Un signo de suma gigante, manifestantes de todas las edades y Barcelona convertida en una fiesta masiva teñida del rojo y el amarillo propios de Cataluña: los partidarios de la independencia de la región lograron hoy su objetivo y pusieron rostro humano a una crisis dirimida hasta ahora por políticos y jueces.
En plena escalada de tensión por el referéndum de autodeterminación convocado por el Gobierno catalán el 1 de octubre y suspendido ya por la Justicia española, miles de personas salieron a la calle en un clima familiar y festivo por la "Diada", la fiesta de Cataluña usada desde 2012 para escenificar el reclamo de ruptura con España.
"Reivindicamos nuestro derecho a voto. Nos están maltratando desde hace muchos años", se quejó Joan, un padre que acudió a la marcha con toda su familia. "Esto nos emociona hasta las lágrimas. Es la movilización pacífica de todo un pueblo. Nos enorgullece como nación".
El reclamo de la llamada "Diada del sí" (sí al referéndum y a la independencia), añadió, es claro: "Que el 1 de octubre votemos y que consigamos la independencia".
Un escenario que el Gobierno central de Mariano Rajoy ve ilegal y asegura que no se producirá.
Aprovechando un sol de rigor y el día no laborable en Cataluña, el centro de Barcelona fue calentando motores ya desde antes de la marcha con bares repletos, una marea roja y amarilla y un goteo de manifestantes con un "sí" pintado en la frente o carteles con lemas como "Referéndum es democracia".
Los coches pasaban pitando, bandas de música amenizaban la espera y decenas de vendedores ambulantes vendían "esteladas" (la bandera catalana no oficial usada por los independentistas), muchas de ellas fabricadas en China. "Me gusta la fiesta porque trabajo. Si no, estoy en la calle", explicó Ali, un joven indio cubierto de banderas.
Con una de esas esteladas atada al cuello, Marta disparó contra el "maltrato" de España. "Quiero que no nos robe un país extranjero, que no me impongan su lengua ni su forma de hacer las cosas. Nosotros sentimos de otra manera. Nos tienen odio y solo nos quieren por el dinero. No valoran nuestra cultura", dijo la mujer de 35 años.
Más enfurecido aun parecía José, de 87 años y crecido por lo tanto en la Segunda República (1931-1939). "Vengo a hablar por la juventud. Porque si no cambiamos el Gobierno lo tendrán muy mal", dijo junto a un carro lleno de banderas y fotos de su juventud. "El día 1 tengo unas ganas de votar... ¡Y se armará una!"
Pero la independencia no era el principal sueño de José, sino cambiar la situación actual. "Yo he pasado mucha hambre. He comido hierba como un animal. Pero antes había trabajo. Ahora ni en el campo", se indignó. "La independencia es difícil, pero la república es posible. Y si no se hace una república, no hay nada que hacer".
No todos los asistentes eran catalanes. Entre los muchos jóvenes se encontraba por ejemplo Maddi, una estudiante vasca de 18 años. "No me siento identificada con la cultura española. Somos diferentes y entiendo a los catalanes", explicó.
Sobre el anhelo secesionista que marcó también a País Vasco -incluida la sangrienta historia del grupo armado ETA-, comentó al pasar uno de los temores del Gobierno español: "Ahora hay menos independentistas en País Vasco. Tal vez después de esto vuelve a haber más".
El punto culminante de la marcha llegó a las 17:14 horas, alusión al 11 de septiembre de 1714, cuando Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas durante la Guerra de Sucesión Española. En ese minuto, los manifestantes se pusieron una camiseta amarilla para formar un signo de suma gigante en las calles que ocupaban.
Desde sus extremos avanzaron hacia el centro cuatro lonas con lemas a favor del "sí" a la autodeterminación y mensajes como "referéndum es democracia".
El público las celebró con una ovación atronadora y rompió a cantar: "¡In-de-independencia!".
En otro de los momentos más emotivos, se guardó un minuto de silencio en homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas que hace menos de un mes dejaron 16 muertos y más de 130 heridos en Barcelona y la localidad costera de Cambrils.
Los líderes de las entidades convocantes Asamblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium Cultural y Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) pronunciaron discursos en los que pidieron firmeza al jefe del Gobierno Carles Puigdemont y a la presidenta del parlamento regional, Carme Forcadell, ambos presentes.
"No olviden que el pueblo catalán hablará el 1 de octubre, porque ya ha sido convocado por nuestro Gobierno", dijo el presidente de la ANC, Jordi Sànchez, entre gritos de "¡Votaremos!".
Pero el impacto de la jornada fue más allá de lo político: aunque los sondeos indiquen que los partidarios de la independencia no son mayoría en Cataluña, la muestra de apoyo popular en las calles exigirá un tipo de respuesta que, esta vez, el Gobierno de Rajoy podría no encontrar en los tribunales.