¿Qué conmemoramos el 2 de abril?

El reconocido historiador ofrece su particular posición sobre la manera de recuperar para la Argentina las Islas Malvinas de su apropiación inglesa. Para el debate.

¿Qué conmemoramos el 2 de abril?

El feriado del 2 de abril, al igual que el del 24 de marzo, nos muestra la intensidad que hoy tienen los combates por la memoria. En ambos casos, tras la razonable definición oficial de la conmemoración, bullen los conflictos y las malas pasiones que envenenan nuestra convivencia.

El 24 de marzo es el Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia. Pero ese día solo se oyeron las ásperas voces que conmemoraron la lucha armada de los años setenta, recordando con cuidada precisión a cada una de las organizaciones guerrilleras de entonces. También, hubo algunas voces que recordaron el siniestro inicio de la gesta militar.

Desde 1983,  en ese día -que no era feriado- se evocó la lucha por los derechos humanos, la unidad ciudadana y la democracia recuperada. Pero a lo largo de los años noventa las organizaciones de derechos humanos cambiaron la perspectiva de la conmemoración, identificando sus reivindicaciones con la de los jóvenes héroes de la lucha armada.

En 2005, cuando se estableció el feriado, aquellas organizaciones se aproximaban al kirchnerismo, con el que terminaron identificándose casi completamente. Hace unos días, se oficializó lo que era un secreto a voces. Hebe de Bonafini había triunfado, imponiendo su criterio al resto de las organizaciones. Quienes, como yo, creen en la democracia, y no admiran a nadie que empuñe las armas, deberían rechazar este feriado, hoy desenmascarado,  y trasladar la celebración a otro día. Ninguno mejor que el 10 de diciembre, conmemorando la recuperación de la democracia y no su abatimiento.

El 2 de abril se recuerda al Veterano y a los Caídos en la Guerra de Malvinas. ¿Se puede olvidar que ese fue el día de la invasión a las Islas, celebrado por la dictadura en 1983? Hoy siguen vivas las malas pasiones nacionalistas, las que llevaron a la guerra, las que reunieron en la Plaza de Mayo a una multitud aclamante, las que hicieron verosímil un endeble relato de victorias, las que pasaron del triunfalismo a la rabia. El “glorioso 2 de abril” sigue vivo en el fondo de nuestra conciencia, nutrido por el enano nacionalista que todos llevamos.

Para domeñarlo, Alfonsín decidió conmemorar el 10 de junio, Día de los Derechos argentinos sobre Malvinas. Pero el ánimo malvinero siguió vivo y finalmente en 2000 recuperó su día, por iniciativa del timorato De la Rúa. En 2006 el malvinero Kirchner lo elevó a la categoría de feriado inamovible. Como en el caso del 24 de marzo, se lo enmascaró, para hacerlo compatible con el consenso democrático. No se habló de la invasión sino de una causa más simpática: los veteranos y los caídos en Malvinas.

La versión oral corriente es más transparente respecto de las intenciones: se trata de “los héroes de Malvinas”. La fórmula tiene supuestos inquietantes. La heroicidad existe cuando se trata de una lucha justa, que amerita el sacrificio, y nada es considerado más justo que luchar por la defensa del territorio de la Nación. La consigna “Las Malvinas son argentinas” también supone que la Nación tiene una porción territorial irredenta, y que nuestra nacionalidad solo será plena y completa cuando recuperemos la soberanía sobre esas islas, más imaginadas que conocidas.

Lograrlo es tarea de héroes. En todo el mundo, desde el siglo XIX el culto de la heroicidad acompaña al nacionalismo rampante y guerrero.

Pero la heroicidad también se adjudica a otras luchas, en las que el propósito no es simplemente territorial. Quienes empuñaron la armas en los años setenta, en dictadura y en democracia, así como las fuerzas armadas que, con la idea de cruzada, se lanzaron al terrorismo clandestino: todos se consideraron héroes y apelaron a un ritual parecido para recordar a sus caídos.

¿Fueron héroes todos los que lucharon en Malvinas? En las tradiciones militares la heroicidad es un mérito singular y no colectivo, y tiene grados, cuidadosamente distinguidos por las condecoraciones. La sola participación en la guerra no hace del soldado un héroe. Para oficiales y suboficiales, combatir es ejercer la profesión elegida, y es razonable esperar que cumplan con su deber. Pero no hay que pretender heroicidad del grueso de los combatientes, soldados conscriptos mal armados,  mal vestidos y mal entrenados. Con seguridad muchos se preguntaron qué estaban haciendo allí: “defender el suelo argentino” debe de haber sido una respuesta pobre y poco consoladora. Seguramente tuvieron miedo y, si hubieran podido, muchos habrían desertado.

¿Por qué habrían debido ser héroes, ellos precisamente? Primero fueron puestos en medio de una guerra que no entendían, y usados para defender una causa injusta y un gobierno sanguinario. Hoy vuelven a ser usados para sostener el recuerdo de una causa innoble; imponerle a los isleños nuestra autoridad.

Los nacionalistas extremos dirán que no  hay otro camino que la guerra para recuperar unas islas que son argentinas. Los más sensatos responderán que el camino es el reclamo y la negociación entre los Estados, y que un día Gran Bretaña -que carga con su propio síndrome nacionalista- reconocerá la justicia de nuestros derechos.

Es posible. Pero aún así, no me parece aceptable en democracia imponer un gobierno extraño a los isleños, los falklanders, orgullosos de sus raíces unos, e identificados con su tierra de adopción otros. Las Malvinas han de “ser argentinas” sólo cuando los falklanders lo quieran, cuando encuentren ventajoso y agradable incorporarse a nuestro país. Si creemos en la democracia y en la soberanía del Pueblo debemos aceptar que, en las Islas Falkland, el único Pueblo realmente existente son los falklanders.

Si las Malvinas nos importan, no debemos conquistar su territorio sino a su pueblo, sus corazones y su razón. Contemplando a nuestro pobre país, primero debemos merecernos las Malvinas, y para eso hay mucho que hacer. Un buen paso sería trasladar la conmemoración del 2 de abril, cuyo recuerdo debe avergonzarnos, al 14 de junio, el día de la derrota pero también el día de la verdad. Y como se dice el 24 de marzo, solo sobre la Verdad puede fundarse la Memoria y la Justicia.

El feriado del 2 de abril, al igual que el del 24 de marzo, nos muestra la intensidad que hoy tienen los combates por la memoria. En ambos casos, tras la razonable definición oficial de la conmemoración, bullen los conflictos y las malas pasiones que envenenan nuestra convivencia.

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