Tras un centenar de audiencias, que comenzaron en febrero del año pasado, este megajuicio tuvo ayer el extenso -y esperado- testimonio del ex camarista Otilio Roque Romano. Frente al Tribunal apoyó sus palabras en cientos de hojas agrupadas en una carpeta roja, donde acumuló citas, referencias, discursos y, principalmente, varias amenazas que recibió junto a sus pares, el fallecido Gabriel Guzzo y el otro imputado Luis Miret, a los incluyó en su, por momentos, vehemente defensa.
Fue durante una hora y 29 minutos que Romano aprovechó para hablar de sus 50 años como abogado que cumplió estando en la cárcel, para recordar que en aquel tiempo (década del ‘70) “en la Justicia no se podía ser vago” y aprovechó para demostrar con documentación los “sobreseimientos” que firmó, con lo que queda demostrado que “nunca fui cómplice de los militares”.
Agregó enfáticamente que “ellos (por el Ministerio Fiscal) que lo acusa) saben cómo trabajamos nosotros... saben que pusimos lo que había que poner en ese tiempo”. En principio señaló que la acusación a la que fue sometido por lo menos “fue ligera”, tras lo cual descartó de plano la imputación de “asociación ilícita”, propuesta durante el debate.
Recordó que quien lo imputó inicialmente fue Juan De Luca, el mismo fiscal que “me acusó a mí de no investigar (a 3 días de su nombramiento), en “tiempo récord” desistió del recurso de apelación en la causa del fiscal Alberto Nisman.
Consideró que se lo acusa por “algunos hechos inexactos y otros inventados, utilizados como golpes de efecto”, pero que en realidad es un vicio que “yo llamo anacronismo porque nos están juzgando hoy con los avances tecnológicos por causas que ocurrieron hace 40 años”.
Era pobre
También habló de que cuando entró a la Justicia vivía en el barrio Fusch, es decir “donde terminaba Godoy Cruz, porque atrás y al costado había viñas”. En otras palabras, explicó, “era pobre” y ahora me acusan de “colaboracionista de los dictadores”, dentro de un contexto de “guerra” como el que, dijo, se vivió en aquellos años.
Ése fue el momento que aprovechó para recordar que vivía amenazado (leyó una carta enviada por el Comando Anticomunista Mendoza, una especie de filial de la Triple A) y que por eso “llevaba a mi hija a la casa de los vecinos”.
Ese dato lo ratificó señalando a un hombre que, entre el público, estaba sentado en la sala. A lo largo de su testimonio, Romano habló de “la persecución que está sufriendo desde hace 6 años y que declaraba para que su hijo más chico (el que también fue amenazado por teléfono) y que tiene a su padre en la cárcel, sepa quién soy”.
Hoy -dijo- se siente “acosado del poder político y por la prensa que ahora sólo tiene voz para ellos y de nosotros, a los que llaman represores, no se habla”.
A lo largo de su testimonio hizo referencia a una carta del general (Jorge Alberto) Maradona, jefe de la VIII Brigada de Infantería de Montaña, donde queda demostrado -dijo- que a “nosotros como Justicia nos obviaban”.
Recordó el caso de “cinco policías, entre ellos el cabo Cuello, (asesinado en la puerta de la Comisaría 1ª en calle Godoy Cruz), de los cuales nunca tuvimos conocimiento ni intervención judicial. Tampoco de los muchos que fueron “sepultados como NN en el Cuadro 33 del Cementerio de la Capital”.
También hizo referencia a su presencia en la delegación Mendoza de la Policía Federal, donde se interesó por los abogados Fuad Toum y Alfredo Guevara, a los que “visitó junto al juez Agüero, viendo que se encontraban bien”.
Sobre el filo del mediodía,Romano argumentó que “se sentía cansado”, por lo que el médico tras revisarlo notificó al Tribunal, que sufría de un pico de presión y decidió postergar la continuidad de su testimonio para el próximo lunes.
