María José Vargas vio de niña a las “Leonas” y se enamoró de la casaca de la Selección argentina de hockey sobre césped. Quiso usarla en un mundial juvenil de racquetball en su natal Bolivia, pero no la dejaron. Una década después pudo sacarse las ganas con esos colores en los Juegos Panamericanos de Toronto.
“Majo” nació, hace 22 años, en Santa Cruz de la Sierra y hace dos se nacionalizó argentina, pese a que en su país el deporte es mucho más popular. Vargas es la última adquisición extranjera en el equipo albiceleste, en el cual ya compiten desde antes Shai Manzuri, de origen israelí, y la canadiense Veronique Guillemette, casada con el jugador argentino Daniel Maggi, cuarto integrante del seleccionado.
Vargas ganó dos medallas de bronce en Guadalajara para su país, pero se sintió atraída por el programa del Ente Nacional del Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), que a partir del mayor financiamiento obtenido a través de un impuesto a las llamadas móviles ha contribuido al desarrollo del deporte no profesional desde 2009.
“Hacen que los deportistas se sientan seguros y solo piensen en el juego. Es mucha la diferencia. Eso me decidió a cambiarme para jugar para Argentina”, explicó Vargas, Nº2 del mundo detrás de Paola Longoria (MEX).
Pero su pasión por la Albiceleste es de antes. “Desde chica me gustó Argentina por las ‘Leonas’. Cuando era chica y jugué mi primer mundial junior, sin querer usé como remera las de ellas por cábala. Casi me echan del equipo. La sigo teniendo. Tenía 12 años. Casi me matan. Me sacaron y me la cambiaron”, recordó.
En Argentina, hay apenas cuatro canchas de racquetball, todas en Buenos Aires. En Bolivia existen unas 2.000 y varias más en México. Vargas reside en Estados Unidos, donde hay una liga profesional, y reparte el resto del tiempo entre Buenos Aires y Santa Cruz de la Sierra.