestra frontera pero ambas partes han sido cómplices; los demócratas porque vieron a nuevos votantes viniendo y los republicanos porque vieron mano de obra barata viniendo. Sin embargo, podemos arreglar la frontera sin convertir a cada hispano en un violador o a cada musulmán en un terrorista.
Trump aprovechó la inmigración como una cuña emocional para convocar a su base en contra de “los otros” y para culpar a “los otros” de empleos perdidos, aun cuando más empleos, particularmente puestos de bajas calificaciones, se pierden ante microchips, no mexicanos.
Lo que tenemos en Estados Unidos es muy asombroso: una sociedad pluralista con pluralismo. Siria e Irak son sociedades pluralistas sin pluralismo. Solamente pueden ser gobernadas por un puño de hierro.
Solo para recordarlo de nuevo: ¡hemos elegido dos veces a un hombre negro cuyo abuelo era musulmán y que derrotó a una mujer para postularse en contra de un mormón! ¿Quién hace eso? Esa es una gran fuente de fuerza, un gran imán para el mejor talento en el mundo. Sin embargo Trump, empezando con su cruzada “de nacimiento”, ha buscado socavar esa cualidad única en vez de celebrarla.
A mí me parece que Sanders es alguien con buena alma, y está en lo correcto en el sentido que los excesos de Wall Street contribuyeron a echar por tierra la economía en 2008. Sin embargo, gracias a la Ley de Reforma Dodd-Frank de Wall Street y Protección del Consumidor, eso no podrá ocurrir fácilmente de nuevo.
Yo tomaría con mayor seriedad a Sanders si él dejara de quejarse de la desarticulación de los grandes bancos y más bien insuflara vida a lo que realmente importa para los empleos: fomentar más empresarios y nuevos empresarios. Nunca oigo que Sanders hable sobre el origen de los empleados. Vienen de empleadores: gente que corre riesgos, personas preparadas para asumir una segunda hipoteca para lanzar un negocio. Si se quiere más empleados se necesitan más empleadores, no solo estímulos gubernamentales.
Yo tengo el plan preciso para él: el informe “Comisión Milstein sobre espíritu emprendedor y empleos de clase media”, presentado por la Universidad de Virginia, que nota: “La identidad de Estados Unidos es emprendedora intrínsecamente (consagrada) por los fundadores, popularizada por Horatio Alger, encarnada por Henry Ford. Con suficiente trabajo duro, cualquiera puede usar el sentido emprendedor para pavimentar su propio camino hacia la prosperidad y fortalecer sus comunidades mediante la creación de empleos y acrecentando su economía local”.
En pocas palabras, no somos socialistas.
El informe delinea muchas medidas que el gobierno puede aplicar -desde la desregulación, pasando por educación, hasta finanzas- para desatar más sentido emprendedor en Estados Unidos; y no solo en el Silicon Valley sino en cualquier parte, como Louisville, donde “se ha desarrollado una vibrante comunidad de nuevos emprendimientos... actualmente, la ciudad hace alarde de cinco aceleradores, una vibrante comunidad de inversionistas ángel y sociedades con grandes empresas para apoyar empresas nuevas, como el centro GE FirstBuild que une la micromanufactura con el movimiento de fabricantes”. ¡Podemos hacer esto! Lo estamos haciendo.
“Casi la mitad de los empleados del sector privado trabaja en pequeños negocios, en tanto 65 por ciento de los nuevos empleos creados desde 1995 han venido de pequeñas empresas”.
A diferencia de Sanders, Ted Cruz no tiene una buena alma. Él rebosa de odio y sus duros ataques a Washington DC son despreciables. No puedo defender cada regulación del gobierno. Sin embargo, sé esto: conforme el mundo se va acelerando y volviendo más interdependiente, la calidad de nuestras instituciones gobernantes tendrá mayor importancia que nunca, y las nuestras aún son bastante buenas.
Me pregunto cuánto pagaría el ruso promedio por tener nuestro FBI o Departamento de Justicia por un día, ¿o cuánto pagaría un morador urbano de China por un día de la Comisión de Valores de EEUU o la Dependencia de Protección Ambiental? Cruz se envuelve solo en la bandera estadounidense y le escupe a todas las instituciones que ésta representa.
Estados Unidos no se convirtió en el país más rico del mundo practicando socialismo, o el país más fuerte denigrando a sus instituciones gobernantes, o el país más lleno de talento atizando el temor de los inmigrantes. Llegó aquí a través del lema E pluribus unum; esto es, De muchos, uno.
Nuestros antepasados amaban tanto ese lema que no lo pusieron en un sombrero. Lo pusieron en monedas y después en el billete de dólar. Para un tipo que tiene tantos de esos, Trump ya debería haberlo notado para este momento.