¿Elogio de la locura?

¿Elogio de la locura?

"En mi país, qué tristeza... la pobreza y el rencor...".

Estos versos de Alfredo Zitarrosa constituyen una síntesis de la Argentina del siglo XXI. Después de atravesar la implosión del modelo económico menemista-radical-frepasista de la convertibilidad y la larga década del saqueo y autoritarismo del conglomerado peronista-radical-frepasista-comunista conocido como kirchnerismo, la sociedad está partida por una grieta política, pequeña pero tóxica, que distrae e invisibiliza la gigantesca grieta social que no para de crecer entre ricos y pobres, con una franja media que decrece. Decadencia antigua, acelerada en este siglo.

La coalición Cambiemos llegó al gobierno nacional en balotaje, apoyada por votantes unidos (como en mi caso), no por convicciones compartidas sino por el espanto ante la corrupción y la mezcla de fascismo-estalinismo característica del kirchnerismo.

Macri y sus aliados prometieron mucho en campaña: restaurar las instituciones republicanas avasalladas y alcanzar la utópica “pobreza cero” para que un tercio de los habitantes recuperaran su dignidad y rompieran las cadenas que los atan a redes clientelares o a ciertos sátrapas feudales que dominan varias provincias, no casualmente las más pobres. La inmediata reducción de impuestos al campo se cumplió; no así la eliminación del de Ganancias para los trabajadores y jubilados, que cada vez son más agentes los que pagan.

Pasado un año, resulta claro que vivimos otro clima político. No se persigue a opositores o a la prensa; los jueces parecen actuar sin presiones políticas; se salió del default de la deuda; se eliminó el cepo cambiario y no mucho más.

La llamada “nueva política” no se ve como un plan que responda a una concepción del país y del mundo sino, apenas, como chispazos en medio de la penumbra. Sí se percibe la permanencia de ciertas formas kirchneristas, aunque más prolijas.

Tal como practicó Néstor Kirchner, Cambiemos parece imitar lo que se denominó “transversalidad”, que no fue otra cosa que salir de compras en el supermercado político aprovechando las liquidaciones en un sistema de partidos destruido. Muchos muñequitos políticos se ofrecieron en las góndolas y fueron subidos al avasallador carrito de compras kirchnerista (nada nuevo en la política argentina desde el siglo XX). Kirchner consideraba que todo hombre tiene su precio. Así, con cargos y prebendas armó un elenco variopinto que incluyó políticos de diversas extracciones, desde el Pro (Borocotó) hasta comunistas.

Hoy vemos que la gobernadora bonaerense repite el esquema, esta vez dentro del supermercado peronista, incorporando ministros e intendentes de esa extracción (alguno ultra kirchnerista hasta ayer). También busca captar cuadros del Frente Renovador. El peronista Emilio Monzó propone al gobierno nacional ampliar Cambiemos con una “pata peronista”.

Se busca -no es novedad- desarticular a los posibles adversarios electorales importantes, manteniendo dividido al peronismo entre la jurásica dirigencia del PJ, los justicialistas que intentan cambiar al partido y el Frente Renovador. El método es el del kirchnerismo, que dividía la sociedad entre el “campo nacional y popular” (ellos) y quienes integraban la “antipatria” (me incluyo), por lo cual podían ser escrachados, perseguidos, insultados... Hoy la división, más civilizada, es entre “la nueva política”, que es “buena”, y la “vieja política”, que es “mala”; esencialmente es el mismo planteo que divide la sociedad entre réprobos y elegidos con que nos machacaron el cerebro 12 años años y medio.

Las políticas sociales de Cambiemos ampliaron planes y subsidios, pero el número de pobres e indigentes crece sostenidamente.

Difícilmente pueda encontrarse un solo caso de movilidad social ascendente en que un pobre, gracias a los planes, haya dejado de serlo y ahora integre la clase media. El objetivo “pobreza cero” es utópico pero también mentiroso, por inalcanzable. La errática política económica difícilmente pueda avanzar en aquella dirección.

