Es la principal puerta de ingreso a Mendoza y, desde octubre de 2006, forma parte del Patrimonio Cultural de la Provincia. Sin embargo, el Arco del Desaguadero no ha cambiado a lo largo de sus más de 80 años de vida y, si nos atenemos a los hechos, tampoco se ha modificado demasiado su entorno. Lo que debiera ser un oasis en medio del desierto, un lugar que “invite” al conductor y a su familia a disfrutar de algún momento de descanso en su largo viaje, se muestra como un sector olvidado, con escasísima actividad y con el agravante de que a pocos kilómetros al Este, donde comienza (o termina) la autopista puntana, está creciendo un complejo turístico de primer nivel en lo que a tecnología y servicios se refiere.
Desaguadero volvió a ser noticia días pasados, como consecuencia de la denuncia formulada por funcionarios de Aysam, sobre lo que sucede con el acueducto que une al distrito con la ciudad de La Paz.
Según se informó, el caño, que tiene una capacidad de transportar 31.000 litros de agua -construido durante los gobiernos de Gabrielli y Lafalla- ha sido pinchado en varios lugares por ganaderos de la zona, razón por la cual a Desaguadero sólo llegan 12 mil litros. Así, entonces, las poco más de 800 familias que viven en la localidad deben juntar agua en tachos para después, a través de una bomba, subirla a los tanques de las viviendas. Hubo denuncias y hasta se conoce a parte de quienes realizaron el supuesto ilícito, pero se plantea un problema de jurisdicción entre Aysam y la comuna de La Paz sobre la propiedad del acueducto.
Pero más allá del hecho puntual, que exige también una solución inmediata en razón de que no hay emprendimiento individual o colectivo que pueda crecer si no cuenta con la suficiente cantidad de agua, es necesario detenerse en lo que sucede en la localidad. El panorama que puede observar cualquier persona que ingrese a través de la vía terrestre a la provincia es realmente desolador. Todo se circunscribe a la presencia del personal policial y a una media docena de vendedores de sandwiches de jamón. Sólo funciona el comedor de la hostería. Muy poco para las 200 familias residentes en la zona, las que se ven obligadas entonces a buscar trabajo en San Luis.
En agosto del año pasado, durante una visita a La Paz, el gobernador de la provincia, Alfredo Cornejo, anunció una serie de obras para el departamento, entre las que incluyó varias para la zona de Desaguadero.
Manifestó su intención de recuperar la fachada original del Arco y el resto del edificio. Dijo que proyecta construir una isla de servicios al viajero, con opciones para comer, cargar combustible y descansar y, además, abrir un camino que se desprenda de la ruta 7 y corra por detrás del pueblo para la salida de la provincia y el tránsito de camiones. Puso, incluso, un plazo para la obra y habló de una inversión de 50 millones de pesos. Si bien es cierto que ha transcurrido muy poco tiempo desde aquellos anuncios hasta el momento, también es real que tampoco se ha vuelto a hablar del tema pese a la preocupación de los habitantes de la zona.
La infraestructura del pueblo cuenta con dos barrios, a los que se suman casas desperdigadas, algunas de ellas a los costados de la ruta, dos escuelas, un centro de salud, una oficina de turismo y una comisaría; un club con cinco años de existencia y un restaurante con hotel que no funciona. Muy poco para cubrir las necesidades de un millar de mendocinos que tienen derecho a poder vivir con el fruto de su trabajo.