“Hibris”, entre ética política y patología

 “Hibris”, entre ética  política y patología

Una aclaración preliminar
El vocablo "hybris", que se puede traducir con "insolencia", "desmesura", "violencia", "orgullo desmedido", es la trascripción literal de una palabra griega. La "y" del alfabeto griego, que aparece aquí en la primera sílaba, se escribe como la "u" en español, pero no se pronuncia como "u" sino como una semivocal que no existe en nuestra fonética.

Su sonido equivale a “ü” o “ue”. Como ejemplo análogo: En francés, la palabra española “luna” corresponde a “lune”, pero la “u” no suena como en español, sino como “ü” o “ue”. El que sabe algo de francés sabrá expresar el sonido correcto.

La misma “y” está contenida en la palabra “psycología”. Dado que la “y” griega ha sido reemplazada por la “i” latina, hablamos de “psicología”. Del mismo modo utilizaremos aquí “hibris” para facilitar la dicción.

Por un lamentable malentendido, en algunos medios de comunicación se ha utilizado el término “hubris”. Según esta fonética extraviada tendríamos que hablar de “psucología” y no de “psicología”. La conclusión se impone: olvidémonos del fonema “hubris”.

A estos motivos de filología elemental habría que agregar una observación basada en una estética igualmente elemental. La palabra “hubris”, sin la “h” aspirada -que no existe en español- tiene una cierta connotación bovina que no es de buen gusto. Otra razón para olvidarla.

El significado de "hibris" en la tradición griega antigua 
Aquí no consideramos los distintos sentidos que el término "hibris" tiene en griego. Nos detenemos en la acepción que nos parece más importante y rica en vistas a algunas reflexiones sobre la "hibris" en el orden político.

En la visión griega antigua de la realidad, el hombre está inmerso en un orden  -el “kosmos”- que une íntimamente lo divino y lo humano. Frente a los dioses el hombre sabe de su finitud y fragilidad.

“Finitud” es el reconocimiento de los propios límites. El que intenta pasar esos límites atenta contra un orden ya establecido, sobre el que no puede disponer. Como orden “cósmico” esto corresponde al orden de las cosas.

Proyectando esta concepción al ámbito de la ética, hay que reconocer que el pensamiento ético griego está caracterizado por la noción de “mesura”: “nunca demasiado”. En la enseñanza sobre las virtudes conocemos el refrán: “virtus in medio”.

La virtud de la “valentía” (en griego “andreia”, en latín “fortitudo”) se realiza cuando se evita tanto la “cobardía” -que es la carencia de valor- cuanto la “temeridad” como exceso que pone en peligro innecesariamente la vida. El ejemplo es claro.

La “hibris” es la tentación insolente de la “desmesura”, que quiere pasar los límites impuestos por los dioses.

En el ámbito de la ética política, la “hibris” se muestra como el ansia desmesurada de poder que es propia del tirano. Lo dice Sófocles en “Edipo Rey”: “La hibris engendra al tirano” (872). Dado que el hombre entregado a esta actitud desconoce su finitud e intenta ser algo que no es -sólo los dioses son los que poseen el poder-, atrae hacia sí el castigo y el odio del mundo divino.

En defensa del héroe trágico se puede argumentar que su deseo de poder es el fruto de la ceguera humana y no de un acto deliberado en contra de los dioses, pero esto no detiene el castigo ni atenúa su virulencia.

Es propio de la “humanidad” de los dioses griegos esto de que no toleren que el hombre traspase sus límites, como si ellos mismos temieran que al final su propio poder sea debilitado. La misma “humanidad” se deja ver en la idea de que los dioses son envidiosos de la felicidad y del bienestar del hombre y que, por ello, siempre hay que temer la desgracia cuando uno es muy feliz.

¿"Hibris" como patología?
Con estas reflexiones abandonamos el horizonte del pensamiento clásico y miramos las cosas desde nuestra experiencia del mundo. 
Posiblemente no hablemos de "hibris", pero conocemos muy bien el desmesurado afán de dinero, de poder político, de poseer determinadas cosas etc.

¿No abre acaso la sociedad de consumo todas las puertas a la desmesura? Por lo menos para aquellos que tienen el dinero suficiente para pagar lo que quieren consumir... Conocemos también a los compradores compulsivos, que no pueden dominar sus inclinaciones. La relación entre “hibris” como la tentación de la desmesura y el comportamiento patológico o enfermizo, no es una elucubración fantástica.

Entre todos estos ejemplos de desmesura consideramos brevemente el caso del poder político, por su importancia en la ética política. 
Ponemos de relieve cuatro pautas de comportamiento:

a. Como si el que ejerce el poder político supiera de su fragilidad intrínseca, siempre va a buscar ampliarlo, hacerlo más grande, eficiente, evitando que queden lados flacos que puedan debilitarlo. La "hibris" se revela como una tentación totalitaria. El que tiene poder, siempre va a querer tener más.

b. En los casos de que el poder esté personalizado -que es lo más frecuente-, el que ejerce el poder se resiste a compartirlo con personas que no estén íntimamente unidas con él. El poderoso vive en soledad o con marionetas sumisas. Compartir el poder sería debilitarlo. Si la sucesión se vuelve inevitable, la descendencia es endógena o incestuosa. No es ninguna casualidad que la frase de Sófocles que hemos citado pertenezca a la historia trágica de Edipo Rey.

c. En este contexto, el lenguaje se vuelve funcional al poder. La palabra se pervierte y pierde su relación con la verdad de las cosas. El signo patológico es que, al final, también el que elabora este discurso está convencido de su verdad, convirtiéndose así en la víctima acabada de su propia mentira.

d. El ansia obsesiva del poder con las consecuencias que acabamos de señalar, corre paralelo a una gradual pérdida del sentido de la realidad, de la necesaria objetividad para mirar las cosas y juzgar sobre ellas. Hay demasiados temores y deseos como para guardar la serenidad necesaria para mirar y aceptar a la realidad tal como es. Esta distorsión o pérdida del sentido de la realidad puede tener a veces un desenlace trágico.

Los tres aspectos que hemos presentado son formas de “paranoia”, entendida en el sentido clásico: una mente enferma, y la “hibris” es una “paranoia” del poder. En la historia del siglo XX y en lo que va del siglo XXI abundan ejemplos concretos para ilustrar lo que hemos afirmado. No necesitamos nombrarlos.

Concluimos estas reflexiones citando en forma completa el diagnóstico sombrío del coro en “Edipo Rey”, cuyo comienzo hemos mencionado antes: “La 'hibris' engendra al tirano, la 'hibris' que se alimenta vanamente de cosas que no son oportunas ni convenientes, que escala hasta la cumbre más alta, para luego precipitarse en un abismo de fatalidad, donde no dispone de pie firme” (872-878).

El texto citado no necesita explicación. “Que el que lea, entienda” (Mc 13,14).

* Sacerdote Salesiano. Doctor en teología,  docente e investigador.

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