Nacer, morir. ¿Y en el medio qué? Trabajar hasta jubilarse, animarse al arte y a las ideas elevadas, pelearse y consensuar todo el tiempo con las personas que tenemos cerca, como la familia (una madre con ataques de pánico, qué drama), contradicciones ideológicas (¿hago lo que pienso? ¿pienso lo que hago?) y ver una y otra vez nacer y morir a la vida que se infla y se extingue alrededor de nosotros.
Puede pasar también que los engranajes del universo se acomoden de tal manera que, en un momento específico, una vida monótona pero ordenada dé un giro repentino, y que sea malo, y que parezca ser el final de todo: un matrimonio que se quiebra, la muerte de un ser querido, ser desplazado en un trabajo...
En una situación así vemos a Nathalie (Isabelle Huppert), la protagonista de “El porvenir” (“L’avenir”, 2016), de la cineasta francesa Mia Hansen-Løve.
Y, después de ese punto, ¿qué sigue? Nathalie se busca a sí misma, en un devenir que deja afuera las expectativas de cualquier mirada convencional (ella no cae ni en un abismo más profundo ni se reinventa felizmente).
No, el porvenir (o la vida misma, porque “La memoria erige el tiempo”, pensaría Borges) no está lleno de aventuras, ni abundan tampoco esas magias de cortesía a las que nos tiene acostumbrado un tipo de cine. La vida es otra...
Ella, una profesora de filosofía en apariencia fría y hasta calculadora, transita ahora sola su mundo. Quiere saber hacia dónde ir, intentando resguardarse en todo su boato intelectual: “Soy intelectualmente satisfecha. Mi vida no terminó”, le aclara a un ex-alumno, amigo y anarquista de falansterio (Roman Kolinka ). “Soy libre”, confirmará más adelante, mientras saca conclusión de las últimas cosas que le pasaron.
Pero cuando la deja su esposo (André Marcon), que es también un catedrático en filosofía, la biblioteca que ambos compartían queda con la mitad de los anaqueles vacíos. Imagen tremenda: falta algo ahí. Y, sin embargo, hay un libro que es de su ex y que ella todavía no encuentra (lo buscará por un buen tiempo hasta dar con él): “El mundo como voluntad y representación” de Arthur Schopenhauer, condenado -y reducido- a ser el eterno “filósofo del pesimismo”.
Huppert aquí es una mujer que, pese a ir en sintonía con algunos de sus papeles más celebrados (“burguesía y tormento”, resumamos), deja de lado la frialdad de la que usualmente se la acusa. Pero tampoco tanto: es ella misma solo cuando está sola. En su cama, en el transporte público o con su gato, llora.
El filme comienza con una visita familiar a una tumba (la de Chateaubriand) y hacia el final oímos el arrullo a un recién nacido. El porvenir, como lo que hay antes y después de estos dos extremos, quizás tampoco tenga respuesta.
Ficha
"El porvenir" ("L'Avenir", Francia-Alemania, 2016). 102 minutos. Apta para mayores de 13 años. Dirección de Mia Hansen-Løve. Actúan Isabelle Huppert, André Marcon, Roman Kolinka y Edith Scob.
Se proyecta hoy a las 18 y a las 22. Repite mañana, martes y miércoles a las 20.
En la Sala Verde de la Nave Universitaria (España y Maza).
Calificación: muy buena