Ayer las dos ciudades españolas más importantes lo dejaron todo para hacer lo mismo. Hace pocas horas, catalanes y madrileños bebían cerveza unidos por un mismo sentimiento, mirando en la misma dirección. 600 millones de telespectadores del planeta miraban hacia aquí, algo que no pasa nunca. ¿No hay nada que le interese más al mundo de lo que sucede en España o es que España no tiene nada mejor que ofrecer?
Ayer el paro y la precariedad laboral no interesaban más que los 800 euros que se pagaron por la entrada más barata en la reventa. La corrupción y el fraude político cotidiano del país no llamaron tanto la atención como esa jugada polémica que el árbitro no vio. La sanidad pública deficitaria no importó en absoluto cuando Messi se agarró el tobillo después de esa patada. El sistema educativo en decadencia parecía poco cuando aquel ex jugador analfabeto, reconvertido a analista televisivo, comentaba las jugadas.
España entera se quedó ayer hipnotizada ante sus pantallas gigantes mientras los desahucios, la Justicia selectiva, la inmigración maltratada, la crisis de valores, las pensiones ridículas, el mediatizado terrorismo internacional, los bancos deshumanizados, la subida de los impuestos, la vivienda y la hipotecas, los nacionalismos, el funcionamiento de los servicios públicos, el fraude fiscal, las drogas, la violencia contra la mujer, los problemas de la agricultura, la ganadería y la pesca, los abusos medioambientales y hasta la Monarquía más en duda desde la última república, seguían haciendo de este país un buen lugar para venir de vacaciones.
Pobres españolitos. Cuando lo más interesante que tienen que ofrecer al mundo es el fútbol, o el país es mediocre o su fútbol es muy bueno. Pero las audiencias mundiales demuestran que no sólo a España le interesa más el fútbol que sus propios problemas: si te digo Barcelona y piensas en Messi, o te digo España y piensas en fútbol… ¿no será que la culpa es de quien lee estas notas en lugar de leer artículos de la sección de Política o de Cultura?
