Dentro de la poderosa y variada literatura emergente de la provincia de Córdoba, podríamos destacar a Borde Perdido Editora, sello independiente con proyección hacia todo el país, que ha irrumpido en el campo intelectual en 2013 y cuenta en su catálogo con nombres como Silvio Mattoni, Mario Bellatín y Liria Evangelista.
Ediciones que se caracterizan por una fuerte impronta visual que cuida tanto del diseño interior como del arte de tapa. Un proyecto laboral que “intenta resignificar el trabajo editorial, manteniendo un trato cercano con los autores, cuidando en detalle las ediciones, y generando modos de circulación diversos”.
Su director, el creativo artista plástico, Sebastián Maturano, nos habla de este proyecto mutante y autogestivo que ya cuenta con tres colecciones en continua expansión, creando otros espacios literarios y camadas de nuevos lectores ávidos de buena literatura.
-Lo que hiciste con Borde en apenas dos años, creo que no tiene antecedentes dentro de la edición independiente argentina. ¿Cuántos títulos ya sacaron?, ¿20?
-Sí, la verdad que dicho así suena como una locura, y en parte es una locura. Sí, son 20 títulos al momento que han salido por Borde. Una vez un amigo me dijo que hay cosas que si las pensás mucho no las hacés, y si bien Borde Perdido Editora es un proyecto pensado y craneado muchísimo, hay una dimensión que si uno se la pone a pensar mucho no hace nada, se queda paralizado, esa dimensión para mí es la realidad, esa maquinaria que te dice “no lo hagás, hacé algo útil, productivo, etc.”.
Por otro lado, los libros de Borde son hechos tracción a sangre, es decir, son cosidos y encuadernados a mano, uno por uno, en primeras ediciones de 100 ejemplares que, al momento de agotarse, siempre se intentan reponer, previo hablar y acordar con al autor o autora, claro. Aunque este año haremos por primera vez una tirada de 200 ejemplares de una sola vez.
-Sos mendocino. Estudiaste en la Universidad de Cuyo, pero armaste la editorial en Córdoba con proyección federal, que abarca gran parte de todo el país. ¿Te considerás un autodidacta?
-En cierta forma sí me considero un autodidacta. Desde chico me gustó dibujar y pintar, como a casi todos los niños, nada más que en mi caso lo seguí haciendo “de grande”, por eso fui a la Escuela de Bellas Artes de Mendoza, y después a la Facultad de Artes.
Aunque pasé por espacios de formación institucional donde aprendí muchas cosas, mirando en perspectiva, siento que donde más se aprende es en el trabajo colectivo y en el encuentro con el otro, en ese intercambio se crece mucho.
Aprendí y aprendo mucho más de mis pares y compañeros que de los docentes que tuve, que, salvo un par, siempre fueron mezquinos y egoístas. Por ejemplo, un gran espacio de formación fueron los años que estuve en La Araña Galponera, un colectivo artístico de la ciudad de Mendoza que formamos en 2007 con varios amigos, con quienes trabajamos mucho algo que se suele nombrar como artepolítica, haciendo, sobre todo, intervenciones urbanas.
Una de las que más recuerdo fue en el 2009, cuando hicimos La primera bienal de fotocopias, una intervención gigante por toda la ciudad, de convocatoria abierta, donde participaron más 200 artistas, no solo de Argentina, sino de buena parte de América Latina. Sin ese aprendizaje de laburo colectivo, siempre en vínculo con el hacer, seguro que Borde Perdido no existiría, o sería algo muy distinto, Borde Perdido existe porque hay una historia, no nació de la nada.
-¿Cómo fueron tus comienzos con la literatura?
-Creo que mi comienzo con la literatura fue por la lectura, supongo que siempre es así. Cuando tenía 10 años mis viejos me regalaron “Veinte mil leguas de viaje submarino”, y ese libro fue el comienzo de un viaje que sigue hasta hoy.
Después vino el cómic yanqui que estaba conectado con los dibujitos de la tele, y después conocí la historieta argentina, me acuerdo perfecto, en el año 98, cuando me compré El Eternauta, tenía 13 años, estaba en primer año del secundario y flashié mal con esa historia y esos dibujos. Ese fue el comienzo, después vinieron las lecturas adolescentes de la secundaria, y las lecturas de la época de la universidad, Artaud, Lautréamont, Fogwill, Laiseca, y muchos más.
-Contame sobre las colecciones que integran el sello. ¿Cómo se arma un catálogo como el tuyo?
-Borde Perdido tiene tres colecciones, una de narrativa, una de poesía y otra dedicada al dibujo. La verdad que desde el principio no creíamos mucho en la idea de género, pero dispusimos la idea de colecciones para poder ser más claros como editorial hacia afuera, pero siempre con la idea de que los géneros se cruzan, y hay libros que no los podés encajar en ninguna de esas tres categorías (narrativa, poesía, dibujo).
Además, la misma editorial juega con la idea de cruzar las prácticas de la literatura y las artes visuales, y eso va desde tener una colección sólo dedicada al dibujo, pasando por el modo en que se construye el objeto libro, hasta llegar a libros que publicamos que no se pueden colocar fácilmente en ningún género.
El catálogo se genera desde la lectura y muchas horas de pensar, cranear y enroscarse. De todas manera no creo en identidades cerradas y definidas, me interesa más bien la posibilidad de ser mutante e ir cambiando y jugando, incorporar distintas cosas, por ejemplo.