“Ni una menos” y lo que aún queda por hacer

Este año la marcha en reclamo de "ni una menos" congregó a miles de personas pese al frío y a la lluvia. Pero para generar conciencia en la población hacen falta otras iniciativas ya que no puede quedar todo en un reclamo por año. hacer

“Ni una menos” y lo que aún queda por hacer

El reclamo fue importante y la convocatoria, efectiva. Casi cinco mil personas en Mendoza supieron ganarle a la lluvia y al frío y se concentraron en el Kilómetro Cero para sumarse al reclamo nacional de “ni una menos”.

Situaciones similares se vivieron a lo largo y a lo ancho del país y el tema se viralizó, llegando inclusive a Uruguay y a Chile, donde se produjeron marchas similares. Pero la advertencia sobre la violencia de género no puede centralizarse en una marcha anual sino que debe ser una constante, a los efectos de generar la suficiente conciencia en la población para terminar de una vez por todas con el flagelo.

El reclamo tiene su origen en Ciudad Juárez, México, donde en 1995 la poetisa Susana Chávez escribió un poema con la frase “ni una muerta más”, terminando asesinada por su lucha por los derechos de las mujeres. Esa situación motivó que un grupo de escritoras, artistas y periodistas militantes tomaran la expresión y la convirtieran en “ni una menos”, para utilizarla como convocatoria para las movilizaciones.

En el caso de la Argentina, un grupo de mujeres organizó una maratón de lectura, en marzo de 2015, coincidiendo con el hallazgo de la joven Daiana García el mismo día en que se cumplieron diez años de la desaparición de la estudiante neuquina Florencia Pennacchi cuando salía de su casa en el barrio de Palermo.

Fue allí donde se decidió ampliar la convocatoria a una marcha hacia el Congreso de la Nación, la que se cumplió el 3 de junio del año pasado y que alcanzó una cifra que superó las 300 mil personas. El objetivo fue visibilizar el problema de la violencia hacia las mujeres, en especial el asesinato y el femicidio. Se reclamó que no haya más víctimas y se pidió que las instituciones brinden los instrumentos necesarios para garantizarlo.

En el caso de Mendoza, las dos convocatorias fueron importantes y, en este año, potenciada por el reclamo de justicia ante la desaparición de dos jóvenes mendocinas, Marina Menegazzo y María José Coni, en una playa del Ecuador y por el caso de Alejandra Rodríguez, la niña de 8 años violada, asesinada y calcinada en Maipú.

De acuerdo con lo señalado por organismos específicos, la marcha del año pasado multiplicó las denuncias y generó conciencia en la población, lo que se tradujo en una merma en los asesinatos de mujeres.

De todos modos, las cifras son por demás preocupantes: el año pasado se registraron 275 femicidios y este año se sumaron 66 en los primeros tres meses.

Es importante lo realizado, es interesante la respuesta a las convocatorias pero hace falta mucho más porque la gente toma conciencia con profundidad el día de las marchas o las semanas cercanas a las mismas, pero después el cúmulo de noticias diarias va diluyendo la atención, la que vuelve a profundizarse recién cuando se produce un nuevo caso de femicidio.

De allí que surge la necesidad de establecer otra estrategia, la que podría pasar por la sanción de leyes específicas y también por la posibilidad de establecer una cultura de concientización desde la propia escuela primaria, lo que permitiría actuar sobre niños que, en algunos casos, viven la violencia de género en sus propias casas y consideran que puede llegar a constituir un hecho habitual, sin advertir de la gravedad de la situación.

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