Cuando preguntamos cuál fue el “Mejor Libro editado en 2015”, cada uno de los entrevistados respondió con inmediato entusiasmo. No sólo aportaron títulos de novedades, sino de reediciones fundamentales. Y si escogieron autores extranjeros, no dejaron de mencionar talentos nacionales o locales. Así, diez periodistas culturales , editores y escritores de la provincia, compartieron con Cultura su visión de lectores. Y éste es el diverso panorama que la flamante lista arrojó, como balance del año literario.
1.- "Optimistas seriales", de sagastizábal y Quevedo.
Por Pilar Piñeyrúa (Editora de Ediunc)
Recomendar un libro del año 2015 fue la reciente invitación del amigo colega Leo Rearte (editor de este suplemento). Acudí a la mesa de luz, donde la pila de leídos por la mitad o por comenzar incluye Poe, Kafka y algún Cortázar, pero nada de 2015. Acudí también al estante de los recién terminados de leer: "Demasiada felicidad", de Alice Munro, la correspondencia entre Alejandra Pizarnik y su psicoanalista, León Ostrov (editada en el 2012 por Eduvim), alguna novela de Houellebecq y claro, varios del año 2015 editados por Ediunc, algunos de ellos merecedores de ser considerados los mejores libros del año en Mendoza: "Zama", la potente novela de Antonio Di Benedetto, en edición especial y "El hombre de harina y otros relatos agradecidos", de Rodolfo Braceli."Demasiado endogamia", pensé y seguí buscando.
El rastreo me llevó a un libro de Eudeba que brilla entre las publicaciones dedicadas a la edición. Ahí está entonces mi recomendación, en el entendido que el oficio de editor puede ser apasionante no solamente para aquellos que lo ejercemos, sino también para los lectores que quieran indagar qué sucede con los libros después de que se escriben y antes de que lleguen a las librerías.
“Optimistas seriales. Conversaciones con editores”, de Leandro de Sagastizábal y Luis Quevedo recoge 21 entrevistas realizadas en el programa radial que conducen los dos autores desde 2011 en Radio UBA a personajes del mundo editorial, como Daniel Divinsky, Carlos E. Díaz, Leonora Djament y José Volpogni. Escritas en clave amena, las charlas tienen que ver con preguntas como: ¿qué es editar?, ¿cómo y por qué se crea una editorial?, ¿cómo se construye un catálogo?, ¿sobrevivirá el libro en papel al electrónico?, y aquella donde se condensa uno de los mayores desafíos del trabajo editorial: ¿por qué una actividad de tan baja rentabilidad es tan atractiva?
Señores lectores: en “Optimistas seriales” descubrirán por qué mientras haya libros habrá editores que siguen, con razón y pasión, apostando a este oficio aunque haya que enfrentar los temporales más iracundos.
2.- "Los diarios de emilio renzi", de ricardo Piglia.
Por Daniel D’Ambrosio (periodista y conductor de LV10)
En sus tiempos de formación literaria, un joven escritor se para ante una constelación de hechos: amores adolescentes, los filósofos griegos, la pobreza, la familia, los sucesos políticos, los libros que lee, las películas que ve. “Los diarios de Emilio Renzi” entrega al Piglia lúcido, inteligente y preciso.
También puedo nombrar “La isla de la infancia”, de Karl Ove Knausgard. Una novela autobiográfica, desmesuradamente ambiciosa, un catálogo mental de recuerdos, un inventario de todo lo que desfila por la vida; una forma extrema de ficción. Knausgard nos demuestra que en tiempos de superpoblación de realismo, la novela es capaz de renovarse…. Y renovarnos.
Uno más. “Viaje de novios”, de Patrick Modiano. Traducción de “Voyage de Noces”, de 1991. La relación del individuo con su memoria y con el tiempo. El ser humano es en un determinado instante una misteriosa alquimia de pasado y presente. Es difícil dejar este libro después de leer las primeras líneas (como sucede siempre con Modiano); un sortilegio genera un efecto que lleva a uno a dejarse conducir sin oponer resistencia hasta el final de la historia.
3.- "Pureza", de jonathan franzen.
Por Patricia Slukich (periodista de Los Andes)
Una de las novelas más interesantes de este año me pareció “Pureza”, de Jonathan Franzen. No sólo porque su autor es el que ahora todos sindican como una rara avis que acude a las técnicas naturalistas del pasado para retratar el más vibrante siglo XXI, sino porque el hombre se despachó con una prosa fornida, certera y atractiva que tiene las pretensiones de la “gran novela americana”
Pip Tyler (Purity, el nombre que le da título a este esforzado tránsito), es el personaje principal con el que Franzen nos lleva de la mano por una encrucijada que, incluso, acuna momentos de muy buena tensión. El mundo interno de Pip, pero también la particularísima personalidad e historia que promete otro de los protagonistas de la historia: Andreas Wolf, una especie de Julian Assange, exiliado en Bolivia.
