Un domingo que los Kinder Videla Mengele caminaban por el centro (no había ni un alma por las calles, imagínense) se encontraron de pura casualidad con Spinetta, que venía caminando de lo más tranquilo. Eran los tiempos del casete, y el "Negro" (el guitarrista de la banda) llevaba justo uno con el primer demo que habían grabado. No lo pensó dos veces: se lo regaló. El "Flaco" flasheó con el nombre, y cómo no hacerlo.
La historia del nombre es así: lo eligieron de una lista entre otros doscientos que se le habían ocurrido a Egar Murillo (sí, el artista plástico), que fue también quien anudó los contactos para que pudieran conocerse y fusionarse, allá por el 85'. La cuestión es que estos milagros del punk cuyano no se conformaron con "Kinder Mengele" (tal fue el nombre propuesto por Murillo, a quien empezaron a llamar con justa razón "el quinto Mengele"), sino que -poco tiempo después- le agregaron la tónica nacional. Así es que no los unió el amor, sino el espanto.
"Queríamos dejar en claro que éramos como los hijos del horror", comenta Edgardo (el "Negro") Guerra. Mientras se recarga la voz con sorbos de café, cuenta anécdotas como éstas de a montones. Es que treinta años de carrera no vienen solos.
El año pasado, la legendaria banda que forma junto al Mito Murillo (voz), Punko Murillo (batería) y Alejandro Peralta (hoy en el bajo) cumplió sus tres décadas, y el festejo oficial lo están preparando para este 2016. No pueden adelantar más, puesto que la fecha va a quedar sujeta a cuando terminen de grabar su nuevo disco (con producción de Fana Martínez), que van a presentar también para la ocasión.
Ahora bien, lo curioso es que el Negro tiene una especie de doble vida musical: a la par de esas noches afiebradas de pogo y clandestinidad (y de censura, sostiene) también se calza de vez en cuando su smoking, ya que tiene que cumplir con la reputada imagen de un cellista. Tal es el instrumento que toca en la Orquesta Municipal de Mendoza desde hace 20 años.
-¿Por qué el cello?
-En principio, era un instrumento con el que no tenía que rendir ingreso a la Escuela de Música... resulta que en esos momentos había pocos cellistas, como hoy hay pocos violistas. Además, yo sabía que con este instrumento, si hacía las cosas bien, iba a tener trabajo.
De hecho no terminé la carrera, porque concursé antes en la orquesta y me quedé ahí.
Lejos de las canciones incisivas de KVM, con esta formación de 35 músicos se dio el gusto de tocar música clásica (por supuesto), además de los monumentos del jazz, del tango y hasta de la salsa. Así, el oficio que empezó de niño probando escalas con su guitarra (quizás a escondidas de su papá, que no lo quería músico) y que pulió tres meses con el propio Tito Francia, le dio la posibilidad de incursionar en terrenos insospechados.
-¿Y qué aportó "académica" en tu carrera con los Mengele?
- La escuela de música me dio disciplina y formación. ¡Cumplía con horarios! Dicen que hacer música es el arte de combinar los sonidos, pero también de combinar los horarios (risas)… Estudiar ahí me preparó para ser músico de fila y músico solista, y para tocar lo que sea.
Comenta ilusionado que la Orquesta está entrando en una etapa nueva. Es que, después de ensayar por años en el subsuelo del Concejo Deliberante (y gracias a la gestión de su director, el maestro Néstor Longo, y de la directora de cultura de la ciudad, Martha Artaza), este ensamble Municipal por fin tiene una sala de ensayo propia: el teatro Quintanilla. En esta nueva etapa empezaron también a trabajar con centros culturales (como con los chicos de La Favorita), con lo que rescataron la función social que tiene la música.
-¿Nunca se te ocurrió hacer rock con el cello?
-Tuve una época en la que probé un dúo con guitarra, en el que tocábamos jazz y tango, y también colaboré con Zonda Projeckt y con los Bela Lugosi…
-Está la idea de que un instrumento tan melodioso como el cello no se puede combinar bien con este tipo de música…
-¡Nooo! Esa es la idea general, y más o menos eso piensan también la mayoría de los cellistas. Eso fue lo que le encantó al Gabo Correa (tecladista de Zonda Projeckt): supo que entendía bien el lenguaje de la música. Ya los viejos Apocalyptica usaban este instrumento, y también hay un montón que graban discos haciendo versiones de Jimi Hendrix.
-Punto aparte: ¿En qué andan los Mengele?
-Además de grabar el nuevo disco, del que ya tenemos listo la mitad, tenemos invitaciones para tocar en Colombia, Venezuela, Chile… Hace unos años hicimos nuestra versión de "Indio hermano", de Los Jaivas, y gracias a eso nos están conociendo en otros lugares.
"Seguimos siendo el grupo más censurado de Mendoza", asegura, "en otras partes nos conocen más que acá". Alguna vez les dijeron que habían creado una marca propia, y es un hecho que demuestra la vigencia que tienen aún hoy. Por poner un ejemplo: el año pasado Mi Amigo Invencible reversionó en villancico una de sus canciones, "Tirá la piedra Juan". Sí, inspiración para muchos.
El punto es que, más allá del instrumento que se calce entre los brazos, lo suyo se trata de una actitud ante la música.
"La música es mi hija", dice con palabras concisas antes de mostrar con orgullo la remera que lleva puesta (y que busca entre varias capas de abrigo): Tiene estampada la cara de un hombre viejo, con cara larga, flaca y ojos enigmáticos.
Es William Burroughs, ícono de la generación Beat, y esa remera tiene casi la edad de la banda. Está un poco desteñida, pero los años de lavarropas no le han borrado ni un poquito el sentimiento.