“Gilda. No me arrepiento de este amor”: Natalia Oreiro en la piel de un ícono popular

La actriz cumplió su sueño de encarnar a la cantante tropical en la película de Lorena Muñoz que se estrena hoy en todo el país, pero también asegura que es el papel que más responsabilidad le ha demandado de toda su carrera.

“Gilda. No me arrepiento de este amor”: Natalia Oreiro en la piel de un ícono popular

En realidad fue un sueño compartido. Tanto la uruguaya Natalia Oreiro como la directora y guionista Lorena Muñoz vienen desde hace años acariciando este proyecto que finalmente vio la luz en el film “Gilda, No me arrepiento de este amor” que se estrena hoy en todo el país.

Recrear la historia de Miriam Alejandra Bianchi, que entre 1992 y 1996 pasó a llamarse Gilda y rompió los moldes del singular mundo de la movida tropical en la Argentina, no sólo fue un desafío para la actriz sino también para la directora y coguionista y para el nutrido elenco del que forman parte Lautaro Delgado, Javier Drolas, Susana Pampín, Angela Torres, Roly Serrano, Daniel Valenzuela y Daniel Melingo, entre otros.

Antes de ser Gilda, Miriam era maestra jardinera y decidió tomar el camino del la música cuando ya había pasado los 30 años. Fue entonces cuando pensó que lo que quería para su vida era ser cantante de temas escritos por ella misma, lo que logró con la ayuda de un arreglador, quien también fue clave en su vida.

Aquella mujer, casada y con dos hijos, no se detuvo ante quienes se enfrentaron a su decisión, como su propio esposo, ni tampoco frente a la mafia que acaparaba el negocio ni a la disyuntiva que significaba dedicarse a su familia o entregarse a la profesión, antes de su inesperado y trágico desenlace.

Oreiro, que asegura que desde niña fue seguidora de Gilda y que contaba 19 años cuando la cantante sufrió el trágico accidente que le costó la vida a los 34 años en una ruta nacional de Entre Ríos, se convierte ahora en su admirada con la meta de no frustrar a sus seguidores y comprometida como nunca antes.

-¿Cuándo nació tu sueño de interpretar a Gilda?

-Yo me convertí en fan de ella desde que murió, cuando yo tenía 19 años. Pero desde antes ya la escuchaba. Aunque desde el momento en que Gilda murió se convirtió en alguien muy importante en mi vida. La reversioné muchas veces en “Muñeca brava”, la imitaba en las bailantas y cuando fuimos una vez al carnaval de Gualeguaychú nos paramos en su santuario para ver su vestuario. A partir de ese momento imaginé interpretarla en cine.

Fueron muchas las propuestas de muchos directores, pero creo que en la vida todo llega en el momento justo, para poder comprenderla en su lugar, porque ahora tengo casi 40 años y soy mamá. De la madre que sufre cuando tiene que dejar a sus hijos para ir a trabajar de noche nació la idea de una Gilda más real, más humana.

-¿Qué cosas fueron las que más te impactaron?

-Lo que más me impactó fue su desafío al prejuicio social. Ella decidió dar un giro de 180 grados, con un amor pasional por su público, lo hizo todo por él, y por eso a 20 años de su partida la gente la quiere y la recuerda tanto.

-Si bien muchos de los personajes que hiciste hasta ahora tuvieron lo suyo, incluso uno en especial, el de "Infancia clandestina", otro inspirado en uno real... ¿qué dimensión le das a este?

-Mis películas anteriores me ayudaron mucho para poder construir este personaje, pero pude entenderla mucho más cuando me relacioné con su familia, aquello de la Gilda maestra jardinera, la Gilda mamá, Gilda amiga... y comprendí lo difícil que fue para ella no renunciar a su sueño cuando ya había pasado los 30 años. A esa edad y sobre todo a las mujeres, la sociedad las presiona demasiado en el sentido de que ya deberían tener todo definido, y si tienen hijos mucho más. Y ella logró cumplir su sueño. Sin lugar a dudas lo que más amó fueron sus hijos, pero el gran amor pasional lo sintió por su público, lo hizo todo por él y se entregó a él con alma y vida.

