“El 9 de julio es el símbolo de una serie de acontecimientos que se suceden antes y después. Pero además esa decisión es de enorme coraje... Acá se forma una comunidad de hombres libres, ése es el significado de la Independencia”, empieza contundente Roberto Cortés Conde, presidente de la Academia Nacional de la Historia, tras repasar los hechos previos a 1816.
-¿Cómo era la economía de este ex flamante Virreinato del Río de la Plata?
-El cambio que se da en el Río de la Plata es un cambio político de enorme importancia, cambia la legitimidad del sistema político: ya no es la monarquía por derecho divino; el pueblo es el soberano.
Y eso tuvo un costo muy grande... cuando uno dice los años de anarquía y discusiones es porque la sociedad colonial había tenido 300 años y esto venía a provocar un terremoto. Y si no se ve allí, no se entiende la historia argentina.
El otro es el tema económico... Si uno mira el mapa de la Argentina hoy, es un país Atlántico. La Argentina del siglo XVII y de principio del siglo XIX era un país que miraba al norte, donde era importante Salta, Tucumán y Córdoba, que estaban vinculados a esta enorme fuente de riquezas que creó esa ciudad impresionante que fue Potosí.
La colonización española no fue Atlántica. Buenos Aires era un puerto perdido. Era desde el Pacífico.
Cabrera llegó del Perú, no llegó de España. Y acá venían desde el Perú. Y se vivía del comercio, del agua ardiente, de las mulas que iban a Perú. Por eso, la primera universidad argentina está en Córdoba, que es el final de ese trayecto.
Esa economía cambia totalmente por distintas razones. Por un lado, con la Revolución de Mayo se separa del Alto Perú. Pero además la minería de la plata ya estaba en crisis. Desde el año ‘18, empieza a aparecer con el comercio de cueros la importancia primero de la Banda Oriental, después en Entre Ríos y en la provincia de Buenos Aires, que tiene el problema de los indios que llegaban hasta el río Salado...
Con los tremendos costos de transporte, no se podía sostener la industria local... Y una de las dictaduras de las geografías es que a diferencia de lo que pasa en Brasil, Chile, Estados Unidos, la Argentina por entonces tenía un solo puerto para ultramar, aparte de Montevideo.
Era un país que en un principio fue un embudo hacia Potosí. Y después fue un embudo para el puerto de Buenos Aires.
Eso originó el debate sobre la aduana, que vino a terminar con la Constitución del ‘53, pero sobre todo porque la provincia de Buenos Aires que no la reconoció durante 10 años, cuando en 1862 Mitre tuvo la enorme virtud -en eso hay que reconocerlo- entregó la aduana de Buenos Aires a la Nación. Con eso, el país tuvo después en la Constitución un sistema jurídico, un enorme progreso.
Toda esa pobreza se acabó cuando vinieron inversiones del exterior que se basaron básicamente en el ferrocarril que acortó las distancias y permitió que la producción de todo el territorio se pudiera llevar a los mercados internacionales.
-De acuerdo a nuestra historia reciente, usted mira el panorama económico hoy... ¿Qué nos puede decir?
-En mi opinión personal, creo que es muy triste que repitamos errores del pasado. La Argentina después del año ‘30 privilegió un proyecto económico que se llamó industrialización por sustitución de importaciones.
Eso, en un país como la Argentina, tuvo un límite. No tenía la posibilidad de tener un mercado como el de Brasil y desde los años ‘50 el país luchaba por encontrar un modelo distinto que permitiera ampliar los mercados y abrirse al mundo.
Pareciera que podría hacerse, pero al final no se hizo. Salvo en el sector agropecuario, donde hubo una revolución tecnológica que permitió la extensión de la frontera agropecuaria, todavía seguimos en una sustitución de exportaciones de muy baja productividad.
Y la forma de resolver es subsidiando, pero eso significa un costo fiscal enorme para el Estado y así empieza el proceso inflacional. La única forma es aumentando la productividad y abriéndonos al mundo.
Fuente: www.lagaceta.com.ar