Lea las siguientes expresiones y dígame si no se reconoce en algunas de ellas: “ya no sé cómo calmarlo”, “he probado de todo”, “le sacamos todo lo que le gusta y le da lo mismo”, “es indiferente, no le importa nada”, “lo he puesto en penitencia, lo he dejado sin salir, le he sacado el celular y nada”(...); y la lista puede continuar sin fin porque, cada vez son más los padres que consultan a profesionales sobre estas y otras dudas en lo que respecta a cómo establecer límites a sus hijos.
Se suele afirmar que la madre es la que menos sabe poner los límites a sus hijos, que los sobreprotege y deja en manos del hombre el lugar del “estricto”; pero los límites son tarea de ambos. Sabemos que no existe una escuela para mamás, o papás, pero sí somos conscientes que para garantizar una buena educación es importante que nuestros hijos logren interiorizar los límites y para ello, nada mejor que padres firmes, claros y sobre todo, consistentes. Lograr una disciplina eficaz, tarea no sencilla, pero definitivamente necesaria.
Los límites en la crianza son pautas que se establecen entre padres e hijos, dentro de este tipo de relación jerárquica: no par, comienza a analizar Ximena Olivares -psicóloga infantil-. “Es adecuado que se establezcan de esta manera, ya que el niño necesita que sus padres estén a cargo de la situación, esto les brinda contención y apoyo; además de permitirles entender que tienen dónde afirmarse emocionalmente”. Si bien la psicóloga María Agustina Simone comparte la definición de Olivares, agrega un dato importante para reflexionar sobre el tema: “los límites son pautas de convivencia, son los adultos los que tienen que guiar el camino, establecer las pautas para lograr y mantener la convivencia”.
La palabra ‘límite’ da la idea de tope, indica una dirección; en palabras de Simone, “podemos también pensarlo como el encuadre en el que una persona sabe que puede moverse”. Según las profesionales, cualquiera sea la etapa del crecimiento, los límites se construyen como un juego entre el ceder y el prohibir. Cabe aclarar que los límites son una muestra de amor y cuidado hacia los hijos, a través de ellos brindamos seguridad y protección.
¿Cuándo empieza el problema?
“Poner límites se vuelve conflictivo cuando la relación deja de ser jerárquica y se torna par”, dice Olivares. Porque es ahí donde se presentan luchas “por el poder, por quién tiene la razón y por quién cumple cada rol dentro del núcleo familiar. Consecuentemente esto genera en el niño inseguridad y en los padres impotencia de no saber cómo actuar”, afirma la profesional. Por su parte, Simone plantea que el rol de los padres es determinante en la crianza. Todas sus conductas, conscientes e inconscientes, todo nos forma; también influye el contexto y el entorno en el que nos desarrollamos. Y, los límites no son más que herramientas que los padres les pueden dar a sus hijos para ayudarlos a enfrentar las frustraciones en diversas etapas de la vida. “En todos los ámbitos sirven de herramienta para manejarse y ayudan a comprender que ‘no todo es posible en la vida’”, dice Simone.
Un aspecto interesante que destaca Olivares es que cuando los padres actúan regañando una conducta del niño, deben dirigirse a la conducta no él, no decir “sos pesado”, “sos insoportable”, etc.; sino explicarle al niño qué es lo que les está disgustando de su conducta, por ejemplo: “me molesta cuando tirás la comida”, “me molesta que maltrates a tu hermanito”, etc. También es bueno aclarar que, al poner límites, nos referimos a la regulación de la conducta y no al sentimiento que acompaña esa conducta. Por ejemplo: podemos pedirle a nuestro hijo que ordene su habitación y lograr que lo haga, pero lo que no podemos impedir es que se enoje y se sienta molesto.
¡No sé cómo poner límites!
A veces pasa que no sabemos cómo es poner límites. Y los motivos pueden ser diversos: inseguridad, querer ser aceptados por los hijos, sentir que con los límites los alejamos, compensar las ausencias permitiéndoles todo, poca energía producto del estrés diario que nos hace ceder ante pedidos, las contradicciones constantes entre progenitores, poca paciencia, recurrimos a los gritos y al castigo; entre otros.
Hay diversas maneras de hacerlo, cada familia establece sus propias reglas de juego. El que se da con más frecuencia es el "límite como obstáculo", aquel que usa un reto o una palabra que impide que el niño "vaya más allá": "no digas eso", "así no se hace", "eso no se toca", "portate bien", etc. Este tipo de límites puede volverse ineficaz por ser muchas veces arbitrario y estereotipado.
Para que un límite sea bueno y este bien dado, debe ser firme, coherente con la situación y, sobre todo, mantenerse en el tiempo. Pero, como comenta María Agustina Simone, en la actualidad la dinámica familiar ha cambiado: “los padres trabajan mucho y los chicos suelen quedar al cuidado de familiares o niñeras. En otros casos, tienen actividades diversas como deportes, idiomas, arte y demás; entonces a veces hay poco contacto entre padres e hijos y esto hace que cueste poner límites en la crianza, y con más razón si los hijos quedan a cargo de otras personas. Para garantizar que las pautas de convivencia se den en el hogar, incluso en las ausencias de los padres, es importante que quien quede a cargo de los chicos le dé continuidad a la dinámica establecida por los progenitores; no importa que papá y mamá trabajen todo el día, no es un determinante para no establecer límites. Siempre se deben compartir esos criterios y sostenerlos”, agrega.
Cuando al momento de colocar límites, éstos no se mantienen en el tiempo, y se desdibujan ante el primer pedido, berrinche o llanto del niño, lo que sucede es que el niño se confunde y no sabe cómo actuar, porque no sabe exactamente qué es lo que se espera de él. “No sabe hasta dónde puede y hasta donde no”, agrega Ximena Olivares.
Puntos a favor
A la hora de poner límites es muy importante que los padres “tengan un consenso mutuo acerca de lo que sí se puede y de lo que no, o acerca de en qué situaciones ser más o menos permisivos”, dice la psicóloga infantil. Este consenso además de estar establecido entre ellos, debe ser conocido por el niño: el pequeño debe saber, que si es “no” o “sí” de una parte, también lo será por la otra. Esto hace que el niño tenga una representación ordenada de cuáles son las pautas en el núcleo familiar.
Una reflexión interesante de Simone es decir “más es menos”. O sea, “si le das desmedidamente, le permitís cosas… el chico o chica va a estar habilitado a todo. Si en la casa es todo posible, entonces en todos lados es posible”.
Los chicos necesitan que sus padres sean constantes en todo aquello que se les enseña, pero esto debe ir acompañado por una explicación para que el niño entienda por qué se le ha impuesto un límite. Y tener en cuenta que el sentirse amados tiene que ver también con el elogio y reconocimiento.