El Campeonato Argentino de Uniones siempre fue mi favorito. Desde muy chico el seleccionado de la URC me hizo sentir parte de su historia y cada vez que lo vi fue muy difícil salir del lugar de hincha.
Pero el torneo Argentino en particular me atrapó por permitirme ver a los jugadores de Los Pumas en vivo y en directo en una época donde ellos no jugaban en las provincias, con el condimento de poder medirlos frente a jugadores mendocinos que yo veía todas las semanas. El resultado por ese entonces era que no había demasiada diferencia.
Pasaron los años y el éxodo de Pumas a Europa con el profesionalismo no mermó la intensidad del torneo. Ya como periodista cubrí todos entre el ’98 y el ’08, siendo el único que estuvo presente cuando Mendoza consiguió el título de 2004 en Córdoba.
Pero también hubo grandes partidos. Aquella increíble derrota ante Buenos Aires con try en el último minuto de juego de Senillosa de toda la cancha en El Bermejo que derivó en la suspensión de 2004, o la revancha del año siguiente haciendo de local en San Juan con una victoria mendocina que tuvo de todo, incluso la expulsión de Federico Méndez y un penal que nunca pasó entre los postes.
El Argentino es un gran torneo donde Buenos Aires siempre es el candidato y ese cartel le molesta, lo incomoda porque no lo siente. Mientras que el resto lo espera con los cubiertos en las manos. Es una lucha de clases donde sólo por 80 minutos las reglas son las mismas para ambos.
Ojalá nunca se extinga. Por sus páginas de historia ya escritas y por las que vendrán.