Esta pregunta es la que acucia a todo padre cuyo amor y preocupación por sus hijos lo lleva en algún momento a pensar: "¿Qué pasaría con ellos si algo me pasa"? Quien se encuentra en una posición de compromiso genuino hacia la paternidad y maternidad, tarde o temprano pasa por esos pensamientos.
Quizás lo primero que haya que situar es que los padres, para los hijos, son irremplazables. Los padres pueden estar juntos, separados, ser una pareja hétero u homosexual, ser buenos o malos padres.
Como sea que sean, para los hijos siempre son las figuras más valiosas e indispensables -al menos durante la niñez y gran parte la adolescencia- y en ocasiones, mucho más allá.
No obstante, cuando la realidad se impone y el padre o los padres a cargo no están más presentes (por muerte, desaparición, internación prolongada, cárcel o abandono definitivo), urge la decisión de quién es la persona más calificada para continuar con la tarea de crianza.
Justamente porque cada constelación familiar es única e irrepetible antes de la tragedia que deja a los chicos huérfanos, también es que lo será después, y lo que se resuelva en cada situación y en cada caso, debe ser pensado. No hay fórmulas. No hay a prioris. No hay mejores o peores soluciones cuando de definir la guarda de un menor, se trata.
En muchas ocasiones, quien deja de estar es el padre o madre que sí se ha hecho cargo, de manera individual, de los niños. El otro padre, el que quizás estuvo ausente durante mucho tiempo de la vida de sus hijos, es quien debe asumir, legal y humanamente, la tarea que había dejado vacante.
Vele decir que, en la mayoría de los casos, suele haber intervención de la Justicia, a través de los tribunales de Familia.
Sea porque más de un familiar batalla por esa guarda o tenencia, o bien porque no aparezca nadie en el horizonte de los niños que esté dispuesto a hacerse cargo de la apuesta -porque no se trata sólo de la crianza en términos prácticos, sino de asumir una situación que siempre es de duelo, al menos inicialmente- muchas situaciones terminan siendo evaluadas y resueltas por un juez, en la intención de velar por el bienestar pleno de los menores.
Ahora bien, en términos intrafamiliares, una de las preguntas o dilemas más frecuentes cuando alguien se imagina faltándole a sus hijos o bien, cuando eso ya es un hecho y se debe resolver algo en lo inmediato es: ¿Son los abuelos la mejor opción posible para los chicos cuyos padres ya no están?
Pues la respuesta no es tan sencilla, ni directa ni absoluta. Siempre dependerá del caso. Hay posiciones que defienden a rajatablas que sí, que los abuelos son las figuras más cercanas a los padres que un niño puede tener.
Que sus padres fueron producto de la crianza de esos propios padres y que entonces es la alternativa que más y mejor vela por dicha continuidad.
Por otro lado, hay posiciones que sostienen que no, que con los abuelos hay una gran diferencia generacional, que lo mejor es que los niños continúen su crecimiento al lado de pares de sus padres (tíos, primos, padrinos o madrinas), ya que de esa manera sentirán más cercanía con las figuras que ocupan su lugar; que los abuelos están para "malcriar" a sus nietos, etc.
Argumentos, hay muchos. Por eso hay algunas variables importantes a considerar. En principio, el simple hecho de convertirse en "abuelo" o en persona "mayor" no genera virtuosidad en las personas de por sí, puesto que los canallas, los impunes, los perversos, también envejecen, se reproducen y tienen nietos.
Es decir, que antes de apresurar la respuesta de que los abuelos son la presencia natural en remplazo de los padres, hay que detenerse a pensar si esos abuelos en particular, fueron una buena influencia en sus hijos.
En síntesis, hay abuelos que lo son biológicamente (como se dice de muchos padres y madres queriendo señalar que no han cumplido con el rol) pero que están lejos de ser las figuras de apoyo y contención para sus nietos vulnerables.
Por otro lado, aun si fuesen padres que cumplieron la función con sus hijos, también la dimensión del deseo debe ser puesta en juego.
Aquél que recibe nietos, no siempre está dispuesto -por los motivos que sean- a asumir la responsabilidad de una nueva crianza que se producirá en condiciones muy distintas: con una tragedia de por medio, con una edad quizás avanzada, con problemas propios de salud que limitan, etc.
Vale decir que la decisión tomada en consenso, con o sin mediación judicial, por el conjunto de los adultos que tienen lazos amorosos fuertes con los niños, suele ser la mejor de las opciones, ya que eso posibilitará que quien toma el relevo ante la ausencia de los padres, no asuma tal quimera en soledad.
La ausencia de los padres de una familia cava, en todos los que quedan, un surco profundo y doloroso. Llama a la tramitación de un duelo y exige respuestas inmediatas y amorosas para los hijos que han quedado a la intemperie por la pérdida.
Quien mejor esté en condiciones de llevar a cabo esta inmensa tarea de reconstrucción, con amor y dedicación, y continuidad, para que los niños no se sientan tan solos, dependerá de las condiciones previas existentes. Abuelos o no, la cuestión de fondo es la función que cada uno esté dispuesto a asumir en circunstancias que siempre son extremas.