¿El paso a Chile? Blah, blah, blah

¿El paso a Chile? Blah, blah, blah

Por Néstor Sampirisi - nsampirisi@losandes.com.ar

Conmueven los testimonios que por distintos medios de comunicación, o por las redes sociales, dieron algunos de los 3.500 mendocinos y turistas que quedaron varados en la montaña por los aludes que se registraron el pasado sábado 23. Casi invariablemente transmitían desesperación, bronca y miedo. Describían, por caso, riesgosas escenas de rescate en medio de la oscuridad de la noche y dejaban en claro la falta de servicios y de recursos que existe en el pomposamente denominado "corredor internacional" de la Ruta Nacional N° 7.

Indignaba, en cambio, cuando el relato de los mismos viajeros se refería a la actitud de "comerciantes" de las localidades de alta montaña que les cobraron 500 pesos por una docena de empanadas, 300 por una pizza, o 50 por calentarles y proveerles agua para el termo. Similares sumas les pedían para venderles facturas (200 pesos) o agua mineral (100). Tal fue el abuso que la Dirección de Defensa del Consumidor envió inspectores a Uspallata, Puente del Inca, Penitentes y Las Cuevas y aplicó una veintena de multas.

Fueron las escenas que dejó el recambio turístico de los primeros veinte días de la temporada verano 2016 en la costa del Pacífico. Una muestra más de que nadie se ocupa seriamente de un paso por el que ha circulado un promedio diario de 10 mil personas en lo que va del año. Cuando digo nadie me refiero fundamentalmente a ambos gobiernos nacionales. Algo paradójico pero que también explica por qué el paso Cristo Redentor es la principal y casi exclusiva vía de conexión entre dos países que comparten 5.308 km de frontera, la tercera más extensa entre naciones del mundo.

Hasta diez horas de cola para hacer el trámite de Aduanas, Migraciones y sanidad para salir de vacaciones no es un buen inicio de veraneo. Quedar abandonado casi a su destino ante una inclemencia climática o un incidente vial no es lo que se dice una buena experiencia de viaje. Continuos fracasos o postergaciones de obras de infraestructura. Años de espera para concretar algún avance en pasos alternativos. Egoísmos chauvinistas en ambos lados de la cordillera y puertas adentro de Mendoza. Ése ha sido el panorama hasta ahora.

Ni siquiera se diagraman operativos especiales de seguridad para las épocas de mayor actividad. Algo del estilo de lo que en la costa atlántica se hace cada año para esta época. La provincia de Buenos Aires asignó en esta temporada 12 mil efectivos y 500 patrulleros al control de rutas, calles, playas y ciudades. Puedo dar fe de que se notaba. Acá, en cambio, no se realiza algo similar, proporcionalmente adaptado y con las características específicas que requiere la montaña mendocina.

Entonces, vuelven las preguntas de siempre. ¿Qué pasó con el faraónico tren Trasandino? ¿Y con los casi 30 km. que faltan para terminar de asfaltar el lado argentino del Pehuenche? ¿Y con los cobertizos u obras para mitigar avalanchas o desprendimientos de roca? ¿Y con el complejo aduanero binacional? ¿Y con cada una de las reuniones y viajes de funcionarios que prometían agilizar la integración? Ni siquiera los avances de la tecnología, que han cambiado para bien casi todas las actividades cotidianas, ayudaron a que algo mejorara. Siempre aparece un problema, una traba, una diferencia de criterio, un interés sectorial que todo lo paraliza, que mantiene un status quo que no se sabe bien a quién le conviene.

Podrá decirse que se han hecho obras. Podrá aseverarse que existen medidas que permiten una transitabilidad relativamente segura del corredor. Mostrarán que cada vez se asigna más personal a los centros fronterizos. Jurarán que se hacen todos los esfuerzos diplomáticos para acordar una agenda de conveniencia mutua. Los últimos sucesos nos harán coincidir en que nada implicó un cambio sustancial.

El papelón final para esta saga fue proponer al sureño paso El Pehuenche como la vía alternativa ante el cierre de más de dos días del Cristo Redentor. Allí se realiza una prueba piloto de integración aduanera en un complejo ubicado 20 km dentro del territorio chileno (que para más datos tiene toda la ruta asfaltada) que colapsó ante la inusual cantidad de vehículos que hizo caso a la recomendación oficial. Colas de más de 8 horas, poco personal para atender los trámites, desorden y, del lado argentino, hasta falta de señalización para evitar equivocar el camino.

Sirve señalar que hace cerca de un año resta asfaltar exactamente 28 km para llegar al límite con Chile, que el flujo de recursos económicos y materiales es mínimo y que hay un sostenido lobby político y empresarial que alienta la construcción de otro paso en el sur provincial (Las Leñas, en San Rafael) que, de algún modo, interfiere e impide que se priorice y complete la obra en la traza definida para el ubicado en Malargüe. De hacerse permitiría unir las rutas Provincial N° 145 (donde está El Pehuenche) con las nacionales N°40 y 188 y abrir otro corredor directo hacia el puerto de Buenos Aires.

Se trata de una decisión estratégica para nuestra provincia ya que posibilitaría un desarrollo más equilibrado y armónico de sus regiones y, tal vez, evitaría que el Gran Mendoza se transforme con los años en una megalópolis con las problemáticas ambientales, sociales y de seguridad de tantas esparcidas por América Latina.

¿Y los mendocinos que han sido embajadores en Chile? Habría que suponer que no se trata sólo de una tradición o de una salida laboral para destacados políticos locales por el histórico vínculo y la cercanía con Santiago y Valparaíso, sedes del poder en ese país. En breve, el ex gobernador José Octavio Bordón asumirá ese cargo. ¿Qué hará con este tema? ¿De qué estaremos hablando el próximo verano? Hagan sus apuestas.

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