“¿Qué pasaría si las cosas no son como se dijeron?”, se pregunta el procurador general de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza con respecto al caso que tiene a toda la provincia en vilo. ¿Qué pasaría si los 7 chicos acusados de haber cometido una violación en banda son, luego, encontrados inocentes?, me pregunto yo.
Unas semanas atrás una chica denunció: “Me dijeron que había sido violada” y con ello desató en los medios una caza de brujas. No puede ser descripto de otra manera: las fotos y nombres de los 7 acusados recorrió el país y más allá, porque la conmoción traspasó fronteras.
Los medios avisaban: “La chica no recuerda qué pasó, pero sus padres y amigas la ayudaron a descubrir la verdad”, y le mostraban a la gente los culpables de haber cometido tan vil crimen.
Los diarios y noticieros anunciaban: “No hay pruebas físicas que demuestren un abuso sexual con acceso carnal”, pero sin dudas estos 7 chicos son culpables de la violación.
La gente se indignó: “¡¿Siguen libres?! Seguramente han pagado para estarlo, porque son culpables”. La sociedad ya había condenado a estos 7 chicos, a los que ya conocía mucho gracias a los medios, y salió a la calle para pedir que los encarcelaran. Ya no reclamaban justicia. Ésta no era necesaria: ellos ya habían decidido que los rugbiers pertenecían a la cárcel; las pruebas llegarían después.
Pero las pruebas siguen sin llegar y las caras de estos chicos no dejan de aparecer. La presunción de inocencia no corre para estos rugbiers, porque un jurado popular ya los condenó. El proceso judicial desapareció, los principios que lo rigen se desvanecieron. Nadie pensó en la posibilidad de que a esta chica le hayan hecho recordar “mal”. Ni uno consideró las consecuencias que semejante acusación tendrá en la vida de 7 jóvenes, en caso de ser falsa. Los prejuicios ganaron y nos demostraron que, como sociedad, nos queda un largo camino por recorrer.
Rocío Lucena
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