¿Hay que amar u odiar a woody allen?

Críticos y periodistas hacen examen de conciencia y se preguntan cómo tratar la obra del cineasta frente a la nueva explosión de alegatos por delitos sexuales.

¿Hay que amar u odiar a woody allen?

La nueva explosión de alegatos contra Woody Allen lleva de nuevo a los cinéfilos a debatir si es ético ver, y posiblemente adorar, sus películas. Esta vez, los críticos y reporteros hacen gran parte del examen de conciencia.

La columna del hijo de Allen Ronan Farrow, publicada el miércoles apenas unas horas antes de la premiere de la nueva cinta de Allen ``Cafe Society'' en Cannes, no solo reiteró los señalamientos de hace décadas de que Allen abusó de su hija Dylan cuando ésta tenía 7 años. También fue un argumento para la industria del entretenimiento, donde la búsqueda de acceso a celebridades suele superar la labor periodística, para reevaluar cómo maneja alegaciones persistentes de abuso sexual que carecen de la claridad de un juicio legal.

“Confrontar un tema con alegaciones de mujeres o niños, que no esté apoyado por un simple fallo legal, es difícil”, escribió Farrow.

“Significa tener esas conversaciones difíciles en las salas de prensa, presentar argumentos para quemar puentes con figuras públicas poderosas. Significa ir en contra de admiradores y publicistas rabiosos”.

La columna de Farrow le siguió a una entrevista profunda con Allen realizada por The Hollywood Reporter, una de las primeras que el cineasta ha concedido desde que Dylan Farrow renovó los alegatos en una carta abierta publicada por el New York Times en el 2014. Farrow lo llamó “un excelente ejemplo de cómo no hablar de abuso sexual” y advirtió una poderosa máquina de relaciones públicas en torno a figuras como Allen que disuade de abordar tales temas.

Sus argumentos han resonado para muchos en los medios de comunicación.

Melissa Silverstein, fundadora del blog Women in Hollywood, escribió una columna en el Guardian titulada ``Por qué no voy a ver la nueva película de Woody Allen''.

“Me gustaría contrarrestar la aparente determinación de la sociedad de no creer en las víctimas. Y me gustaría que la industria del cine haga lo mismo'', escribió Silverstein. “Niéguense a comprar boletos para películas hechas por personas acusadas de abuso. Hagan que ese comportamiento y forma de ver la vida sean inaceptables. Yo empezaré por no ir a ver `Cafe Society' y exhortar a otros a que hagan lo mismo''.

Nina Metz, del Chicago Tribune, también dijo que boicoteará las películas de Allen y su próxima serie para Amazon, pese a que esto la coloque en “una posición peligrosa cuando cubra TV y cine”.

“Colectivamente hemos evitado el trabajo de Bill Cosby, y me pregunto, ¿es esto porque 60 mujeres han dado a conocer historias de violación en sus manos?'', escribió Metz. “¿Le damos a Allen un trato diferente porque una sola persona - su hija- lo ha denunciado?''.

Existe la interrogante de cuánto más tienen ambas partes que decir sobre el asunto. Allen ha negado categóricamente las alegaciones y en el 2014 escribió una larga respuesta que dijo que sería su última declaración sobre este tema. Cuando reporteros le preguntaron el jueves sobre la columna de Farrow, Allen dijo que no la había leído y que no tenía más comentarios.

A algunos de los astros de su nueva película, incluida Kristen Stewart, les han preguntado si sopesaron las acusaciones cuando aceptaron trabajar en “Cafe Society”, una comedia romántica ligera ubicada en la Hollywood de los años 30, cuyo estreno está previsto para julio.

En una conferencia de prensa en Cannes poco después de que se publicara la columna de Farrow, los periodistas que le hicieron preguntas al cineasta de 80 años no tocaron el tema. Es una pregunta indudablemente espinosa, plagada de una ambigüedad irresoluble.

Matt Zoller Seitz, editor en jefe de RogerEbert.com, escribió de manera conmovedora e inteligente sobre su acto de malabarismo como crítico.

``Creo que Woody Allen es uno de los grandes cineastas estadounidenses. Le creo a Dylan Farrow cuando dice que Allen la acosó de niña'', escribió Seitz. ``Ambos pensamientos no son mutuamente excluyentes. Pero son dolorosos de aceptar''.

Seitz admitió que ya no verá las películas viejas de Allen y que esos momentos indelebles de sus filmes -como la escena nocturna en un banquito de un parque en “Manhattan”- ahora llevan adjuntos ``un asterisco mental''.

“Es un gran artista. Yo soy un crítico. Necesito mantener registro de lo que hace en el cine”, escribió Seitz. “Es una obligación profesional, y si descartara el trabajo de directores, actores y escritores a quienes miro mal en lo personal, estaría obviando una gran parte de la historia del cine”.

Farrow pidió ante nada que presuntas víctimas de abuso como su hermana Dylan no sean olvidadas cuando Allen sea agasajado en Cannes o se siente con un reportero a hablar de su vida y trayectoria. Esencialmente, que el asterisco se mantenga adjunto al cineasta.

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