"Pureza" es una estupenda radiografía epocal que, con su efecto de realidad, nos instala también en esa sensación: la tesis de un mundo en el que Internet nos ha convertido en sus títeres, desechos y alimento es abrumadoramente precisa.
4.- "Relatos", de alberto Moravia.
Por Mauricio Runno (escritor y periodista)
Moravia ha sido el gran autor de 2015. Y lo mejor que leí (¿o releí?) fue una especie de compendio, esos libros extraños de conseguir en un mundo que hasta se jacta de despreciar los libros, más aún las ediciones “viejas”. Siempre he pensado que una novela suya, “El desprecio”, posee ese carácter inagotable, al estilo de “La invención de Morel”. Y encima al mismísimo Godard, en plena nouvelle vague, se le ocurrió adaptarla y llevarla al cine. Todo conspira, si se entiende, para hacer de este texto un socotroco más que interesante.
Moravia estuvo muy lejos en los últimos años de mi vida. Es que, creo, se vuelve a los libros como al amor: de repente, sin buscar nada, sin planes. Así es como el mejor libro del 2015 es “Relatos”, en su segundo tomo, publicado por Alianza, en Madrid, en 1971, con lanzamiento original (“I racconti”), en 1952.
¿Por qué un libro es mejor que otro? No tengo idea. Ni me preocupa saberlo. Cierto es que en estos 15 relatos de un Moravia inmaduro, intempestivo, joven, desfachatado, se configura lo que luego el italiano consolidaría como una obra, es decir, una serie de producciones que lo ponen hoy en día en la cumbre de la literatura de Italia, de Europa y del mundo entero (y digamos el mundo occidental, para evitar atentados). Clásico. Eso es Moravia: la simpleza de los clásicos, la nobleza de lo atemporal, el arte que puede ser, al fin, alguna vez “cercado”.
Este mejor libro del 2015 es como el libro de bocetos, el taller experimental, de lo que luego serían novelas que darían estocadas varias en la moral burguesa, colocando la atención en lo prohibido, en lo que parecería inconcebible, en aquel misterio que nos devuelve vulnerables, finitos, primitivos, quizá hasta miserables. Moravia, en estos temas, dudó e hizo dudar y aún hoy persiste: “Todos los hombres, y la mayoría sin saberlo, prestan a las horas, a los días, a las estaciones y a los años el mudable color de sus propios sentimientos”.
En estos “Relatos” Moravia habla sobre lo que luego escribiría en largo aliento. En la forma literaria más exacta del siglo XX: la novela. En “Relatos” se aglutinan los núcleos de “El desprecio”, “La romana” (texto que estoy leyendo ahora gracias a una amiga que lo trajo en papel), y a varias de sus novelas, más que célebres y celebradas.
A los 25 leía todo lo que se publicaba en el momento. Sentía un gozo especial y vano, una especie de “estar al tanto”. Claramente, dos décadas después, lo que menos se me ocurre es leer un libro recién salido. Dicen las brujas y los mentores que hacerlo aviva la mala suerte. Y que se pierde mucho el tiempo (esto sí es más científico). Será eso. No lo sé. Mi libro preferido de 2015 se publicó en 1952. Y su autor murió en 1990, quizá cuando muchos no habían nacido. Alberto Moravia es una pila de vida y literatura. Se los juro por Godard. Y por los bajos instintos de un sensible de todos los tiempos.
5.- "Diario de un librero", de Luis Mey.
Por Diego Balmaceda (escritor)
¿Qué libro me gustó de los editados este año? Uno de ellos fue la novela argentina “Diario de un librero” de Luis Mey (Editorial Interzona). En lo personal me agradó la obra de Mey, ya que siempre me pareció un buen andamiaje para una historia el formato de diario íntimo. En este esquema su prosa es libre, corre y se deja leer sin ripios. Bonita trama donde los personajes centrales son los libreros y los lectores, con pinceladas surrealistas y episodios en que aparecen escritores clásicos como fantasmas. Visión a veces irónica de un librero que perfila anécdotas de distintos buscadores de textos que ingresan a su librería. Así en su diario va dejando testimonio de distintos lectores, ya que, en definitiva, sin ellos el libro es algo inútil. Al decir de Borges: “Un libro es sólo una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre volúmenes, hasta que da con su lector” Allí sucede el milagro.
