¿El mercado del arte, socio involuntario del crimen?

Después de megailícitos a través de la comercialización de cuadros y objetos de arte para lavar dinero, los requisitos se han endurecido en el mercado. Debe determinarse de dónde sale la plata y a dónde va.

¿El mercado del arte, socio involuntario del crimen?

Cuando vendés tu casa se registran los detalles de la venta en la documentación, incluido el nombre, y en una búsqueda por título aparecen enlistados los dueños anteriores de la propiedad.

Sin embargo, cuando alguien vende una obra de arte en una subasta -aun algo que vale 100 millones de dólares, muchísimo más que una casa-, es típico que se oculte la identidad.

O la documentación podría identificar a la obra como proveniente “de una colección europea”. Sin embargo, por lo general, el comprador no tiene ni idea de con quién está tratando realmente. A veces, sorprendentemente, es posible que ni siquiera la casa subastadora conozca al vendedor.

La confidencialidad ha sido de tiempo atrás central en el mundo del arte. El anonimato protege la privacidad, le añade misterio y le quita la mancha de ser comercio de mal gusto a tales transacciones.

Sin embargo, algunos expertos dicen ahora que este tipo de discreción -una fundada en una época más simple, cuando solo unos cuantos coleccionistas acaudalados participaban en el mercado de cuadros y esculturas-, no solo es peculiar, sino también imprudente cuando se comercia con el arte como si fuera una mercancía y se sospecha cada vez más que esté sirviendo para lavar dinero.

“El mercado del arte es el sitio ideal para el lavado de dinero”, dijo Thomas Christ, un miembro del consejo de administración del Instituto Basel sobre Gobernanza, una organización suiza, sin fines de lucro, que ha estudiado el tema. “Tenemos que pedir una transparencia clara, de dónde salió el dinero y a dónde va”.

Defenderse del delito

El debate sobre el anonimato en el mundo del arte se ha intensificado en el último año, alimentado, en parte, por la revelación de los llamados Documentos de Panamá, en los que se detalla el uso de velos corporativos para ocultar la propiedad, evadir impuestos y permitir el delito, dicen sus autores.

Ahora, diversos organismos de expertos, como el Instituto Basel, están proponiendo públicamente formas para que los comerciantes y las casas subastadoras puedan contener la confidencialidad y combatir el lavado de dinero.

En un cambio significativo, Christie's dijo la semana pasada que ha reforzado su política en los últimos meses y ahora requiere que los agentes que buscan vender una obra por medio de una subastadora, proporcionen el nombre del dueño al que representan.

“Cuando hay inquietudes, Christie’s declina la transacción”, dijo la compañía en una declaración.

Los intereses han aumentado junto con el valor al alza del arte, con ventas por un valor aproximado de 63.800 millones de dólares en 2015.

En un caso actual de lavado de dinero, las autoridades estadounidenses han acusado en una demanda civil a funcionarios malayos, y sus asociados, de convertir miles de millones de dólares en fondos públicos malversados en inversiones en bienes raíces y arte.

Se adquirieron obras maestras de Basquiat, Rothko, Van Gogh y otros, muchas en Christie's, según una demanda presentada ante los fiscales federales.

Posteriormente, una compañía en la Islas Caimán, propiedad de uno de los acusados de lavado de dinero, sacó un préstamo por 107 millones de dólares en Sotheby's en el 2014 y utilizó esas obras de arte como colateral, dicen las autoridades.

De quién son

Otra disputa reciente parece revelar que las propias casas subastadoras no siempre saben de quién son las obras de arte que están vendiendo. En este caso, un coleccionista ha acusado a Sotheby's de vender su pintura de Henri Toulouse Lautrec, con un valor de 16 millones de dólares, sin saber quién realmente era el propietario.

La obra de Toulouse Lautrec, “Au Lit: Le Baiser” (En la cama: el beso), consignada para su venta en Sotheby's, en Londres, en 2015, representa a dos mujeres abrazadas en una cama. Yves Bouvier, el comerciante suizo que llevó la obra a Sotheby's, firmó la documentación estándar para tal venta, en la que se requiere que el consignador indique si es el dueño de la pintura o está autorizado para venderla.

Después de la operación, le entregaron las ganancias.

Sin embargo, el verdadero dueño era un fideicomiso controlado por Dimitri E. Ribolovlev, un multimillonario ruso que había usado los servicios de Bouvier como asesor en arte. Ribolovlev está de acuerdo en que había autorizado la venta, pero dice que Sotheby's debió haber chequeado quién era el verdadero dueño antes de entregar el dinero.

“Es extraordinario que se haya podido vender en una subasta semejante obra, rara y de alto valor, sin que la casa subastadora conociera la identidad del verdadero dueño”, dijo en una declaración Tetiana Bersheda, una abogada de la oficina de la familia Ribolovlev.

