¿Qué Argentina queremos?

¿Qué Argentina queremos?

Durante el próximo año, del que nos separan pocos meses, los argentinos tendremos oportunidad de vivir tres acontecimientos importantes: celebraremos el bicentenario de nuestra independencia, posiblemente recibamos la visita del papa Francisco y asistiremos a los primeros pasos del gobierno recién elegido.

Ante estas circunstancias, es deseable y es de responsabilidad ciudadana, procurar una visión de la “Argentina posible” hacia la que queremos ir, desde el país en que hoy nos encontramos. No sólo en el deseo o en la espera de algún mesías sino como compromiso individual y comunitario: por nosotros y por las generaciones que están llegando.

Entre las realidades que debemos afrontar, ya desde ahora, nos topamos con: la falta de perspectivas sociales y económicas de mediano y largo plazos, una política habituada a prácticas de clientelismo, una sociedad resignada a convivir y, en casos, prohijar la corrupción en casi todos los ámbitos, la creciente inseguridad instalada en la sociedad, la poca credibilidad en las estadísticas oficiales, el generalizado descreimiento en las instituciones y en el cumplimiento de las leyes, la falta de creación de empleo o trabajo genuino, la ambigua política exterior de los últimos años.

Cada una de estas realidades nos exige tomar conciencia de la urgencia de comenzar a producir cambios en nuestra cultura política e institucional, aunque el desafío nos lleve tiempo y esfuerzo.

Posibles caminos a transitar
 - Diseñar un camino eficaz para superar la dolorosa realidad de la pobreza. La pobreza ha disminuido pero muy poco respecto de la década de los '90. La Argentina es un país rico en el que muchos, demasiados, todavía viven pobres. Existe un cuarto de la población y millones de jóvenes que hoy están excluidos de progresar en sus vidas. No es solución que se perpetúe una situación en la que una parte importante de la población viva del Estado sin una condigna contrapartida.

- Los responsables institucionales de la República deben dejar de “cajonear” -en sus mentes y en los hechos- la tan prometida y publicitada “reforma política”, nunca llevada a cabo en todos sus aspectos. A estas alturas, no hay ciudadano que ignore que los componentes de los tres poderes del Estado viven dentro de sus propias burbujas institucionales y que bastante poco les interesan los problemas reales de la gente. Hay quienes afirman que los funcionarios se consideran a sí mismos la “casta superior” de la comunidad.

- No podemos darnos por satisfechos con la calidad de nuestra democracia. Felizmente, hace más de 30 años que se abandonó la práctica de los golpes militares. Ello representa un salto cualitativo importante pero la democracia no se agota -ni mucho menos- en el hecho de que no existan golpes militares y en que los ciudadanos podamos concurrir a las urnas.

Desde los ’90, muchos estamos bregando por una “democracia participativa” y no sólo delegativa. Preguntémonos si desde aquellos años la ciudadanía ha sido convocada, en alguna circunstancia, a algún plebiscito o referendo para ayudar a definir políticas trascendentes para todos los argentinos.

- El Congreso -de la Nación y de las provincias- debe recuperar su carácter de ámbito natural de discusión de las políticas del Estado. Precisamente para eso los ciudadanos hemos elegido a nuestros congresales. Es preciso reflexionar y debatir para que la “representación legislativa”, de verdad, represente al conjunto de la sociedad y se aleje la perspectiva de que el Congreso sea un “alzamanos” del gobierno de turno.

- Los partidos políticos deberán replantear seriamente su razón de ser y su cometido, en un todo de acuerdo con lo que nuestro ordenamiento constitucional establece: ser canales de transmisión de lo que piensa, desea, necesita y propone la ciudadanía. Hoy por hoy, estamos asistiendo a la “edificación de imágenes de candidatos” diseñados por expertos en caracterización mediática. Así, los candidatos adoptan el discurso que potenciales electores quieren oír, aquél que tiene relación con sus intereses y problemas más inmediatos, que nunca son los de largo plazo. De esta manera el electorado es transformado en consumidor de pseudo propuestas que ocultan los reales intereses en juego.

- El de la inseguridad no es un tema, es un grave problema. Tengo la impresión de que la mayoría de las políticas diseñadas e implementadas en este campo no han pasado de ser “tapa agujeros” que no han recalado en el origen y en las causas de este flagelo. Sin una sociedad más igualitaria, sin una educación que eduque en los comportamientos humanos, sin una dirigencia que esté en la avanzada de la ejemplaridad ciudadana, sin un sistema que priorice a las personas por sobre el economicismo y el consumismo como meta de vida, no nos repondremos de la actual situación.

Permítanme finalizar con estas sabias palabras del papa Francisco: “El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está, fundamentalmente, en manos de los pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ‘Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez’.

Quiero pedir a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza”. (En Santa Cruz de la Sierra, Bolivia).

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