Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Por el río Paraná / venía navegando un piojo / con hachazo en un ojo / y una flor en el ojal. No solamente en el truco se usa la flor.
También suele usarse en los jardines de setiembre, en los floreros del living, o cuando algún aniversario nos impulsa a decir emociones con flores. Cuando un hombre le lleva flores a su mujer sin ninguna razón, es porque alguna razón hay.
La flor sirve como metáfora de buenas ondas, de buen hacer y decir. Decimos esa es una flor de oportunidad, cuando se nos presenta la oportunidad de comprar un auto, abollado, pero con pocos kilómetros. Decimos ese muchacho está en la flor de la vida, que vendría siendo la juventud. Decimos es un flor del tipo, metafóricamente, para referirnos a un vago de nuestro conocimiento que es más benigno que el pan (lo que es otra metáfora).
La flor es un adminículo que juega a favor de la vida, a tal punto que cuando se va la vida seguimos recordándola con flores. Mendoza ya tiene bandera, la bandera del ejército libertador; Mendoza tiene escudo, un escudo dónde aparece como una exageración el cuerno de la abundancia, pero bueno, es simbólico ¿vio? No tiene himno aunque hubo un intento fallido por crearlo del pasado gobierno, que menos mal que es pasado porque sino corríamos riesgo de que la amenaza se concretara.
Hay algunas canciones que pudieran tomarse como tales: “La Marcha de la Vendimia” (En realidad “Canto a Mendoza”), “Cochero ‘e plaza”; “Póngale por las hileras” u “Otoño en Mendoza” (ojalá).
Pues bien, ahora también tenemos flor provincial. Resulta que la gente de la Dirección de Recursos Naturales Renovables, hace algunos añitos atrás tuvo una flor de iniciativa: determinar, por elección entre los mendocinos, la flor provincial.
Había varias candidatas, flores de candidatas diría yo: la flor del algarrobo, la flor de del retamo, la flor de Guaymallén ( “Eres del prado la más hermosa…”), la flor del chañar, la flor del cactus, y la “flor de curda te agarraste” que es muy usada en las madrugadas de festivales.
Pues bien, la elección de los menducos fue contundente: la jarilla, más precisamente la jarilla cuneifolia, la de flores amarillas. Esa pues. Y me parece bien, la elección coherente con nuestra cultura, con nuestra esencia, con nuestro folklore. Porque la jarilla ha venido acompañándolo al menduco durante siglos en este asunto de habitar con alguna bondad el desierto. Le ha servido de leña, (un asado con jarilla es incomparable. No hay que usarla para tal cosa, pero es incomparable), le ha servido para hornear, le ha servido como medicina casera, por su riqueza en yodo y potasa, por lo que cura el reuma, la ciática, la artritis, y hasta sirve para quitar el olor a patas y para ahuyentar sabañones, que eran unas cosas dolorosas que se usaban en los dedos cuando Mendoza todavía tenía invierno.
Así que la Jarilla se alzó con las preferencias, hubo votos para el cactus quisco y para el chañar brea, y como no podía faltar en una elección mendocina, el demagógico voto: un voto para todas las flores. Así que ya sabe, si andando por el campo, usted se topa con algun jarillal, no pase por pasar, al menos regálele a la que es nuestra flor, una flor de sonrisa. Si me parece escuchar la canción del Hilario: “!Jarillero! Jarilla fresquita le vendo señora de los ojos negros…”