¿Qué tal si..?

Una pregunta fundamental para el próximo presidente de los Estados Unidos,frente a la posibilidad de que todo aquello que mantenía un cierto equilibrio en el mundo en la actualidad hubiese perdido vigencia.

¿Qué tal si..?

Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times © 2016

Tan solo pónganme a hablar sobre el mundo actual y prácticamente puedo arruinar cualquier cena. No es mi intención hacerlo, pero me cuesta trabajo no ver a mi alrededor y preguntarme si la reciente agitación en mercados internacionales no es solo producto de temblores sino, más bien, de cambios sísmicos en los pilares fundacionales del sistema global con consecuencias altamente impredecibles.

¿Qué tal si muchísimas eras están terminando todas a la vez?

¿Qué tal si estamos al final de la era de más de 30 años de alto crecimiento en China, y por tanto la capacidad de China para alimentar el crecimiento global a través de sus importaciones, exportaciones y adquisiciones de mercancías y materias primas será menos frívola y confiable en el futuro?

“Ahora que esta burbuja de la deuda está bajando, el crecimiento en China está siendo fuera de línea”, escribió Michael Pento, presidente de Pento Portfolio Strategies, en CNBC.com la semana pasada. “El valor menguante del renminbi, la cascada de precios de acciones de Shanghai (una reducción de 40 por ciento desde junio de 2014) y la caída de volúmenes de carga en trenes (un descenso de 10,5 por ciento respecto del año anterior) ilustran claramente en su totalidad que China no está creciendo al promulgado 7 por ciento, sino más bien no está creciendo nada. El problema es que China representaba 34 por ciento del crecimiento global, y el efecto multiplicador de la nación sobre mercados emergentes lleva ese número a más de 50 por ciento”.

¿Qué tal si ya terminó la era del precio del barril de petróleo en 100 dólares y todos estos países cuyas economías estaban apuntaladas directa o indirectamente por esos precios tendrán que aprender a crecer a la antigüita: produciendo bienes y servicios que otros quieran comprar? Gracias a progresos tecnológicos de manera constante en Estados Unidos para la fractura hidráulica, perforación horizontal y el uso de grandes bases de datos para identificar depósitos, el poder de fijar precios de la OPEP ha desaparecido. Países que han fijado sus presupuestos con base en petróleo rondando entre 80 y 100 dólares por barril terminarán con grandes carencias de fondos justamente cuando sus poblaciones -en países como Irán, Arabia Saudí, Nigeria, Indonesia y Venezuela- han aumentado.

¿Qué tal si el promedio se ha acabado para los países? Durante la Guerra Fría se podía ser un estado promedio, independiente apenas hacía poco, con fronteras artificiales trazadas por potencias coloniales. Había dos superpotencias listas para lanzarte ayuda exterior, educar a tus hijos en Estados Unidos o Moscú, acrecentar las propias fuerzas armadas y servicios de seguridad, así como adquirir tus cutres exportaciones manufacturadas o materias primas.

Pero, ¿qué tal si el ascenso de los robots, software y automatización significa que estos países no pueden depender ya de la manufactura para crear trabajo masivo, que los productos que ellos pueden hacer y vender no pueden competir con bienes chinos, que el cambio climático está presionando sus ecosistemas y que ni Rusia ni Estados Unidos quiere tener algo que ver con ellos porque todo lo que cualquiera gana es una cuenta?

Muchos de estos frágiles estados artificiales no corresponden con una sola realidad étnica, cultural, lingüística o demográfica. Son hogares de caravana en un parque de remolques -construidos sobre planchas de concreto sin verdaderos cimientos o sótanos- y lo que están viendo actualmente con la aceleración de la tecnología, tensiones del cambio climático y globalización es el equivalente de un tornado que pasa por un lote de remolques.

Algunos de estos estados sencillamente se están desmoronando, y muchos de sus habitantes ahora están intentando cruzar el Mediterráneo, para escapar de su mundo del desorden y entrar al mundo del orden, particularmente a la Unión Europea.

Pero, ¿y si la era de la UE ya terminó? Reuters informó esta semana que Alemania les está diciendo a otros países de la UE que si ellos no previenen la afluencia de más refugiados a Europa desde el Mediterráneo y “alivian a Berlín de la solitaria tarea de albergar refugiados, Alemania podría cerrar sus puertas”. Algunos alemanes incluso quieren una valla fronteriza. Se citaron las palabras de un prominente conservador cuando dijo: “Si se construye una valla, es el final de Europa como la conocemos”.

¿Qué tal si la era del aislamiento iraní ya terminó, justamente como el sistema árabe está colapsando y la solución de dos estados entre israelíes y palestinos es historia? ¿Cómo interactuarán todas esas moléculas?

Además, ¿qué tal si todo esto está ocurriendo cuando el sistema bipartidista en Estados Unidos parece estar captando la mayor parte de sus energías de la izquierda extrema y la derecha extrema? La plataforma de Bernie Sanders es que podemos resolver nuestros problemas económicos más onerosos si meramente cobramos más impuestos a “El Hombre”. Donald Trump y Ted Cruz se están postulando con el tema de que ellos son “El Hombre” -el hombre fuerte  que puede arreglar todo mágicamente.

¿Qué tal si nuestra elección de 2016 termina siendo entre un socialista y un casi fascista; ideas que murieron en 1989 y 1945 respectivamente? ¿Y que si todo esto ocurre en momentos en que la capacidad de nuestro gobierno para estimular la economía a través ya sea de la política monetaria o fiscal está limitada? A menos que podamos ir a tasas de interés negativas, lo mejor que puede hacer la Reserva Federal ahora es rescindir el diminuto aumento a la tasa efectuado en diciembre. En el ínterin, después de todo el vital gasto del gobierno para estimular la demanda tras la crisis de 2008, no hay consenso en el país para otra gran ronda.

Estos qué tal si constituyen el verdadero panorama de políticas que enfrentará al próximo presidente. Sin embargo, aquí está el peor ‘qué tal si’: ¿Qué tal si tenemos unas elecciones presidenciales pero nadie está siquiera formulando estas preguntas, ya no digamos “que tal si” todas estas placas tectónicas se mueven a la vez? ¿Cómo vamos a generar crecimiento, empleos, seguridad y resistencia adaptable?

Sigue habiendo una oportunidad para que alguien conduzca preguntando, y respondiendo, a todos estos “qué tal si”, pero ese momento está terminando rápidamente, justamente como la última cena que arruiné.

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