Cuando se habla de “Lo que el viento se llevó” todo parece el sueño de un megalómano: mucha producción (4 horas de fotogramas en color absolutamente épicos), mucho presupuesto (4,25 millones de dólares), recaudación astronómica (400 millones de dólares), varios directores (cinco, por lo que se sabe), infinidad de actores (50 con diálogos, más 2.400 extras), anécdotas a montones y, como si fuera poco, reestrenos como para llenar el calendario: hoy se suma uno más, de hecho.
¿Se animan? A las 20, en Cinemark Palmares, se reestrena otra vez este clásico de clásicos, en una única función que será (he aquí la novedad) en formato digital, en 2D y subtitulada.
Como sabemos, “Lo que el viento se llevó” (“Gone with the Wind”, en el original) es una de las películas más célebres de la historia del cine, la más taquillera por muchos años, la que recibió más Oscars hasta 1959, y este reestreno viene a demostrar -de alguna forma- no solo que hay apetito por cine de culto, sino que ese cine puede ser incluso vigente.
“El amor nunca pasa de moda”, dicen algunos. Aquí lo demostramos. “No envejeció”, dirán algunos sobre este film de 1939; o “envejeció noblemente”, responderán otros más cautos, pero todos coincidirían en algo: hoy es una perfecta ocasión para dejarse atrapar por la nostalgia technicolor e incluso para verla por primera vez con todo el esplendor cinematográfico.
Pero atención, porque este no será el único reestreno en sala. En los próximos meses llegarán, también a Palmares, otros dos títulos emblemáticos: “2001: Odisea en el espacio” (1968, de Stanley Kubrick) el 20 de mayo, y “El mago de Oz” (también de 1939 y de Victor Fleming) el 20 de junio.
El viento fue y volvió
Era invierno en Atlanta, y además feriado, puesto que el gobernador de Georgia quiso dejar en claro el acontecimiento que significaba tal estreno. Ese 15 de diciembre de 1939 las hordas de ciudadanos acudieron hasta el Gran Teatro Loews. Además, el ayuntamiento de esa ciudad, donde se desarrolla la película, montó un festival de tres días, se engalanaron las calles y se pidió a los ciudadanos que se vistieran (¡miren qué pedido!) con trajes de época.
Y las expectativas estaban bien fundadas. Es que “Lo que el viento se llevó” fue, hasta ese entonces, la producción más cara de la historia del cine. En el transcurso del rodaje, que duró alrededor de 125 días, habían pasado al menos cinco por el plató y ya antes, desde hace dos años, se venía buscando (casi como deporte nacional) a la actriz que habría de interpretar a la protagonista.
Scarlett O’Hara, finalmente, cayó en manos de la británica Vivian Leigh, que aquí tuvo su primera consagración (luego llegaría “Un tranvía llamado deseo”).
La historia, basada en la novela homónima de Margaret Mitchell (Premio Pulitzer) contaba las idas y vueltas entre Scarlett, una sureña caprichosa, y el sibarita engominado Rhett Butler (Clark Gable).
El alto romanticismo de la dupla, sumado a otros personajes como la noble Melanie Hamilton (Olivia de Havilland) y la entrañable nodriza negra Mammy (Hattie McDaniel) se ganaron corazones a lo largo y ancho del mundo. Y esto pese al gran componente nacionalista que vemos en el film, puesto que esta larga historia de amor se desarrolla antes, durante y después de la Guerra de Secesión Norteamericana (1861 - 1865).
Los directores
Nunca sabremos los motivos reales de por qué George Cukor se apartó de la dirección pocos días después de empezar el rodaje. Todo parece indicar que el productor, el legendario David O. Selznick, lo despidió por la antipatía que le tenía Gable, por ser un director abiertamente homosexual; otros rumores dicen que Cukor sabía detalles del pasado de Gable que al galán le incomodaban (había sido gigoló, incluso con hombres).
Cukor fue reconocido por su sensibilidad a la hora de tratar con sus actrices (su film musical “Mi bella dama”, con Audrey Hepburn, fue todo un éxito), por lo que una vez afuera de la producción, Vivian Leigh y Olivia de Havilland siguieron concurriendo a él para preparar sus papeles.
Lo sustituyó, como sabemos, Víctor Fleming, quien filmaría el resto de la película, aunque hubo momentos (especialmente cuando tenía crisis nerviosas) donde el rodaje quedó a cargo de William Cameron Menzies (diseñador de producción) y Sam Wood, por ejemplo.
¡Quiero ser Scarlett!
Fueron más de 1400 las actrices que, en el transcurso de dos años, pasaron por el casting. La campaña publicitaria para encontrarla fue carísima: cerca de 92 mil dólares, que salieron del propio Selznick.
La caprichosa e intrépida Scarlett O’Hara podría haber tenido la cara de las siguientes actrices: Katharine Hepburn, que como era tan diva se negó a someterse a una prueba, Carole Lombard (esposa de Gable), Joan Fontaine (aunque su hermana Olivia sí quedó en el elenco), Irene Dunne y Norma Shearer, entre muchas otras.
Por otra parte, una Elizabeth Taylor de seis años iba a interpretar a Bonnie (la hija de los protagonistas), aunque después se bajó del papel.
Sabido es también que la elección de Leigh no fue bien recibida por muchos, que consideraban un despropósito y hasta un insulto nacional que una británica interpretase a una heroína sureña. De hecho, se cuenta que durante el rodaje Fleming y Leigh tuvieron varios altercados, acentuados especialmente porque el director era poco dado a las indicaciones con sus actrices.