-¿Creés que Gilda fue completamente feliz o sólo lo era cuando subía a un escenario?

-Creo que realmente fue feliz arriba de los escenarios, donde más brillaba, donde sentía que era ella, donde estaba la gente que la quería y la comprendía, que cantaba sus canciones.

Creo que Gilda es una mujer con la que todos nos identificamos, un gran símbolo de perseverancia, de lucha personal, en una sociedad machista donde te dicen que deberán pasar noventa años antes de que las mujeres tengamos las mismas oportunidades que los hombres.

Y creo que no solo me sucede a mi sino a una gran parte de la sociedad, a la que todavía le cuesta creer en ella misma para que sus sueños sean posibles. Lo más importante es buscar el camino y en el día a día luchar para que eso suceda. Pasaron veinte años desde la muerte de Gilda y que ahora esto se cumpla demuestra que ella ayudó a que sea posible.

-¿Fue clave la relación que tuvo con su público?

-Era una persona igual arriba que abajo del escenario, que le daba su teléfono a los fans, que se acordaba de sus cumpleaños, que le importaba el otro. Creo que el hecho de haber sido fiel a sí misma, a su esencia, y el ser sapo de otro pozo hizo que la gente viera en ella a alguien distinto que permanece hasta el día de hoy.

Es una artista transgeneracional, transcultural, reversionada por músicos de rock, que la cantan en las canchas de fútbol de la Argentina y el mundo, y todos los estratos sociales aman la cumbia, porque ella fue una artista popular en el mejor sentido de la palabra.

-¿Coincidís en que las claves de Gilda fueron su recorte del común en la movida tropical, su calidad como cantante, su brillo y talento como compositora, pero en especial su proximidad en todo sentido con el público, esa calidez que pudo perpetuarla, incluso más allá de su ausencia física?

-Impacta y me impacta el hecho de que componía sus propios temas, una forma de cantar tan particular.

Tengo que admitir que me costó mucho poder interpretarla en lo musical, por su forma de cantar tan particular, desandar mi carrera como cantante y mi admiración hacia ella tuvo que quedar a un costado para poder interpretar a una mujer con contradicciones y a una intérprete que tuvo una manera tan particular de cantar, cómo fraseaba, dónde respiraba. Fue un proceso muy hermoso.

-¿Te imaginás ya el estreno de esta película en Rusia, donde tanto te admiran?

-Para el estreno aquí en la Argentina vinieron cinco rusas y tres checas y en mis giras por Rusia siempre canto algunos temas de Gilda.

Incluso en el documental “Nasha Natasha” que hice con Martín Sastre, hay una parte muy especial donde en cada ciudad de Siberia que recorremos hay chicas cantando “No me arrepiento de este amor” en español, con una coreografía que yo les había mandado y que bailan bajo la nieve. Estamos muy contentos también de que el disco que salió la semana pasada también en formato digital, está entre los primeros puestos de venta.

-¿Creés que va a ser complicado encontrar un personaje superador?

-Es un personaje muy especial, muy motivador, que siempre quise hacer…   Sí, va a ser difícil encontrar uno que proponga tanto desafío, pero lo más lindo es que ahora la película es de la gente. Debo sacarme el traje de Gilda y ponerme uno nuevo para que vengan cosas bonitas en el futuro.

Un paso que suma

Natalia Oreiro es uruguaya, pero vive y trabaja en la Argentina desde hace dos décadas, en las que ha acreditado una larga lista de éxitos tanto en televisión como en cine que le permitieron ganar dos premios Cóndor de Plata -por “Infancia clandestina” (2012) y “Wakolda” (2013)- y ser sinónimo de éxito.

Después de films que la marcaron, como “Francia” (2010, de Adrián Caetano), “Miss Tacuarembó” (2010, de Martín Sastre) y hasta las comedias “Música en espera” (2009, de Hernán Goldfrid) o “Mi primera boda” (2011, de Ariel Winograd), además de las películas ya nombradas, Oreiro trae ahora este nuevo desafío que suma mucho en su destacada carrera de actriz.

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