¿Hasta cuándo la violencia en el fútbol?

Nuevamente la hinchada de Godoy Cruz actuó con violencia, rompió parte del estadio Malvinas Argentinas y provocó la suspensión de un partido de fútbol. Ha llegado la hora de decir basta de una vez por todas.

¿Hasta cuándo la violencia  en el fútbol?

¿Cuántos habrán sido? Para algunos no más de 100, otros dicen 200 y los menos destacan que no superaron los 500 los antisociales que, arrojando piedras y cualquier otro tipo de elemento contundente, provocaron la suspensión del partido entre Godoy Cruz y Racing.

Con una agravante: las roturas producidas en el Malvinas Argentinas, el de "todos" los mendocinos, fueron importantes y costará miles de pesos su arreglo. No es justo, ni para los que concurrieron al Estadio a disfrutar de una fiesta del fútbol, ni para los hinchas que han dejado de ir a la cancha por miedo a los hechos provocados por los violentos, ni para la imagen de la provincia. Inaceptable.

La violencia en el fútbol no es un hecho nuevo en Mendoza, en la Argentina y tampoco en el mundo. La gran diferencia radica en que en otros países fue erradicada en base a leyes duras, que avanzaron sobre los líderes de las barras. Quizás los más famosos fueron los hooligans, en Inglaterra, que habían sembrado terror y provocaron inclusive muertes. Frente a ello, dirigentes del fútbol y de la política decidieron actuar en conjunto.

Se aplicaron leyes que contemplaban cárcel para los infractores y la prohibición de asistir, de por vida, a cualquier espectáculo deportivo, más allá del fútbol. Al poco tiempo todo se solucionó y medidas similares se aplicaron en otros países europeos.

A punto tal llega la efectividad de la medida que las hinchadas visitantes pueden concurrir con tranquilidad a los estadios y que en estos se han erradicado los alambrados olímpicos, y sin embargo nadie ingresa al terreno de juego.

Aplicar ese tipo de medidas en la Argentina es prácticamente imposible. Porque los jefes de las barras bravas tienen fluidos contactos con la dirigencia deportiva y también con la política. Porque "trabajan" los fines de semana en los estadios de fútbol y el resto de los días como punteros.

Tampoco es nueva la violencia en el fútbol en Mendoza. Pero lo grave es que, en la gran mayoría de los casos, son los mismos delincuentes (¿de qué otra forma se los podría calificar?) los que han copado la parada, disfrazándose de hinchas. Es el caso de Godoy Cruz, que cuenta con sobrados antecedentes en la materia y, al parecer, no hay forma de alcanzar una solución.

Hechos que comenzaron ni bien ascendieron a primera división, ya que en el primer partido y, como no les otorgaron dinero y entradas "de favor", provocaron la suspensión del match con Arsenal. Que se repitieron en 2009, en un partido con San Martín de San Juan, que debió ser suspendido (hubo tiros en contra del micro que transportaba a los jugadores visitantes); en 2011, en un partido contra Boca, por la venta de entradas; en 2012 (en dos oportunidades, por la copa Libertadores de América) y así sucesivamente.

Hasta que llegamos al año en curso en que los hechos se repitieron en febrero, en el partido contra San Martín de San Juan; en marzo, contra Lanús; en mayo, contra Belgrano de Córdoba; días después contra Sarmiento de Junín y ahora contra Racing.

El enfrentamiento en esta oportunidad respondió, supuestamente, al reclamo contra el director técnico, aunque todos saben que hay mucho más detrás de esa excusa. También se sabe que hay connivencia entre la hinchada y la dirigencia política, razón por la cual nadie se preocupa por hacer algo.

Pero lo cierto y lo concreto es que los mendocinos estamos cansados de tanta desidia, de tanta irresponsabilidad, de tanta injusticia. De una vez por todas hay que decir basta. Se sabe quiénes son porque las cámaras de televisión los han mostrado con claridad. Y si la "hinchada" de Godoy Cruz, sus dirigentes o la conducción política son incapaces de solucionar el problema, deberían adoptarse las medidas para que los restantes partidos del torneo se jueguen fuera de la provincia, por más que al verdadero hincha del Tomba -y del fútbol en general- le duela la medida, pagando justos por pecadores.

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