De hecho, dijeron expertos, no es tan raro.

“¿Las casas subastadoras saben quién es el principal?”, preguntó Amelia K. Brankov, una abogada especializada en el mercado del arte.

“No creo que siempre lo hagan”.

Ribolovlev, quien él mismo ha usado empresas de pantalla en otros países para ocultar que era el propietario de las obras de arte, ahora está empeñado en una larga batalla legal en diversos juzgados, por cuestiones que incluyen el dinero de la venta en Sotheby's.

A veces hay que arriesgarse

Sotheby's declinó comentar sobre si cree que Bouvier fuera el dueño. Sin embargo, dice que lo conocía muy bien como cliente y que se había presentado ante ella como alguien que tenía el derecho legal de vender la propiedad.

En cuanto a su política de enterarse de la identidad del dueño verdadero, Sotheby's admitió que asume un enfoque basado en el riesgo: a veces demanda la revelación de la información, dependiendo de los hechos específicos y de las circunstancias de cada situación.

Las casas de subastas viven de las tarifas que ganan al arreglar las ventas, así es que tiene sentido que valoren tanto como confían en sus clientes que les llevan muchos negocios, como Bouvier, quien aportaba cientos de millones de dólares de arte en las comercializaciones.

Otros clientes valiosos para las subastadoras y los comerciantes eran los hombres de negocios malasios, quienes, a partir del 2013, compraron más de 200 millones de dólares en obras de arte, por lo general, mediante la corporación Tanore Finance, que incluyen ocho obras en Christie's.

El gobierno estadounidense sostiene en una demanda civil que ese lote se adquirió con dinero malversado de cuentas del gobierno malasio y que el beneficiario final era Jho Low, un hombre de negocios. No se le han levantado cargos a Low, quien ha negado cualquier delito.

Christie's y Sotheby's han sostenido que cada una ha tenido, de tiempo atrás, programas rigurosos para frenar el lavado de dinero, por lo que, en tanto no se había hecho pública la investigación, no había ninguna razón para sospechar que algo anduviera mal con Low.

Valores intangibles

Las obras de arte son vehículos particularmente apropiados para quienes lavan dinero, dijeron los expertos, porque se transfieren con facilidad y se almacenan con discreción, quizá en un sótano o en un paraíso fiscal en ultramar. A diferencia del mercado inmobiliario, en el que las escaladas relámpago en los precios son raras, a los valores en el arte los pueden levantar intangibles, como las modas y los gustos personales.

Además de la cuestión del lavado de dinero, algunos expertos dicen que el anonimato de los compradores y vendedores obstaculiza su capacidad para rastrear la propiedad, un elemento clave para establecer la autenticidad de una obra.

Sin duda que el anonimato fue un factor para el éxito de la estafa que derribó a la galería Knoedler en Nueva York después de 165 años en el negocio.

Unos coleccionistas entregaron alrededor de 80 millones de dólares para adquirir “obras maestras” desconocidas, pero falsas, que puso en el mercado una comerciante en arte de Long Island, junto con su novio. Dijeron que toda la obra provenía de un coleccionista misterioso que llegó a conocerse como el Señor X. De hecho, las estaba creando un falsificador en su garaje en Queens.

Jeanne Greenberg Rohatyn, una galerista neoyorquina y asesora en arte, dijo que hay situaciones, como cuando un académico está reuniendo un inventario de la obra de un artista, en las que los coleccionistas sí reconocen ser los dueños. "Nosotros trabajamos con el coleccionista", señaló, “ ‘¿Le gustaría cooperar?’. Si dicen que no, respetamos eso”.

Reducir el anonimato

Los reguladores en otros sectores financieros han estado trabajando para eliminar los velos.

En las finanzas, funcionarios del Tesoro empezaron el año pasado a pedirles a los bancos que identificaran a los clientes que abren cuentas a nombre de empresas pantalla. En los bienes raíces, introdujeron un programa piloto por el cual se requiere la total identificación de las personas que compran propiedades caras en Nueva York y Miami con dinero en efectivo y por medio de compañías pantalla.

Sin embargo, los esfuerzos por reducir el anonimato en las ventas de arte no han llegado a ninguna parte. En el 2012, un tribunal de apelaciones de Nueva York falló que las casas de subastas sí tenían que permitir que los compradores conocieran la identidad de los vendedores.

Sin embargo, se anuló el fallo en la apelación. Las subastadoras y algunos expertos dicen que el lavado de dinero es raro y que se ha exagerado la amenaza. A veces, dijeron, los nombres de dueños anteriores se publican en los catálogos de la subasta e, incluso, en situaciones en las que los dueños venden por medio de un agente, las casas a menudo conocen la identidad debido a su amplio conocimiento del mercado.

Muchos en el mundo del arte creen que eliminar el anonimato dañaría al mercado e invadiría la privacidad.

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