Habiendo transcurrido doce años y medio de gobiernos del kirchnerismo, Argentina sigue siendo miembro pleno del Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Qué sentido tiene, entonces, el video en el que numerosos artistas, inducidos por la dirigencia K, muestran carteles con la leyenda “No volvamos al Fondo”, que fue compartido en las redes sociales por la ex presidenta Cristina Fernández? ¿Querrá decir “no volvamos al lugar de donde nunca nos fuimos”?
Muchos de esos artistas, como de los seguidores que logró el kirchnerismo durante esos 12 años y medio mediante su sistema clientelar son -lamentable es tener que decirlo así- personas manipuladas maliciosamente por un gobierno y dirigencia que hicieron de la mentira su herramienta de gestión. ¿Sabrán ellos que el último gran crédito del FMI a la Argentina fue otorgado el 20 de setiembre de 2003 al nuevo gobierno del presidente Néstor Kirchner, un stand by por U$S 12.500 millones a 36 meses?
¿Toda esa gente cree que la Argentina de los Kirchner anduvo estos años a los chancletazos contra el FMI? No es así. Néstor Kirchner hizo, a fin de 2005, un gesto estúpido y carísimo en busca de un efecto mediático: le devolvió de sopetón al Fondo el total de aquel crédito pagándole U$S 9.800 millones en efectivo, con 32% de las reservas existentes en el BCRA, que quedaron en sólo U$S 16.990 millones.
No hubo quita, porque a los organismos internacionales no se les puede hacer recortes. Para incrementar las reservas, Kirchner ordenó después emitir bonos que fueron suscriptos por la Venezuela de Hugo Chávez, a tasas exorbitantes frente a las que se pagaba al FMI. A partir de entonces sobrevino el seguidismo de Argentina a su financista.
La única reticencia con el FMI ha sido la negativa a someterse a la Consulta del Artículo IV, auditoría a la que se prestan periódicamente la inmensa mayoría de los 188 países que integran el organismo. Argentina es uno de los tres que desde hace más años no se prestan al Artículo IV: Macao, un pequeño territorio administrado por China, que no lo hace desde 1998; Venezuela, cuya última auditoría fue en setiembre de 2004, y Argentina, en julio de 2006.
El paso no fue casual: poco después los Kirchner destrozaron el Indec y empezaron el estropicio económico. ¿Qué le iban a mostrar al mundo? Internamente los K podían decir a su gente que la economía estaba “un kilo”, pero la realidad es que las cuentas públicas no soportaban un test ácido.
Hay quienes creen que la negativa al artículo 4 tuvo raíz ideológica. De haber sido así, tampoco Brasil, Bolivia y Ecuador se hubieran prestado a la auditoría. Desde que Argentina se niega, Brasil se prestó seis veces (2007, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2015), Bolivia siete veces (2006, 2009, 2010, 2011, 2012, 2014 y 2015) y Ecuador tres veces (2008, 2014 y 2015). ¿Acaso Lula, Dilma, Correa y Evo son menos progres que Néstor y Cristina? Vamos... esos países tenían menos qué esconder.
En 2012 Argentina estuvo a punto de ser expulsada del FMI por embustera. Le cuestionaron la magnitud de crecimiento que había reportado y otros indicadores. El FMI emplazó al país para que en 180 días mostrara progresos en la metodología de información económica que iba a dar al organismo. Ésa pudo haber sido la primera expulsión de un miembro desde 1954, cuando el organismo eyectó a la antigua Checoslovaquia por no presentar los datos requeridos.
Argentina zafó del sofocón mediante un “arrugue de barrera”, según lo hubiera descripto el Gordo Muñoz: se abocó al trabajo conjunto con el organismo para el desarrollo de un nuevo Índice de Precios al Consumidor (IPC), pero jamás volvió a prestarse al artículo IV. Cristina Fernández siguió en su mundo de mentiras y falsedades escondiendo inflación, pobreza, indigencia y retroceso. De allí sí que nunca salió y es necesario que nunca se vuelva. El mejor cartel que podrían exhibir los argentinos sería, entonces, uno que dijera: “No volvamos a la mentira”.