Es hora de ponerle un cerrojo al arco. De dejar atrás esa tediosa racha de dieciocho partidos consecutivos recibiendo goles. Atrás, muy lejano, quedó aquel 1 a 0 frente a Rosario Central en el Gigante de Arroyito con gol de “Tito” Ramírez.
¿Quién iba a pensar que aquel miércoles 27 de agosto iba a ser el último partido en el que Sebastián Moyano salió con el arco ileso?
Es así. Si por algo se caracterizó aquel equipo de Carlos Mayor fue por dar muestras de su facilidad para generar situaciones y convertir goles, tanto como su debilidad en su propio arco.
Durante el torneo pasado supo ser, junto a Independiente, el segundo equipo más goleador (con 31 conquistas) detrás del River del Muñeco Gallardo (convirtió 34). Sin embargo, por otro lado fue el equipo que más veces la fue a buscar al fondo del arco para sacar del medio: 39 veces.
Los números y el repaso minucioso de cada uno de los goles que padeció en el segundo semestre de 2014 marcan lo descompensado que se mostraba, la falta de equilibrio, las distracciones en la pelota parada, los espacios regalados y los contrarios desbordando y ganando las espaldas de los defensores con mucha frecuencia y facilidad.
Por eso, la consigna para este año fue comenzar a reconstruirse desde abajo. Para reforzar el fondo llegaron el paraguayo Diego Viera, Leonel Galeano y Nahuel Zárate, quien pese a ser lateral fue utilizado por Oldrá como carrilero por la banda zurda. Y está más que claro: el Tomba mejoró en la faz defensiva. No le hacen de a dos, tres y cuatro goles como en el certamen pasado. Sin embargo, tres de los cuatro goles que recibió en el actual y novedoso torneo de Primera División con 30 equipos, fueron por errores propios.
En el debut en el clásico contra San Martín de San Juan cometió el mismo error del pasado. De un córner en contra bien ejecutado por Bogado, Ramiro López le ganó a Ceballos en el salto y puso el 1-1 final.
Frente a Estudiantes de La Plata, cuando el Tomba lo ganaba con gol de Leandro Fernández, el Colo Gil ejecutó un tiro libre con zurda desde el sector derecho y Alvacete -en su afán de rechazar- involuntariamente la metió con su pie derecho. Allí, es cierto, hubo mala fortuna. Sin embargo, dejó al desnudo su falta de concentración en las jugadas de balón detenido.
Y ante Huracán, el viernes pasado, cuando parecía que ya habían pasado los sofocones que provocó Wanchope Ábila y la libertad que tuvo Rolfi Montenegro para meter estiletazos a espaldas de una defensa en línea, el que falló fue Sebastián Moyano. Por eso, mañana en Mataderos es hora de cerrar el arco con candado.