La fecha del regreso del papa Francisco a la Argentina sigue siendo uno de esos misterios insondables y siempre sujetos a especulaciones políticas.
Sin embargo, el Gobierno y la Iglesia trabajan sin plazos, y bajo el más estricto sigilo, en el “operativo retorno” de Jorge Bergoglio al país.
La canciller Susana Malcorra aseguró que el regreso de Bergoglio a su tierra natal no fue un punto abordado en la audiencia privada que mantuvo ayer con Francisco en el Palacio Apostólico.
Empero, la ministra de Relaciones Exteriores y Culto ratificó en Roma que la invitación del gobierno argentino al Papa “está abierta”, por lo que la visita se concretará cuando el “Santo Padre lo considere oportuno”.
En ese encuentro de una hora, en el que dialogaron sobre la situación social y temas de interés mutuo de la agenda internacional, el Papa le aclaró a Malcorra que, a partir de ahora, no recibirá a más políticos argentinos para mantenerse “al margen” del proceso electoral en el país.
En este contexto, y con la expectativa latente de que el Papa vendrá pronto, la Conferencia Episcopal Argentina designó recientemente al obispo Enrique Eguía Seguí, antiguo colaborador de Bergoglio en Buenos Aires, como encargado del “operativo retorno”.
La movida silenciosa, y llamativa para muchos, abonó las especulaciones sobre la posibilidad cierta de que el Papa vuelva a pisar suelo argentino antes de lo que a priori se presupone.
Pese a que todavía no hay una confirmación oficial de la visita apostólica, ni siquiera una insinuación desde el Vaticano, en ambientes políticos y eclesiásticos no descartaron que pueda concretarse entre marzo y julio de 2018.
Los obispos consultados fueron cautos y prefirieron no arriesgar una fecha. “Lo esperamos, y lo vamos a recibir en su casa como corresponde.
Mientras tanto, hay que seguir preparándose espiritualmente y en unidad”, manifestó un vocero episcopal.
En los pasillos de dependencias gubernamentales, la expectativa es mayor y algún que otro funcionario dejó trascender que “sería un golazo” que Bergoglio viniera en julio” del año próximo, en coincidencia con la reunión del G-20 en Buenos Aires.
La intención de las autoridades -reveló una fuente- es que Francisco hable ante la cumbre de líderes de países industrializados y emergentes que encabezará Mauricio Macri, como presidente del país anfitrión.
Pero esa idea-deseo de las autoridades argentinas es considerada de “alto riesgo” y tiene como condicionante el tema de la seguridad, ante un posible ataque terrorista.
La sola versión de que Bergoglio puede venir al país abrió el interrogante sobre a qué lugares querrá ir para “encontrarse con sus afectos”, como ha dicho en alguna oportunidad, tanto en Buenos Aires como en las provincias.
Los que más lo conocen no descartan que vaya a la Villa 21 de Barracas, a la que Bergoglio considera su casa, mientras las autoridades querrán que acuda a la Villa 31 de Retiro, donde la Ciudad lleva adelante un plan de “urbanización” y espera instalar la sede del Ministerio de Educación, además de ceder un predio para la fundación pontificia Scholas Occurrentes.
Tampoco es descabellado pensar que Francisco quiera ir al partido bonaerense de La Matanza, donde el obispo Jorge García, empresarios, sindicalistas y políticos ya cursaron una invitación formal para que vaya a ese distrito gobernado por el kirchnerismo. Muy probablemente al Mercado Central, para un encuentro con el movimiento obrero similar a que protagonizó Juan Pablo II hace 30 años.
Otra plaza puede ser San Luis, “Estado llamante” de familias refugiadas por la guerra en Siria. Una “política inclusiva” del gobierno de Alberto Rodríguez Saá con los desplazados que es aplaudida por el Vaticano.
Pese a todo, el regreso de Bergoglio a su tierra natal sigue dilatándose, por lo que católicos de a pie comienzan a manifestar su fastidio por las “condiciones” que se sugieren pone el Pontífice para visitar a sus compatriotas. Condiciones a las que le atribuyen motivos más políticos que pastorales, más allá de la atadura lógica a la agenda de viajes apostólicos.
Dudas que también sembró el canciller de la Academia Pontificia de Ciencias, el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, en su reciente visita a la provincia de San Luis, donde dijo que el Papa vendrá al país “en el momento oportuno”.
Juan Pablo II regresó a Polonia ocho meses después de ser electo y realizó nueve visitas a su país durante su largo pontificado, mientras que Benedicto XVI lo concretó apenas cinco meses después de su elección papal. Francisco lleva cuatro años en la Cátedra de Pedro y aún no hay certeza sobre cuándo vendrá.