6.- "Veinte líneas por día", de harry mathews.
Por Pablo Grasso (editor de Revista “La Leónidas” y conductor del programa radial “Contemporáneos”)
Cómo se pasa la muerte, cómo se termina este libro tan callando, podría afirmarse de “Veinte líneas al día”, el diario literario de Harry Mathews (1930) editado por Mansalva y traducido por la mendocina Cecilia Pavón. Mezcla minuciosa de laboratorio del lenguaje, gimnasio perceptivo y diván psicoanalítico, el autor de “Cigarrillos” (1987), miembro del célebre OuLiPo (grupo de experimentación literaria del que formaron parte Georges Perec, Italo Calvino, Raymond Quenau, entre otros) se inspiró en una circunstancia biográfica de Stendhal, quien al verse exigido en los plazos de entrega de una novela en la que estaba trabajando se propuso escribir veinte líneas por día: Vingt lignes par jour, géni ous pas (veinte líneas por día, geniales o no).
Así, Mathews fetea su mundo privado lleno de claroscuros con el fin de escapar a la ansiedad de la página en blanco. Y de paso entonar uno de los más bellos himnos a la amistad literaria (el fantasma ubicuo del autor de “La vida instrucciones de uso” sobrevuela cada una de sus páginas).
7.- "Cartografía", de marina coronel.
Por Gabriel Jiménez (escritor)
Creo que uno de los libros que recibí con mayor alegría durante el 2015 fue “Cartografía” de la chaqueña Marina Coronel, publicado por Ediciones en Danza. Se trata de un libro breve en su extensión pero amplio en intensidad, que se abalanza sobre el lector ganándole el control del texto, la promesa de seguridad a través de un mapa que no guía sino que más bien interpela. El poemario está compuesto de tres secciones: “Límites”, “Relieves” y “Meridianos”, cada una de ellas aborda al lector desde un lugar distinto y particular, como la voz poética de la autora.
También quería destacar, del mismo sello editorial, la publicación “Poesía (1992-2013)” de Macky Corbalán, escritora neuquina que falleció en setiembre de 2014. Este libro es una obra necesaria que reúne la poesía editada por la autora en sus cinco poemarios (totalmente agotados). Se espera que con la recaudación de esta edición especial se realice la publicación de sus textos inéditos.
8.- "The Lifecycle of software objects", de Ted chiang.
Por Gabriel Dalla Torre (escritor)
Uno de los libros que más me gustó de este año se llama “The Lifecycle of Software Objects” (El ciclo de vida de los objetos con software), de Ted Chiang. Me gustó mucho el tipo de ficción especulativa que hace ese autor (después leí otros de sus libros); en esta historia hay seres digitales que crecen y humanos que reaccionan frente a nuevas tecnologías (¿o nuevas criaturas?). Me gustó también la forma en que llegué al libro, es un pdf que encontré en internet a partir de una búsqueda con palabras sueltas e intereses míos. No hubo ninguna recomendación de ningún artículo o suplemento o persona, me gustó enfrentar un libro que sólo es un montón de hojas impresas sin tapa ni referencias del autor o su vida.
Leí “Finders Keepers”, de Stephen King y me gustó un poco, más volcado al policial que al terror, siempre es bueno cuando se trata de historias sobre escritores y sus obras.
Todos los libros que leí este años fueron prestados, de biblioteca pública o de internet. Creo que no compré ningún libro en 2015, por lo tanto mis lecturas fueron relecturas y pocos contemporáneos o libros publicados este año. Como por ejemplo “Mis modelos de conducta” del John Waters, muy divertido, o “El mal menor”, esa novela de Feiling que espera ser hecha película, o “La broma infinita” de David Foster Wallace, un libro en ocasiones genial, en ocasiones infinito, que no pude terminar por razones ajenas a mi voluntad.
9.- "Born", de María o´donnell
Por Rolando López (escritor y periodista de Los Andes)
Es para mí el libro del año por la dedicada investigación periodística y el trabajo de reporteo que hace la propia autora al hablar en 20 oportunidades con el protagonista de la obra. Además, cuenta una porción de la historia argentina reciente que me intriga personalmente y sobre la que ya he leído bastante. Este año la ficción que alcancé a leer me resultó aburrida en su gran mayoría, por eso escojo un libro de investigación periodística escrito desde la no “pretensión”.
9.- "Kohan", de Alejandro Rubio.
