¿Qué esconden los Juegos Olímpicos?

Los organizadores tapan la pobreza de las favelas. Incluso algunos de esos asentamientos fueron derrumbados.

¿Qué esconden los Juegos Olímpicos?

Peluches que simbolizan los tractores que han arrasado, estos últimos dos años, con cientas de favelas en Río de Janeiro. Un puzzle que recompone el coche tiroteado 111 veces por la Policía Militar en el que fueron asesinados cinco jóvenes del suburbio de Costa Barros.

O sandalias con la estampa de negros siendo cacheados por su color de piel de camino a la playa.

Estos son algunos de los polémicos "anti-souvenirs" olímpicos creados por el humorista y artista brasileño Rafael Puetter, conocido como Rafucko. Instantáneas cotidianas para el conjunto de la sociedad brasileña y que muestran el grado de represión policial existente en la inminente sede olímpica.

La Federación Internacional Tierra de Hombres ha lanzado “The fighter” ('La luchadora'), un trabajo documental que pretende desvelar la realidad más oculta de los Juegos, a través de la historia de Naomy, una niña de 12 años que, junto a su familia, ha resistido a los intentos de desalojo de su hogar con motivo de la organización del evento deportivo.

Difícilmente pasarán desapercibidos para quien llegue a Río de Janeiro: pósters con los colores vivos de los Juegos Olímpicos, adornando la principal vía de acceso al aeropuerto internacional.

Lo que quizá resulte menos notorio para quien pase en automóvil es que, justo detrás de esa cartelería recién instalada, hay uno de los mayores conjuntos de favelas de Río, conocido como Maré.

Las autoridades de la ciudad niegan que el objetivo de los pósters sea esconderles a los turistas esos barrios pobres, pero su explicación está lejos de convencer a quienes viven en el lugar.

Cuando Brasil hacía campaña para que Río fuera la sede de los Juegos Olímpicos, prometió que contribuiría a hacer que la fiesta deportiva global fuera más democrática, dándole acceso a los más humildes.

“Somos un país que tiene frontera seca con varios países de América del Sur, por lo tanto tenemos la chance de hacer que los pobres del mundo, que no tienen la chance de ver una Olimpíada, puedan ir a Brasil a asistir a una Olimpíada”, dijo en 2008 el entonces presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en una entrevista con BBC Brasil desde China.

Pero ahora, con Río y todo el gigante sudamericano sumidos en una feroz crisis económica, ha surgido de diversos modos la pregunta de cuánta visibilidad tendrán durante estos juegos los barrios pobres de la propia ciudad olímpica. A nivel de todo el país, quienes creen que los juegos traerán más perjuicios llegaron a 63%, un aumento significativo respecto del 38% registrado en 2013.

Una de las críticas más frecuentes de activistas y urbanistas es que se destinaron demasiados recursos a zonas más pudientes de la ciudad como Barra da Tijuca, en el oeste, donde estarán la villa y el parque olímpicos.

La atención mediática que toda Olimpiada genera es uno de los pocos factores positivos con los que Theresa Denise Williamson, fundadora de la ONG Catalytic Communities , se complace: "Nunca antes la sociedad civil carioca ha estado tan fuerte, informada, consolidada y unida.

La visión internacional de lo que es Río ahora se asemeja más con la realidad de la ciudad, lo que creará un estímulo de cambio entre una élite muy preocupada con su reputación en el extranjero", afirma Williamson, quien también lucha por transformar esa imagen internacional a través del medio alternativo RioOnWatch, donde da visibilidad a lo que sucede en las favelas .

“Las personas a veces piensan en el pobre como basura que debe ser retirada. No somos basura. Somos personas con derechos que tienen que ser respetados”, explica una orgullosa María da Penha, símbolo de resistencia de la comunidad Vila Autódromo.

Esta favela, colindante con el Parque Olímpico, ha visto su población reducida de 600 a 20 familias en apenas dos años. Pocos vecinos lucharon por su derecho de permanencia, los mismos pocos que  hoy pueden celebrar que se quedan. La mayoría aceptó una indemnización o se mudó al complejo ocupacional Parque Carioca.

Un incierto tira y afloja que, lejos de ser una excepción, se repite en muchos otros asentamientos irregulares amenazados por la hambrienta reestructuración y revalorización urbana que asolan la ciudad. Comunidades históricas como la Favela do Sambódromo, Vila das Torres o Largo do Campinho ya han sido demolidas.

Otras, como la Vila União de Curicica o la Colonia Juliano Moreira -esta última amenazada por el trazado de la novedosa BRT Transolímpica, un carril exclusivo para autobuses exprés- han sido mermadas poco a poco.

Las páginas del último dossier del Comité Popular de Río de Janeiro para la Copa Mundial y las Olimpiadas denuncian que al menos 4.120 familias han sido desalojadas de sus casas y 2.486 han vivido bajo esa amenaza por proyectos relacionados directa o indirectamente con los Juegos.

"Debido a estos desalojos muchos niños están viviendo en condiciones deplorables: sin acceso a agua, infraestructuras o posibilidad de ir a la escuela. Esto significa que podrían convertirse en víctimas de explotación, trabajo infantil o violencia sexual", alerta la Federación Internacional de ONG  Terres de hommes, centrada en los derechos de los niños.

El fantasma del velado turismo sexual, que ya repuntó durante la Copa del Mundo, junto al flagrante trabajo infantil -que afectaba a 554 mil niños de entre 5 y 13 años en todo Brasil, según datos de 2014- constituyen, una vez más, los principales miedos.

Tampoco acaban aquí las violaciones de derechos humanos relacionadas con los Juegos Olímpicos. La misma organización denuncia que también se están produciendo desapariciones de personas sin hogar en algunos de los espacios públicos donde se celebrarán competiciones deportivas.

En solo dos meses, de diciembre a febrero de 2016, unas 209 personas sin hogar han sido retiradas y 869 detenidas, según datos de la Secretaria de Estado.

"No estoy en contra de las Olimpiadas, pero sí en contra de utilizar un megaevento para hacer higienización social; para excluir y empeorar la vida de las personas que ya viven en una precariedad inmensa", concluye con indignación Nathalia Silva, vecina de la combativa Vila Autódromo. “Hay que acabar con esa podredumbre oculta tras los Juegos”.

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