Las decisiones impostergables que la Administración Macri debió tomar en sus primeros meses de gobierno, tales como la liberación del tipo de cambio y suba de tarifas, inicialmente aceleraron la inflación y limaron el poder adquisitivo de los salarios, con lo cual la economía pasó por una recesión en 2016. Pero en ese contexto algunos sectores crecieron, como el agro y sus relacionados, tales como la fabricación de maquinaria agrícola.
La necesidad de reactivar llevó al gobierno a apostar por la obra pública, lo cual fue notable desde el último trimestre de 2016, proceso que sigue in crescendo en 2017. En el segundo trimestre de este año también las obras privadas se recuperaron, de modo que la construcción en su conjunto transitan un 2017 con firme avance. Este año también comenzaron a repuntar las exportaciones de autos, con lo cual después de muchos meses mejoró la fabricación de automóviles, y ello, junto al impacto de la demanda de la construcción y un mercado interno menos deteriorado, terminaron de pasar a los números positivos a la industria, en los últimos meses con datos del presente año.
¿Dónde se sienten aún los números negativos? En el consumo masivo de bienes no durables, que como depende básicamente del salario, no tanto del crédito ni de la confianza, sigue la marcha de los ingresos de la población con ingresos fijos. Y como la mayor parte de la población depende de un salario, esta es la razón por la cual la actual recuperación aún no se percibe masivamente en la economía. Con la mayor parte de las negociaciones salariales cerradas, en el segundo semestre los salarios y jubilaciones le ganarán a la inflación, pero como será una diferencia marginal, también lo será la recuperación del consumo masivo.
No obstante, la suma de los sectores de la economía conducirá a un crecimiento del PIB cercano al 3% este año y en términos netos se podrían crear alrededor de 130 mil puestos de trabajo (mayor aporte en la construcción, que más que recuperará lo perdido en 2016).
La inflación será menor en el segundo semestre que el primero, y podría terminar el año en torno al 22%. El dólar, si bien mostró alguna rebeldía en semanas anteriores, aún pierde contra la inflación en los últimos 12 meses. ¿Inflación y tipo de cambio seguirán en territorio controlado? Para entrar en este terreno, hay que pasar a otro tema, el déficit fiscal.
El tipo de cambio, aún luego de alguna suba en las últimas semanas, aún resulta relativamente bajo en términos históricos, generando altos costos en dólares para la producción local. Aunque este problema puede verse también desde otra óptica: se trata de los altos costos laborales (que se agregan al salario), los impuestos, costos de transporte y logística, alta burocracia en general.
En buena medida, la situación con el tipo de cambio deviene del alto déficit fiscal aún existente: dado que éste resulta similar al de 2015, pero ahora se financia en mayor medida con endeudamiento externo, dicha entrada de dólares mantuvo el mercado de cambios con exceso de oferta durante gran parte del año. ¿Se mantendrá esa situación indefinidamente en el tiempo? La clave está en el déficit fiscal: si en 2018 no comienza a bajar, en forma importante (como ha prometido el gobierno), podría bajar la confianza de los mercados hacia la viabilidad de la estrategia económica, aumentar fuertemente la demanda por dólares y alterar la pax cambiaria (y por ende de la inflación). Cierto resultado en las elecciones próximas podría acelerar dicho proceso.