El tablero “Ouija”, de origen impreciso aunque comercializado como un producto de la moda espiritista a finales del siglo XIX, ha vuelto a ser una herramienta de propagación del mal para el género del terror que de un tiempo a esta parte está relanzando artefactos de su imaginería clásica, desde las brujas, las posesiones diabólicas, los poltergeist y la demonología más variada, pensado para una nueva generación de seguidores del miedo.
Y nada como una nueva película pre Halloween para comenzar a crear una atmósfera tenebrosa en las salas de cine.
“Ouija, el origen del mal” es en realidad una precuela de la exitosa cinta de 2014, una especie de reinicio de un relato en el que vamos a descubrir de dónde apareció este juego de mesa que aterrorizó a los protagonistas de la primera película.
Esta plancha que lleva impreso un alfabeto y números y que al ser manipulado en grupo puede evocar la presencia de los muertos, se reactualiza ahora siguiendo la moda de ambientar los nuevos cuentos siniestros en el pasado, hace décadas atrás, tal como viene ocurriendo desde la "refundación" nuevo milenio que le imprimió James Wan tras el boom de “El conjuro”.
Según las primeras reseñas, la nueva “Ouija” se esmera al menos en su envoltura atmosférica en el hecho de recrear ese espacio inquietante y de suspenso de los clásicos de los años 70, lo que le da una calidad estética superior a la primera entrega.
Situada ahora en 1965, en Los Ángeles y en la misma casa del filme anterior, la historia ahora remite a la familia Zander; una madre viuda llamada Alice (Elizabeth Reaser); su hija adolescente Paulina, conocida como Lina (Annalise Basso) y otra de 9 años, Doris (Lulu Wilson).
Alice, una madre soltera con serios problemas financieros, lleva adelante un fraude en complicidad con sus hijas: le ayuda a aquellos desamparados que han perdido a sus seres queridos en contactarlos con el Más Allá por un puñado de dólares.
El engaño se fortalece con la adquisición de un tablero de Ouija que Alice aprenderá a usar, incluso cuando juega a comunicarse inútilmente con su último marido.
Sin embargo, la ouija pronto demostrará que realmente sirve como conductor cuando Doris queda poseída por una entidad que claramente tiene intenciones muy malévolas.
Es que Doris comienza a mover el alfabeto del tablero sola - rompiendo una de las reglas más importantes del juego - y demuestra escribir palabras de la lengua polaca y al mismo tiempo ciertas tenebrosas de transformaciones físicas que le llaman atención al padre Tom (Henry Thomas), el director de su escuela católica.
Miedo de diseño
El director y guionista Mike Flanagan, emparentado hace tiempo con el género y que estrenó anteriormente “Oculus” y “Hush”, aporta cierto atractivo criterio para ir armando un arco de tensión y para lograrlo, afortunadamente, sacrifica esa patológica dependencia del susto calculado cada cinco minutos típicos del género actual.
Tampoco deja de lado la profundidad psicológica de personajes principales como Alice y el sacerdote, pero como viene sucediendo en la suma de las últimas películas de miedo, son las niñas las verdaderas protagonistas del filme: la adolescente Annalise Basso refleja claramente la angustia de su edad en su personaje y la niña Lulu Wilson luce impresionante como la niña poseída que en cada secuencia se va volviendo más peligrosa y terrorífica.
No obstante, tras un desarrollo que viene desarrollándose con sobriedad, el film comienza a tambalearse hacia el desenlace y el tramo final se desencaja en comparación con lo que viene planteando, especialmente cuando se devela la aparición de un demonio, con un rostro muy parecido a uno de los mimos azules de los humoristas de los ochenta los Blue Man Group.
En contraposición, el filme luce visualmente suntuoso, especialmente por la fotografía otoñal de Michael Fimognari (“The Walking Dead”, “Oculus”) y el cuidado diseño de producción visual de época de Patricio M. Farrell (“Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros”, “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”).
De todas maneras queda claro que este largometraje funciona como una historia independiente y que se desprende de las conexiones con la primera “Ouija”.
No obstante, hay que esperar hasta los créditos finales para encontrar vinculaciones con la anterior en la que se revela una secuencia corta pero muy sustanciosa con la veterana actriz de género Lin Shaye y con el único personaje que liga a ambas películas.
Previas de miedo
Teniendo en cuenta un 2016 con una movida de películas de terror bastante decentes en comparación de otros años, a los productores de Hollywood les va costando reiniciar una narración con aires "originales", en equilibrio con el recuerdo los clásicos del género que se ha convertido en una fórmula de moda para los amantes del terror de hoy.
En esta reestructuración del género, con menos gore y homenajes y más suspenso y buenos relatos, se busca sobre todo una historia inteligente que pueda recuperar las tramas de los más reconocidos referentes y darle un giro estético contemporáneo.