¿Qué pasó con las pruebas PISA?

La Argentina fue excluida en las pruebas PISA del año pasado. Hubo una muy floja explicación de parte del ex ministro de Educación y una absoluta falta de firmeza en las declaraciones del actual titular de la cartera.

¿Qué pasó con las pruebas PISA?

La noticia, real y concreta, que afecta directamente a la educación, indica que los alumnos argentinos que participaron de la prueba PISA fueron descartados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, organismo encargado del estudio, porque “la muestra no cubría la población objetivo, debido a la potencial omisión de escuelas del marco muestral”. El hecho de por sí es grave porque no pueden cometerse errores de esa naturaleza en una evaluación internacional de ese tipo, pero mucho más grave fueron las explicaciones del ex ministro de Educación de la gestión de Cristina Fernández y del actual titular de la cartera, en el sentido de que no se realizará investigación sobre lo ocurrido.

La prueba PISA se basa en el análisis del rendimiento de estudiantes a partir de exámenes que se realizan cada tres años, en diferentes países, con el fin de determinar la valoración internacional de los alumnos. Las pruebas se realizan con estudiantes de 15 años de edad y es considerado un sistema “objetivo”, aunque las críticas que recibe destacan que se trata de un análisis meramente cuantitativo. En 2009 participaron 35 países de Europa, 12 de Asia, 11 de América, 2 de Oceanía y uno de África, comprendiendo entre 4.500 y 10.000 estudiantes.

No evalúa materias escolares sino que revisa las tres áreas de competencia: lectura, matemáticas y ciencias naturales, y los problemas por resolver deben ser presentados en contextos personales o culturales relevantes. No analiza los programas escolares nacionales ni el conocimiento escolar como tal, sino la capacidad de los estudiantes para poder entender y resolver los problemas auténticos a través de la aplicación de conocimientos de cada una de las áreas principales. La prueba se toma cada tres años.

La Argentina había participado de las pruebas anteriores, pero el año pasado fue excluida porque la muestra no cubría la población objetivo debido a la omisión de escuelas. El ex ministro de Educación, Alberto Sileoni, aseguró que no hubo manipulación en la información ni tampoco se sacaron escuelas que daban peores resultados. “La prueba se ha tomado a menos alumnos, pero los resultados son absolutamente confiables, están publicados y nos ha ido mejor”, dijo, sin abundar en detalles sobre los motivos por los cuales se redujo la cantidad de estudiantes considerados.

Una explicación demasiado débil para la gravedad del problema que deja, además, flotando la duda sobre si no hubo manipulación, más aún si tenemos en cuenta que la mayoría de los colegios evaluados correspondieron a la Capital Federal. Debemos considerar también que la inversión en educación había sido una de las banderas de la gestión kirchnerista, pero los resultados de la evaluación educativa no se condecían con el aumento del presupuesto, lo que volvía a poner en la palestra la discusión entre la inclusión escolar y la calidad educativa.

Pero si bien inquieta y genera malhumor lo sucedido con la prueba y las explicaciones del ex ministro, no dejan de preocupar las declaraciones del actual titular de la cartera, Esteban Bullrich, quien aseguró que “hubo fallas técnicas graves que nos llevaron a esta situación de exclusión. Hubo poco apego y compromiso con las estadísticas y el cuestionamiento no es a la educación pública sino al funcionamiento de un gobierno”. Pero lo grave es que afirmó también que no se investigarán, ni administrativa ni judicialmente, las eventuales responsabilidades por la exclusión “porque los funcionarios que estaban a cargo cuando la prueba se realizó, entre el 31 de agosto y el 4 de setiembre del año pasado, ya no están en sus puestos”.

No se puede aceptar tanta liviandad en la explicación del ex ministro de Educación ni tanta falta de firmeza en las actuales autoridades, dejando pasar el tema como si nada hubiera ocurrido. La educación, eje central en la formación de las futuras generaciones, exige otro tipo de actitudes. De no ser así, el futuro del país en su conjunto es por demás incierto y preocupante.

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