“Platero y yo” cumple 100 años y quiere volver a las aulas

El clásico de Juan Ramón Jiménez fue lectura obligatoria para muchas generaciones, pero hoy pocas escuelas lo incluyen. Una mendocina encabeza un proyecto para reincorporarlo y los docentes están revalorizando su aporte literario.

“Platero y yo” cumple 100 años y quiere volver a las aulas
“Platero y yo” cumple 100 años y quiere volver a las aulas

Con sólo nombrar el título del libro resurge en la mente de todo aquel que lo leyó el primera párrafo: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”.

Es que “Platero y yo” fue una lectura obligatoria para varias generaciones de mendocinos. Hoy, sin embargo, el clásico del español Juan Ramón Jiménez ha perdido espacio y sólo se enseña de forma obligatoria en un puñado de escuelas. En el año de su centenario, una iniciativa local busca volver a difundirlo mediante talleres en bibliotecas populares y colegios primarios, siempre haciendo hincapié en los valores que transmite.

Raquel Aznar, escritora y presidenta de la cooperadora de la biblioteca Juan Bautista Alberdi de Luján, es una de las promotoras del retorno del burrito a las aulas. “Estoy haciendo una investigación para ver cómo se podría retomar y que los lectores lo redescubran. Creo que uno de los caminos es a través de la educación”, señaló.

Para ella la obra se fue perdiendo porque “se impuso la actualidad”. “Es un proceso cíclico, pero nosotros tenemos que ayudar a no olvidar los clásicos porque tienen un contenido universal siempre vigente, aunque muchas veces se deje de lado por la inmediatez”, apuntó Aznar, que organiza talleres que fomentan la lectura de “Platero y yo”. “Cuando uno lleva la lectura programada y la analiza como una obra de hondo contenido ecológico, de rescate de la naturaleza, que humaniza, que nos pide que nos asombremos, que nos detengamos ante un mundo de prisa, los chicos vuelven y se enganchan”, aseguró.

La escuela Benito Juárez, de Perdriel, fue una de las que participó en la experiencia. “Trabajamos en el aula a través de un práctico y nos enfocamos en algunos capítulos. Lo más rico que pudimos vivenciar fue que los chicos trasladaron lo leído a experiencias que ellos mismos tuvieron con algún animalito”, relató Darío Caballero, docente de séptimo grado. En ese establecimiento también se enfocaron en conocer al autor y el contexto histórico. “Hablamos del periodo de entreguerras, lo que les interesó mucho a los alumnos. Además funcionó como un trampolín para que pudieran empezar a encontrarle el gusto a la literatura”, remarcó.

Por fuera de aquella iniciativa, en la escuela Juan Martínez de Rozas, Godoy Cruz, decidieron este año volver trabajar con el libro. “Como una forma de recuperar la vieja lectura, aprovechando el año de su centenario, con la directora decidimos reincorporar la lectura de Platero”, narró Alejandro Guillot, maestro de cuarto grado.

Para el educador, este clásico tiene un lenguaje muy rico y permite plantear infinidad de actividades. “La idea es leer capítulo por capítulo y hacer una pequeña comprensión de cada uno”, detalló quien enseña sobre la vida de Jiménez y los componentes del paratexto. Además del homenaje por el aniversario, el docente busca que los chicos conozcan qué leían sus padres en la primaria: “Y que sepan que no todo pasa por la tele, la compu o la tablet. Que la lectura alimenta el alma”.

Resignificar la obra

Para Silvina Juri, especialista en literatura infantil y juvenil, durante muchos años “Platero y yo” fue mal utilizado “porque era obligatorio y no se le sacó el jugo a su esencia sino a una cuestión más escolar, como por ejemplo buscar sujeto y predicado”. Para revertir esa concepción es necesario resignificar la obra y resaltar los valores que quiso transmitir el autor, consideró.

Mercedes Gobbi, profesora de Letras y escritora, coincidió con esta postura. “Se le ha dado un uso erróneo durante toda una etapa en la que se lo leyó mucho y no se llegó a apreciar. Este clásico necesita una mediación y un clima muy especial que muchas veces no se tiene”, manifestó.

Cuando le ha tocado estar frente al aula ella no impone a Platero de forma obligatoria: “Sí les hago leer algunas estrofas para apreciar el nivel lírico, pero el libro entero lo ofrezco dentro de un listado opcional que se suma a otros ejemplares que son obligatorios”. Es que en su opinión la concepción de la literatura ha cambiado: “Los chicos prefieren más lo que es directo, lo que es de acción, una prosa más narrativa que descriptiva”, afirmó.

Por su parte, Juri, que también es directora del Espacio de Literatura Infantil y Juvenil (Edelij), recalcó que ya hay docentes que se están apropiando nuevamente de la obra. “Muchas veces recurren a versiones o adaptaciones con dibujos a color que puede ser más atractivas para los chicos”, explicó.

Buscado en las librerías

En algunas más y en otras menos, lo cierto es que en las librerías del centro mendocino “Platero y yo” se sigue vendiendo. “Hay una edición que se ha reeditado para niños con un lenguaje más fácil e ilustraciones; sale muchísimo”, relató Diego Corradi, encargado de la librería Iván Mizsei. El costo de este libro es de $ 96 mientras que la versión original vale $ 50. “Son clásicos que se venden siempre, como ‘El fantasma de Canterville’, ‘La Ilíada’, ‘La Odisea’, ‘El Quijote’, entre otros”, enumeró.

A Roxana Melone, encargada de Mendoza Libros, le llamó la atención que este año docentes de varios colegios mendocinos les pidieron el libro a sus alumnos para leer durante las vacaciones de invierno. “Vinieron muchos padres a buscarlo; la verdad que estuvo muy solicitado”, señaló, a la vez que comentó que la edición ilustrada se les agotó.

En Rayuela, en cambio, no han tenido demasiada demanda de la publicación, salvo en casos excepcionales. “No es un libro que salga mucho en general, pero ahora parece que se los han vuelto a pedir porque se trata de un clásico”, aseguró Santiago Salomone, encargado de la librería.

"Es una historia entrañable"

La escritora Liliana Bodoc (autora de la “Saga de los confines”), recuerda haber leído “Platero y yo” en la primaria. “Me acompañó en la escuela, porque lo único que me gustaba era leer y siempre estaba muy agradecida de las lecturas”, comentó. Si bien no lo volvió a retomar de adulta, lo reconoce como una obra que marcó a varias generaciones: “Es una historia entrañable y uno después repite el inicio casi como un clásico de la descripción”. Igual, comprende que hoy se haya dejado de leer en los colegios.

“Es un libro que posiblemente no tenga esa agilidad que reclaman los chicos, que en general buscan un lenguaje más activo o interactivo. Creo igualmente que eso no le quita el valor que tuvo y que aún tiene”, remarcó, y destacó sus aportes: ternura, soledad y amistad.

Nació para lectores adultos

Aunque “Platero y yo” se popularizó como una obra para niños, Juan Ramón Jiménez nunca lo pensó para ellos. Él mismo lo dejó en claro en el prólogo de una de las ediciones. “Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a todos se le ocurren”.

Al incluir en su contenido cierta crítica social, parecía quedar claro que era un texto para adultos, pero su sencillez y transparencia hicieron que con el tiempo se transformara en un libro infantil.

La obra nació por mera casualidad. Su autor tenía pendiente un trabajo con el que no pudo cumplir a causa de una discusión con su esposa, Zenobia Camprubí. Pero para no dejar con las manos vacías a su editor, Jiménez le dio unos capítulos de Platero que finalmente alcanzaron la fama. Por su trascendencia mundial, este año se celebran con un sinfín de actividades los 100 años desde su primera publicación en 1914.

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