“Mis amigos de siempre”, del romance al thriller sin escalas

Por la falta de rating, la tira de Pol-ka comenzó a explorar giros inesperados en su trama, virando hacia el policial y dejando a la vista una cultura de la improvisación en la ficción televisiva porteña.

“Mis amigos de siempre”, del romance al thriller sin escalas
“Mis amigos de siempre”, del romance al thriller sin escalas

Los invitaron a jugar al fútbol y a competir por el amor de chicas lindas, pero terminaron aprendiendo a usar armas, a volver de la muerte y a sobrevivir a la cárcel. Con esas pocas palabras podría describirse la actualidad de “Mis amigos de siempre”, la tira de Pol-ka que entre nosotros se emite, desde abril pasado, de lunes a jueves de 21.30 a 22 por Canal 7.

La idea inicial, si es que alguien la recuerda todavía, había sido poner a Simón (Nicolás Cabré), Julián (Gonzalo Heredia) y Manuel (Nicolás Vázquez) -tres amigos de la infancia que comparten la pasión por el club de barrio-, a vivir la cotidianidad de los 30 años, mezclando enredos amorosos con una atractiva contraparte femenina, Bárbara (Emilia Attías), Tania (Calu Rivero) y Rocío (Agustina Cherri).

Como amalgama, el programa proponía explorar los padecimientos del paso hacia la adultez, contextualizados en ese costumbrismo al que nos tiene acostumbrados Adrián Suar. La propuesta tenía consistencia, reunía un elenco convocante y planteaba una comedia romántica a tono con otras ofertas que comenzaban a salir al aire.

Pero la fórmula no pegó, el rating siempre le fue esquivo (promedia 11 puntos según Ibope) y, de repente, “Mis amigos de siempre” comenzó a surfear las profundas aguas del cambio de género: eso que le pasa al guión cuando no hay nada más que perder. En este caso, el desvío fue hacia el policial. Parafraseando al refrán: dime cuánto rating tienes y te diré cómo cambiará tu argumento.

Improvisate algo

No es raro que los libros de un tira de ficción made in Argentina sufran vaivenes. La mayoría de los programas se piensan con pocos meses de antelación, diseñan una idea general para los personajes y comienzan a probarse una vez puestos al aire.

En la medida en que el rating es favorable, siempre es más fácil volver sobre los pasos y repetir, muchas veces hasta el hartazgo, la fórmula. Sin ir muy lejos, valga recordar los videoclips de Natalia Oreiro y Adrián Suar en “Solamente vos”, los flashbacks al pasado ochentoso de “Graduados”, la persistencia por emparejar a Carina Zampini y Sebastián Estevanez después de “Dulce amor”.

En cambio, si el rating va para atrás, los cimbronazos son bruscos y la paleta de colores contempla desde el cambio del horario de emisión hasta la muerte de personajes clave y el ingreso de otros nuevos para incorporar algo de aire. Ahí es cuando se introducen también los embarazos no deseados, las adicciones, los secuestros, las pérdidas de memoria, la muerte, todas ellas situaciones extremas que buscan provocar golpes de efecto que no siempre armonizan con la trama.

Siguiendo con los ejemplos cercanos en el tiempo, en el último año se vivió una alta tasa de mortalidad en las ficciones menos vistas: Mike Amigorena fue estrangulado en “Los vecinos en guerra” y canjeado por Juan Gil Navarro, y Soledad Silveyra se despidió de “Mis amigos de siempre” tras ser baleada en un asalto y agonizar en el hospital. Incluso el personaje de Gonzalo Heredia estuvo muerto por unas horas, aunque de mentiritas.

No es cuestión de achacarles la visión cortoplacista a las productoras de tevé. La forma no es ajena a la idiosincrasia local: acostumbrados estamos todos a la improvisación como estilo de vida. Además, el planteo anual de los ciclos y, por qué no, la enemistad que surge en algunos lugares de trabajo llevan a muchos a bajarse con una parsimonia que no hace más que poner en evidencia, muchas veces, la falta de compromiso con algunos proyectos. Todo conjuga para llevar a un show al fracaso.

Y el espectador, bien gracias

En ese escenario, el espectador muchas veces es tomado como conejillo de indias. La fidelidad de la audiencia se mide con la planilla de rating en la mano y pocas veces se tiene en cuenta a los pocos que se engancharon con una historia. Ese contrato virtual que se impone entre el programa y el público, en especial cuando éste es escaso, la mayoría de las veces se rompe desde el lado interno de la pantalla. Por lógica de negocios, los canales de aire no parecen tener en cuenta nichos, sino masas. Ni hablar cuando levantan shows del aire sin muchas explicaciones. Cuántos tendales de espectadores cautivos habrán quedado en el camino, “traicionados” por el bajo rating.

Todo hace suponer que son los productores quienes manejan la batuta. Pero deberían ser más cautos. Los últimas tendencias muestran que “Avenida Brasil” se mantuvo como lo más visto aún con un cambio dramático de horario (pasó de las 17 a las 22 en Telefé y aquí, por Canal 9, a las 14) y que se imponen las producciones concebidas de antemano, con final listo y un tiempo pautado de transmisión (además de la novela brasileña, otra de las sorpresas en la primera mitad del año fue la colombiana “Escobar, el patrón del mal”). Cuando algo pega, el televidente premia.

Un caso paradigmático de que la improvisación no siempre es conveniente, fue lo que ocurrió con Benjamín Vicuña en “Farsantes” el año pasado. La muerte del personaje, provocada por la salida del actor por compromisos laborales, hizo caer estrepitosamente el rating de la tira, que iba viento en popa. Voto castigo que le dicen. Esa vuelta, eligió el público.

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