¿Por qué no todos los trabajos importan?

Si bien no podemos evitar que suceda la pérdida de empleos, no obstante, podemos limitar el daño humano cuando ello ocurre. Podemos hacer que todos puedan llevar una vida decente.

¿Por qué no todos los trabajos importan?

Por Paul Krugman - Servicio de noticias  The New York Times © 2017

El presidente Donald Trump todavía sigue prometiendo que hará que regresen los trabajos carboneros. Sin embargo, las razones subyacentes de la disminución en el empleo en el carbón -la automatización, la baja en la demanda de electricidad, el gas natural barato, el progreso tecnológico en las energías eólica y solar- no van a desaparecer.

Entre tanto, la semana pasada el Departamento del Tesoro declinó oficialmente (y en forma correcta) decir que China era una manipuladora de su moneda, haciendo una tontería de todo lo que Trump ha dicho sobre reavivar las manufacturas.

¿Entonces, el gobierno de Trump hará alguna vez algo real para hacer que regresen los empleos en la minería y las manufacturas? Es probable que no.

Sin embargo, formularé una pregunta diferente: ¿por qué la discusión pública de la pérdida de empleos se concentra tan intensamente en la minería y las manufacturas, mientras que, prácticamente, se ignoran las grandes bajas en algunos sectores?

Durante el fin de semana, "The Times Magazine" publicó un ensayo fotográfico sobre el deterioro de los minoristas tradicionales frente a la competición en internet. Las fotografías, en las que se contrastan "los centros comerciales zombis", en gran parte sin inquilinos, con gigantescas bodegas con el inventario de los vendedores en línea, son asombrosas. La realidad económica también es bastante impactante.

Hay que considerar lo que les ha pasado a las tiendas departamentales. Mientras Trump hacía alarde de haber salvado unos cuantos cientos de empleos en las manufacturas aquí y allá, Macy's anunció sus planes de cerrar 68 tiendas y despedir a 10.000 empleados.

Sears, otra institución icónica, ha expresado "dudas sustanciales" sobre su capacidad para seguir operando.

En conjunto, las tiendas departamentales emplean un tercio menos personas ahora de las que tenían en el 2001. Es decir, medio millón menos de empleos tradicionales que ya no existen; alrededor de 18 veces la cantidad de los que se perdieron en la minería en el mismo periodo.

Y las ventas al menudeo no son el único sector de servicios que ha recibido golpes duros por la tecnología cambiante. Otro ejemplo de primera es la edición de periódicos, en la que el empleo ha bajado en 270.000, casi dos tercios de la fuerza laboral, desde el 2000.

Entonces, ¿por qué las promesas de salvar los empleos en los servicios no son un elemento básico del posicionamiento político tanto como las promesas para salvarlos en la minería y las manufacturas?

Una respuesta podría ser que, a veces, las minas y fábricas actúan como anclas de economías locales, así es que su cierre puede devastar a una comunidad en una forma en la que el cierre de una tienda minorista no lo hace. Y hay algo en ese argumento.

Sin embargo, no es toda la verdad. Cerrar una fábrica es solo una forma de debilitar a una comunidad local. La competición de las supertiendas y centros comerciales también devastó al centro de las ciudades pequeñas; ahora, también están quebrando muchos centros comerciales de ciudades pequeñas. Y no deberíamos minimizar el grado al que el prolongado declive de los periódicos pequeños ha erosionado el sentido de la identidad local.

Una razón diferente y menos respetable por la que la minería y las manufacturas se han convertido en balones de fútbol americano políticos, mientras que no ha sido así con los servicios, implica la necesidad de villanos. Los demagogos pueden decirles a los mineros carboníferos que los liberales les quitaron el empleo con las regulaciones ambientales. Pueden decirles a los obreros industriales que extranjeros ruines les quitaron los empleos. Y pueden prometerles hacer que regresen los empleos haciendo que Estados Unidos vuelva a contaminarse, poniéndose rudo en el comercio y así sucesivamente. Son promesas falsas, pero funcionan bien con algunas audiencias.

En comparación, es realmente difícil culpar a los liberales o a los extranjeros, por decir, del deterioro de Sears. (El dueño, que liquida activos de la cadena y es amante de Ayn Rand, es otra historia, pero una que es probable que no resuene en la zona central.)

Finalmente, es difícil que se escape el sentido de que las manufacturas y especialmente la minería reciben una consideración especial porque, como señala Jamelle Bouie de "Slate", es muchísimo más probable que sus trabajadores sean hombres y significativamente más blancos que la fuerza laboral en su conjunto.

De cualquier forma, cualesquiera que sean las razones políticas, la narrativa tiende a privilegiar algunos empleos y algunas industrias sobre otras, es una tendencia que deberíamos combatir. Los empleados minoristas despedidos y los reporteros locales son igual de víctimas del cambio económico, como los mineros carboníferos despedidos.

Sin embargo, si se pregunta ¿qué podemos hacer para detener la reducción de empleos en el sector de los servicios? No mucho -pero eso también es cierto para la minería y las manufacturas, pronto lo aprenderá el electorado de Trump de la clase trabajadora. En una economía en constante cambio, siempre se están perdiendo empleos: se despide a 75.000 estadounidenses cada día laboral. Y, en ocasiones, sectores completos desaparecen conforme cambian los gustos o la tecnología.

Si bien no podemos evitar que suceda la pérdida de empleos, no obstante, podemos limitar el daño humano cuando ocurre. Podemos garantizar la atención de la salud y un ingreso adecuado para el retiro para todos. Podemos brindar ayuda a los recién desempleados. Y podemos actuar para mantener fuerte a la economía en general -lo que significa hacer cosas como invertir en infraestructura y educación, y no reducir los impuestos a los ricos y esperar que los beneficios vayan bajando.

Yo no quiero sonar poco comprensivo con los mineros y obreros industriales. Sí, su trabajo importa. Sin embargo, todos los trabajos importan. Y si bien no podemos asegurar que perdure cualquier trabajo en particular, podemos asegurar, y deberíamos hacerlo, que perdure una vida decente, aun si no sucede eso con un empleo.

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