Porque Estados Unidos cambió. Emergió una nueva realidad compleja y difícil de interpretar, en el momento justo en que la anterior está agonizando. Donald Trump ganó porque el “Sueño Americano” se acabó. Solo se mantenía como un mito, como parte de la antigua creencia que daba sustento a esa realidad moribunda donde los estadounidenses, descreídos de la política y de los políticos ya no volverán a ser los mismos. Y el mundo tampoco.
La realidad se procreó con una sucesión de cambios en los jóvenes, la clase media y las minorías. Como un torbellino entraron en acción las nuevas generaciones que venían detrás de los baby boomers, ese grupo demográfico nacido después de los años ’40 y que mantuvo viva esa entidad imaginaria llamada América. Las generaciones nacidas después de la guerra de Vietnam son escépticas y pesimistas, inconformes y desinteresadas por la estabilidad y la pertenencia. Con valores pocos religiosos y menos belicistas; más tribales, con intereses, lenguajes y conductas novedosas y apartadas de todo lo conocido. Características que se vuelven nítidas en los votantes menores de 40 años y que le otorgan singularidad. Por otro lado, los inmigrantes ahora tienen una mirada diferente porque, además de ser discriminados, tienen que trabajar más para poder sobresalir a una superficie sumamente hostil. Los hijos de inmigrantes nacidos en Estados Unidos ya no vienen de la miseria extrema de sus orígenes, como los llegados de México, Centroamérica o Asia, y tampoco arrastran el conformismo y la ignorancia de sus padres, siendo más críticos y menos sumisos. Por su parte los afroamericanos, que representan aproximadamente 14% de la población, contra 70% de blancos, también piensan ahora de otra manera y pretenden conseguir más de sus gobernantes. Obama no hizo lo suficiente para mitigar la pobreza de un número creciente de la población negra porque los blancos no se lo facilitaron.
Hay resentimiento en una buena parte de la población, y eso se tradujo en abstenerse de votar y en un numeroso “voto castigo” para el sistema establecido que favoreció a Trump. En EEUU la mayoría vive en un espacio común, donde la desigualdad social y la injusticia son provocadoras. Convergen la decepción, la frustración, el pesimismo y la confusión frente al futuro, y esa mayoría es muy sensible a las promesas hechas, aunque sean mentiras, y dominó un estado emocional y mental que generó cambios bruscos en las opiniones.
Sin perder de vista ese contexto, en mi opinión hubo cinco razones principales que se alinearon para el triunfo de Donald Trump:
1. Trump es presidente porque no tuvo un contrincante que lo superara claramente para ser una opción creíble para los votantes. Frente a un candidato como Obama, no gana. Y Clinton no dijo lo que debería haber dicho. Estaba demasiado debilitada por su historia y por ser mujer en un país de “machos”. No desarrolló una estrategia inteligente y no supo dar pelea en el centro de las necesidades y expectativas de la gente, enfocándose en una promesa convincente y movilizadora para los jóvenes y mujeres. Además, los candidatos de los siete partidos minoritarios restantes recogieron votos disconformes entre demócratas y republicanos.
2. Trump ganó por ser como es: agresivo y sin contenido creíble. Entre sus disparates, sin embargo, dijo cosas y creó esperanzas para ese habitante promedio de raza blanca del Estados Unidos profundo, urbano y rural; pobre e ignorante, temeroso de su degradación en una vida sin sentido. Ese estadounidense que vive al límite y que sus pasatiempos cotidianos transcurren en el trabajo, mirando deportes por TV y bebiendo cerveza. Es en este votante -y en los jóvenes- donde se mimetizó el “voto oculto”, ese que confunde a los encuestadores y hace temblar los pronósticos en cualquier elección porque manifiesta una intención de voto mentirosa.
3. Estados Unidos es desigual e injusto; había que castigarlo eligiendo a alguien que podría romper con lo establecido aunque las consecuencias fuesen terribles. Es un país solo adecuado para los más aptos, fuertes y perseverantes, donde se ejecuta un darwinismo incompleto: aquí la naturaleza no hace el proceso de “selección natural”, con una evolución más soportable en el tiempo hasta que los individuos se adaptan. El proceso es más inmediato y sorpresivo: un día vivís en una casa, cómodamente, y de pronto despertás indigente en la calle y con poca o nada de ayuda del Estado.
4. La globalización, la inmediatez de internet y las políticas de “fronteras abiertas” promovidas por las empresas transnacionales empobrecieron violentamente el cinturón industrial en estados como Indiana, Michigan, Ohio y Pensilvania, diluyendo las esperanzas de progreso de ciudades y pueblos pequeños que dependían de las acerías, las minas, la producción de vehículos y maquinarias, por nombrar algunos sectores afectados. Sin regulaciones para hacer la transición hacia nuevas funciones productivas de la naciente revolución industrial -por el bienestar de la gente- se vio el “patriotismo” de empresas como Apple, General Motors, Microsoft, que se mudaron a Asia o México, despidiendo a numerosas personas para dar trabajo a un chino o a un mexicano más barato. Esto también hizo que Trump ganara.
5. Finalmente, Donald Trump es presidente de los Estados Unidos gracias también al impulso de los medios de comunicación y el periodismo. Lo apoyaron directa e indirectamente al difundir sus tonteras y sus pocas ideas sin advertir y criticar. El efecto más complejo de la comunicación, los significados que la gente interpreta, estuvo presente en el momento final de la votación y empujó a Trump para conseguir los electores y ser presidente.
Así está el mundo. Como siempre, lleno de incertidumbre. Con un presidente en la gran potencia elegido por la irracionalidad. A medida que pase el tiempo y la nueva realidad del país -y del mundo- se vaya definiendo, podremos, a lo mejor, entender por qué sucedió lo que sucedió. Mientras... aumenta nuestra ansiedad y curiosidad por el futuro.