El kirchnerismo abandonó rápidamente el virtuoso superávit fiscal y volvió al déficit, exacerbado por Cristina Fernández con un creciente y corrupto gasto público. Aumentó la deuda pública interna y dejó quebrado al Banco Central, sin dólares pero lleno de papelitos de colores, sumiendo al país en una extrema debilidad. Anses y Pami también fueron endeudados; hasta YPF, cuya deuda actual supera el valor de mercado de la empresa. Y el déficit se financió emitiendo billetes y con alta inflación; camino a Venezuela.

El gobierno actual eligió, para financiar el déficit, “volver a los mercados”, es decir endeudarse en dólares, aprovechando que el kirchnerismo había logrado una reducción sustancial de esa deuda, y retomando un camino ya conocido que sabemos cómo termina. Este endeudamiento no es sostenible en el tiempo y pedir prestado para pagar sueldos y planes sociales es suicida. Además, se volvió, después de décadas, al llamado “déficit cuasi fiscal”, esto es el endeudamiento del Banco Central que a través de Lebacs retira pesos circulantes para combatir la inflación. Paga altos intereses y crea una conocida bicicleta financiera. Ganan los especuladores, que venden dólares con los que compran pesos y adquieren Lebacs, cobran esos altos intereses y recompran los dólares, ganando a tasas que no existen en ningún lugar del mundo. Al 4 de diciembre la deuda por Lebacs alcanzaba la friolera de 768 mil millones de pesos, habiendo ya pagado el Banco 168 mil millones sólo en intereses. Este negocio está sobre todo en manos del sistema bancario, que se opone a que se grave la renta financiera.

La política (¿?) de Cristina Fernández de venta de dólares futuro a $ 10 en setiembre de 2015, cuando el valor de mercado era de 14 o 15 habilitó también a especuladores a firmar esos contratos en la seguridad de que el nuevo gobierno devaluaría. La pérdida para el Banco Central fue de unos 70 mil millones de pesos; la señora está procesada por aquella decisión, pero los especuladores -con dudosa ética aunque actuaron legalmente- se hicieron la América, incluyendo a varios funcionarios de muy alto nivel del gobierno de Cambiemos.

Y hablando de ética (palabra inexistente en el diccionario kirchnerista), resulta muy grave que el presidente, por decreto simple, pretenda modificar la ley de blanqueo de capitales, incluyendo a los familiares de los funcionarios (y los propios) de su gobierno. Un decreto puede reglamentar/interpretar una ley pero nunca cambiarle la letra, porque viola la división de poderes, es decir, la Constitución. Es, también, una falla ética de quienes se consideran los inmaculados de la “nueva política”.

Todo el accionar del Gobierno pareciera encaminado a ganar tiempo a la espera de que mágicamente se reactive la economía, aumente la recaudación, lleguen las inversiones y se ingrese a un círculo virtuoso. Pese a los discursos de campaña, es evidente que Macri carece absolutamente de un plan general de gobierno y ni siquiera tiene un plan económico, ni para la coyuntura ni para el mediano plazo. Se mueve, igual que lo hizo el kirchnerismo, con el corto y cortísimo plazo. Pasamos así del relato del “crecimiento con inclusión social” que dejó un tercio de la población en la pobreza, al relato de “pobreza cero” que, hasta ahora, ha aumentado.

Recientemente ha adoptado otras formas kirchneristas: la soberbia, y el insulto a la oposición si no lo acompaña; el resultado puede ser mantener la grieta que nos divide con rencor y la tristeza de la pobreza.

Decía Albert Einstein que la locura es hacer lo mismo pensando que se obtendrán resultados diferentes. Por eso nos preguntamos si en nombre de la “nueva política” lo que hace el gobierno es kirchnerismo prolijo (un oxímoron) o ¿elogian la locura?

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA