"La obra gira alrededor de la literatura, de la dramaturgia y del teatro. Juega mucho con la idea de la ficción y la realidad", dice en una entrevista su director, Ariel Blasco. Y sí: "Pequeños círculos" es eso al nivel de la trama. Pero también es mucho más, porque propone ingresar a un universo intrigante, divertido e íntimo que se va desplegando de a poco. Es, como los buenos vinos, un espectáculo que seduce lentamente y de manera sorprendente a cada paso.
Ariel Blasco es uno de los directores más interesantes de su generación, y vuelve a demostrarlo en "Pequeños círculos". Ya con su puesta sobre "La felicidad" de Javier Daulte, la obra anterior que condujo para la Comedia Municipal (todavía se programa en salas), aportó una propuesta que se puede medir entre las mejores de los últimos años. Lo mismo sucedió con "Reflejos", su mirada escénica sobre el texto de Matías Feldman (también en cartel).
Esta trilogía que mencionamos de Blasco constituye lo que podríamos calificar como la madurez de su sello de puestista teatral, a la hora de pensar en dispositivos que se engarzan como un rompecabezas insólito.
En los tres espectáculos el suspenso, la atmósfera incierta (no oscura, ni densa, sino de incógnitas curiosas y entretenidas), el punteo caligráfico de la iluminación, la escenografía como territorio de contexto para que cada pieza de sentido vaya encajando en su momento específico, el color como signo expresivo (en los vestuarios, en los objetos escénicos, en las luces y sombras), la banda sonora desde una concepción cinematográfica, y el acento en lo ‘no dicho’ entre los personajes como marca relacional, son sus gestos indelebles.
Un punto aparte merece el retorno de González Mayo a los escenarios mendocinos, después de muchos años de ausencia.
Con esas bien usadas armas Blasco compone, tanto en “Pequeños círculos” como en “Reflejos” y “La felicidad”, mundos extracotidianos que, a la vez, logran inmediata pregnancia con la platea.
En "Pequeños..." estos elementos se desarrollan para darle aire diáfano a una trama en la que un escritor de best sellers se debate sobre cómo trabajar en medio de un bloqueo creativo. Cuestionamientos como: ¿quién escribe el texto?, ¿qué rol cumple el editor?, ¿qué decir y cómo?, ¿quiénes son los personajes? se entrelazan en un relato con sus buenos ingredientes de policial y diatribas amorosas.
El sólido texto de William Proziuk es un as bajo la manga para que esta puesta sea exitosa. Pero no lo es todo. Se suma la destreza del puestista que es Blasco y las actuaciones de Rubén González Mayo, Jorgelina Jenón y Rodrigo Casavalle; principalmente, en un elenco muy bien elegido durante el proceso del casting.
Un punto aparte merece el retorno de González Mayo a los escenarios mendocinos, después de muchos años de ausencia. Su contrapunto actoral con Casavalle es notable y marca diferencias.
Elegir un proyecto para un elenco oficial como es la Comedia presenta sus complejidades: tiene que ser una obra de fácil acceso para la comprensión del espectador, de calidad artística y con una poética que se aleje de las fórmulas de la industria y acerque a las plateas poco entrenadas a formas teatrales de riesgo artístico.
Todos esos aspectos están contemplados en “Pequeños círculos”. Blasco, y esta compañía concertada, ingresan en el podio de “los mejores” del año.
Ficha
"Pequeños círculos"
Dramaturgia: William Proziuk. Dirección: Ariel Blasco. Con: Rubén González Mayo, Marina Candolino, Jorgelina Jenón, David Laguna, Rodrigo Casavalle. Diseño sonoro: Ariel Blasco y Fernando Veloso. Diseño escenográfico: Andrés Guerci. Realización: Rodolfo Carmona. Iluminación: Noelia Torres.
Asistencia de dirección: Marcelo Ríos Roig.
Sala: Teatro Quintanilla.
Días y horarios: sábados a las 22 y domingos a las 20; durante junio y julio.
Calificación: Muy buena