Entrañable y ganadora
Hattie McDaniel, que interpretaba a la entrañable esclava Mammy, fue la primera actriz negra en ser nominada a un Oscar y, también, la primera en ganarlo.
Así se hizo con la estatuilla de Mejor Actriz de Reparto. Sin embargo, hete aquí lo curioso: ella, que había ganado el máximo galardón, no pudo asistir al estreno en Atlanta, como tampoco el resto de los actores afrodescendientes. Es que, incluso en esa época, todavía existía la división racial que la misma película condenaba: al Gran Teatro Loews solo podía entrar gente “blanca”.
El conflicto sigue hasta hoy, puesto que muchos critican el tratamiento que la película hace de la esclavitud y cómo muestra a los esclavos (algunos defienden a sus amos en contra de su propia libertad, otros son colaboracionistas del norte, es decir los “malos”).
Olivia eterna
Es interesante retener este hecho: Olivia de Havilland, la estrella que interpreta a Melanie Daniels en “Lo que el viento se llevó”, aún está viva. El próximo 1 de julio cumplirá la venerable edad de ¡101 años!
Reside en París desde mediados del siglo pasado y hacia su casa peregrinan todavía cientos de fanáticos todos los años. En los últimos años, además de infinidad de homenajes, formó parte de campañas de concientización sobre el Mal de Alzheimer.
El histórico estreno en Mendoza
“Lo que el viento se llevó” se estrenó en Mendoza el 12 de marzo de 1941 en el Cine Avenida, ubicado en calle San Martín 1339 (entre Lavalle y Buenos Aires). La película llegó a nuestra ciudad casi seis meses después de su estreno en Capital Federal, que tuvo lugar el 25 de setiembre de 1940, y más de un año después que su estreno en los Estados Unidos (en diciembre de 1939), pero fue igualmente un fenómeno social que el propio Diario Los Andes de esos días remarcaba como “uno de los más destacados acontecimientos cinematográficos de todos los tiempos”.
Desde entonces, “Lo que el viento se llevó” ha sido también el film más reestrenado en el mundo y en nuestro país con, al menos, una reposición en sala cada diez años.
En Mendoza, hacia fines de los 70, el Cine City ubicado en la galería Tonsa la reestrenó en formato “cinerama”, aunque en realidad se trataba de una copia ampliada a 70 mm proyectada en la gran pantalla curvada que ofrecía la sala.
El último reestreno fue en agosto de 1999, ya en las multisalas que habían surgido algunos años antes.
Furor de fans
Ninguna película ha desatado más la euforia de los coleccionistas y reunido más fanáticos que “Lo que el viento se llevó” desde el mismo día de su estreno.
Por lo pronto en la ciudad estadounidense de Atlanta, donde se ambienta el film, se creó en 1972 un Club de Admiradores de “Lo que el viento se llevó”, que cuenta entre sus más de 600 integrantes a un argentino, Carlos Saravia Aguirre, único sudamericano de la entidad y que se vanagloria de ser el mayor coleccionista de objetos de la película que existe en nuestro país, además de haber recorrido todos y cada uno de los lugares que se mencionan tanto en el libro como en la película.
Entre otros preciados objetos, Saravia Aguirre guarda reliquias como el programa original de la noche del estreno en Atlanta, que le regaló una coleccionista irlandesa y hoy está valuado en 25 mil dólares.
También es poseedor de un par de guantes que usó Vivian Leigh en la película y que se los obsequió la hija de la estrella, además de una edición original del guión con anotaciones del propio David O’Selznick, productor y verdadero autor del film.
En varias ciudades del sur de los Estados Unidos, además, existen hoy calles, plazas y hasta restaurantes con nombres de los personajes de la película.
Entre nosotros, y para no ser menos, se ofrecen hoy a través de Internet (precisamente en el sitio Mercado Libre) los programas originales del estreno del film en el Cine Broadway porteño, al módico precio de $400. Y aunque usted no lo crea, hay gente que los compra.
En cajita
Para finalizar, hay que sumar que existen numerosas ediciones de lujo de la película en DVD y en Blu-ray, aunque ninguna argentina.
Quizá la más curiosa es una edición española que salió para el 75 aniversario de la película y cuya caja incluye, además de tres discos (uno con la banda sonora), tres pañuelos bordados con la firma de Rhett Butler (el personaje de Clark Gable) y una cajita de música de madera labrada y pintada que, al levantar su tapa, deja escapar sonidos del famoso “Tema de Tara”, el bello leit motiv del film.
El club de los elegidos
El selectísimo club de películas con más Oscars de la historia tiene a este film en cuarto lugar: 10 premios en total, incluyendo uno honorario a William Cameron Menzies y uno por Logros Técnicos. Sin embargo, no cuenta el Oscar Reconocimiento a la Memoria a Irving Thalberg otorgado a Selznick.
Batió todos los récords hasta 1959, cuando “Ben-Hur” (1959, William Wyler) la desplazó con 11 estatuillas. Después vendrían, con igual número, “El señor de los anillos” (Peter Jackson) en 2003 y la hasta ahora imbatible “Titanic” (1997, James Cameron), también con 11 premios, pero con 14 nominaciones (hito marcado solo por “La malvada” (1950) y, hace muy poquito, por “La La Land”).