Por Gastón Ortiz Bandes (escritor, redactor de la revista “La Leónidas”)
Cuando me preguntan por “los libros del año” me da nervio-risa, porque para efectuar un juicio sobre cuáles han sido los mejores debería haberlos leído todos o una gran cantidad de ellos o, al menos, tener un listado de los más vendidos o los más loados por la crítica, como para aportar algo.
Puesto que nada de eso ha ocurrido (no laburo para editoriales ni suplementos culturales, tampoco compro las novedades envidrieradas), me veo en el apriete de rememorar cuáles libros, de los que por azar este año llegaron a mis manos y encima se dejaron leer, tenían escrito el 2015 en su paratexto editorial. Y claro, me doy cuenta que en ese exiguo grupo se encuentran sólo un manojito de libritos muy finitos (quizás porque son de poesía), de los cuales, puestos a escoger, me quedo con dos: “Intoxicaciones”, de Pablo Arabena (editado por la editorial local Babeuf, con una ilustración de tapa de Leo Pedra), y “Kohan”, de Alejandro Rubio (de la santafesina Vox, con postfacio de Mario Ortiz e ilustración de Diego Perrotta). El primero me gustó porque conjuga, en unas maquinarias verbales productoras de moléculas emotivas, cierta dimensión epifánico-religiosa (en el sentido de conexión vital con aquellas cosas del mundo que puedan quedar aún improfanadas en un sistema que todo lo vuelve mercancía o farsa) y el viejo objetivismo barrial con que mi generación solía contemplar la vida breve en el lenguaje. Y el segundo porque, en su mordaz incorrección política, fui testigo de cómo la potencia creativa del más capo de los poetas argentinos de la generación anterior logra tensar esta única lengua que nos dieron, hasta casi abarcar, mediante un trabajo extraordinario con la ambigüedad constitutiva de todo enunciado, todas las capas culturales que atraviesan violenta y ambiguamente cada uno de nuestros actos de habla públicos, privados y aun secretos.
Sin embargo, a dos libros fechados en 2014 no puedo sino ubicarlos en el 2015, quizás porque, al haber salido a finales del año pasado, no quedaba otra que leerlos en este que va a ser “pasado” también la semana que viene. Y me refiero, otra vez, a dos libros de poesía: el primero igual de finito que los ya mencionados; el segundo, en cambio, gigante, monumental, de casi dos mil páginas, en tres tomos. El primero: “El libro de los divanes” de mi maestra Tamara Kamenszain, quien después de reunir su obra en verso en “La novela de la poesía”, título a su vez de una especie de testamento literario y retrospectiva vivencial, vuelve con una divertidísima puesta en poemas de la experiencia analizante de un yo que va y viene de lo asociativamente inconsciente a lo calculadamente intertextual para dar cuenta –una vez más- del lado reprimido de nuestros supuestos saberes (el prólogo de María Moreno es otra excusa para el goce). Y por último el “Vigilámbulo” de Arturo Carrera (edición al cuidado de Teresa Arijón, prólogo de Sergio Chefdiej). Estado de insomnio lúcido y febril, el que nos depara la obra del que probablemente sea el más grande poeta argentino vivo, el que indagó como pocos en esa pre-habla de la que están hechos los afectos, de esa música de la lengua que nos adormece en la experiencia de lo fugaz. Cinco décadas concentradas en cartografiar microscópicamente las coordenadas básicas para volver a la infancia sin abandonar ni por un momento la conexión ética (somática, económica) con el presente.
10.- "El hombre de harina y otros relatos agradecidos", de Rodolfo Braceli.
Por Alejandro Frías (periodista, escritor, a cargo de Ediciones Culturales Mendoza)
Elegir uno de todos los títulos de buenos a excelentes que se publicaron en un año es complicado, pero, dejando salvado que hubo al menos diez títulos que pasaron por mis manos y que perfectamente podrían estar acá, me inclino por “El hombre de harina y otros relatos agradecidos” (Ediunc), de Rodolfo Braceli.
Un libro excelente por donde se lo mire, no sólo por el rescate que Braceli realiza de personajes mendocinos que hicieron y hacen historia (desde Cúneo a Quino, desde Nicolino Locche a Eulalio González), sino también porque cada uno de sus textos combina lo periodístico con lo narrativo, en una mixtura que nos hace disfrutar cada una de las vidas que allí se cuentan.
El plus de este libro está en que es el segundo título de la Colección Literatura, un lujo literario que inauguró este año la Ediunc con la reedición de “Zama”, de Antonio Di Benedetto.