El maestro Orlando Pardo era dueño de una frase de cabecera que reiteraba con frecuencia y que aparecía en sus catálogos: "La pintura es un pretexto para hacer de la vida una obra de arte". La misma frase la ha dicho una de sus hijas, Selva, quien junto a su gran familia y sus amigos comenzaban a reunirse en la casa taller en Chacras de Coria para despedirlo a lo grande, junto a sus hermanas Violeta, Laura y Andrea y sus nietos Florencia, Jorgelina, Sebastián, Verónica, Matías, Lucas, Mariano, Victorio, María José, Paloma y Pablo.
Nacido en Luján el 2 de noviembre de 1930, la familia de Orlando Pardo se mudó a Tupungato, donde pasó la mayor parte de su niñez y adolescencia. Al principio quiso ser piloto de avión como su padrino, la primera persona que le obsequió pinceles y colores. Pero cambió de idea y se puso a pintar.
Dicen en su familia que Marcelo Santángelo, amigo de su hermano mayor, al ver sus dibujos, alentó al joven Orlando a ingresar a la Academia de Bellas Artes de la UNCuyo. En esa época fueron sus primeros profesores nada más ni nada menos que Roberto Azzoni y Sergio Sergi.
En 1944, a los 14 años, cuando consiguió un empleo como cadete, Pardo alquiló una habitación en un conventillo que había en la esquina de Primitivo de la Reta y Amigorena y lo convirtió en taller. Lo compartió con sus compadres de lienzos, Carlos Alonso, Fernando Lorenzo y Ciro Bustos.
Unos meses después, fue invitado a una muestra colectiva de pintores mendocinos en la Casa de Mendoza, en Buenos Aires, compartiendo la galería con Sergio Sergi, Raúl Domínguez, Ramón Gómez Cornet y Francisco Correas.
Con su amigo Alonso inició a finales de la década un viaje de aprendizaje por Tucumán. El plan era convertirse en discípulo del gran Lino Eneas Spilimbergo, algo que no ocurre inmediatamente. Allí toman clases con Pompeyo Audivert, Gómez Cornet y otros.
Por otro lado, Spilimbergo lo esquivó al principio pero le consiguió un empleo como modelo de desnudos y un rinconcito en un taller. Pero un día Lino miró sus dibujos y recién allí lo aceptó como discípulo.
En 1953 Orlando queda fascinado por el movimiento del muralismo durante un viaje a Chile, donde conoce en un congreso a Diego Rivera, Pablo De Rokha y Pablo Neruda.
El 8 de mayo de 1954, Orlando se casa con Chela Arce, su compañera de la vida, a quien conoció en la movida bohemia de artistas como Alonso, Fernando Lorenzo, Ciro Bustos, Carlos de la Mota, que se agrupaban en distintos cafés céntricos, codeándose con los protagonistas del Nuevo Cancionero Cuyano, con Enrique Sobisch, Luis Ciceri, Rafael Montemayor, Abelardo Vázquez, Tejada Gómez, Mercedes Sosa, Tito Francia.
En 1963 el matrimonio Pardo se mudó a Buenos Aires. Chela se convirtió en su marchand y se inicia un circuito de exposiciones en prestigiosas galerías como la Joraci, Nino, Nexo, Van Riel y Rubinstein. En la Van Riel participó de un homenaje a su querido Spilimbergo.
Pardo y Chela han sido de los pocos mendocinos en experimentar "in situ" la rebelión francesa de Mayo del 68. Ellos estaban allí ese año en un viaje de perfeccionamiento.
En 1973 regresan a Mendoza y se radican en su casa de Chacras de Coria, un hogar que con los años se convirtió también en taller. Es el momento en que Orlando crea la serie de pinturas de niños con pájaros, un auténtico icono de su obra.
En 1977, en una entrevista con Los Andes, Pardo afirmó: "Un cuadro es para mí un acto de amor. Es por eso que últimamente me he dedicado a captar todo lo maravilloso que hay en la niñez". "En la plenitud de sus dones artísticos vemos con qué habilidad técnica se vale del informalismo, el machismo, el realismo, el expresionismo, la abstracción y últimamente el neofigurativismo", había escrito un crítico sobre él.
Ese año, el maestro viajó a Chile, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia. Incluso expuso en New York.
Al regreso, junto a Luis Ciceri, Pardo abre las puertas del Taller 77. "Tratamos fundamentalmente de hacer algo vivo, es decir, integrar los problemas de la vida cotidiana, del andar del mundo, a este quehacer. Que no sea una evasión, como sucedió en otras épocas, si no precisamente lo que tiene de mágico se incorpore a nuestro diario vivir", le explicó a este matutino.
El legado de un grande
Desde finales de los 80, las obras del maestro y dibujante fueron reclamadas en distintos encuentros. Con Hernán Abal y Alfredo Ceverino participó en la Primera Bienal Internacional de Cuenca, en Ecuador y dicta cursos de pintura en New York. En paralelo, además se inician una serie de retrospectivas de su obra en distintas instituciones, galerías y museos de la provincia.
El maestro nos regaló, además, tres obras a todos los mendocinos: el mural en el Círculo de Periodistas de Mendoza, de 1961, el de Cacheuta, en 1981 y el de la cúpula del edificio del actual Ministerio de Turismo de Mendoza, instalado en noviembre de 2010, en el año de su cumpleaños número 80.
También dibujó en dos oportunidades, en 1978 y 1981, dos afiches de la Fiesta Nacional de la Vendimia.
El año pasado, la Fundación Rural Mendoza inauguró una muestra "Homenaje a Orlando Pardo y Chela Arce". Varios de los datos escritos por el Lic. Pablo A. Chiavazza en el catálogo de aquella exposición, han servido de fuente para esta nota.