En su juventud fue militante convencido de la Acción Católica, pero hoy -más escéptico y a los 73 años- a lo sumo se anima a decir que “creo que existe un Dios”.
Con el tiempo dejó atrás el lenguaje tajante y absoluto y abrazó un discurso más conciliador y relativo. Fue asesor del bloque peronista de Diputados y pudo haber llegado a ser legislador, pero prefirió la carrera judicial como fiscal de Cámara, que lo llevaría luego a la Corte postulado por el peronista Arturo Lafalla cuando era gobernador.
Rechaza la idea de los magistrados sobre pedestales y se define como un ciudadano común y un 'pecador' que hace lo que puede en todos los órdenes, con el afán de mejorar.
Dice -orgulloso- que 'a veces lo logro', aunque admite que todavía no puede dejar el cigarrillo, contra el que viene luchando sin éxito.
Sensibilizado, cuenta que todavía le duele la estafa (económica y personal) de un socio 'amigo' con el que montó un café en Espejo y 9 de Julio antes de iniciar su carrera judicial.
Y reconoce que la mayor afectación viene del reciente juicio político que se intentó sustanciar en su contra porque 'puso en duda mi honestidad'. En su defensa asegura que él siempre juzgó 'hechos y no nombres'.
Este juez que el miércoles pasado llegó a Tribunales con la decisión de presentar su renuncia -tras 17 años en la Corte- se cansó de las presiones de su función y -luego de meses de evaluar a qué se dedicará cuando esté fuera del Poder Judicial una vez terminados los trámites jubilatorios- envió a la Gobernación una dimisión que no reparó en las formalidades de un diálogo previo con el Gobernador.“Pido disculpas si corresponde, pero la verdad es que ni se me ocurrió”, confiesa.
Tantas fueron las ganas de salir de un ámbito de presiones de todo tipo que definió su próxima actividad muy lejos de la administración de justicia:
“Me voy a dedicar a la historia del arte”, dice… “siempre y cuando allí no aparezcan presiones”, agrega con una chanza muy ilustrativa. “Estar en la Suprema Corte ha sido la experiencia más importante que he tenido en mi vida. Pero el clima de tensión que se vive allí es muy grande”, agrega.
-¿Qué tipo de tensión?
-Presiones, por todo. Por la responsabilidad, por los pedidos externos. Te piden y te piden permanentemente.
-¿Y quiénes son los más pedigüeños?
-Abogados que piden indirectamente a nombre de sus representados.
-¿Temas económicos, políticos?
-De todo tipo, de todo tipo.
-¿Hay llamaditas desde el Ejecutivo?
-La verdad es que bastante bien (se comporta el Ejecutivo) en comparación con lo que pasa en otras provincias. Yo diría que muy bien.
-¿Y desde el poder económico?
-Todos entran nerviosos. Más de una persona que entra allí siente que el aire se corta con un cuchillo.
-¿Existen sectores que presionan más que el propio Ejecutivo?
-En realidad, la presión diaria se da por la cantidad inmensa de causas que hay en la Corte y la preocupación de los abogados que llevan esos casos. Esto hace que ese pasillo esté hirviendo.
-¿Y hasta dónde estas presiones consiguen fallos favorables?
-No, no consiguen sus propósitos. Porque uno hace abstracción de los nombres en cada caso. Lo normal es que sólo haya tiempo para estudiar los hechos con el relator para el proyecto de sentencia. No para fijarse quién es el abogado ni a quién representa o el nombre de las personas que están en el juicio. Nuestra tarea es la de sacar y sacar sentencias independientemente de los nombres involucrados.
-¿Y nunca se ha fijado en los nombres?
-Desde un primer momento le he pedido a los relatores que no me digan, porque no me interesa, quiénes son los nombres involucrados. No quiero nombres. Yo debo juzgar hechos y no nombres.
-¿Este mismo proceder lo ha notado en el resto de la Corte?
-La verdad es que no lo sé. Nunca lo he preguntado. Cada miembro de la Corte se mueve con independencia del resto y luego las sentencias se firman por tres.
-¿Hay un ala radical y otra peronista en la Corte?
-Hay peronistas y hay radicales y también gente que no se sabe qué es, como en la sociedad. Pero cuando se firma una sentencia no hay un bloque peronista ni otro radical.
-¿Qué grado de imparcialidad tienen los fallos de la Corte?
-Creo que Mendoza anda muy bien en el funcionamiento de su Justicia.
-¿Y la Corte nacional?
-Nosotros somos la penúltima parada y la Corte Suprema la última. Por eso resuelve casos de muchísima trascendencia. El actual tribunal nacional está integrado por gente de muy buena trayectoria y alto nivel. Yo estoy orgulloso de su jerarquía. Aunque los argentinos seamos llorosos y quejosos, tenemos una Corte de primera.
-¿Debe haber autarquía judicial en Mendoza?
-El punto central de la autarquía es la existencia de fondos suficientes para sustentarla. Si no, se termina perdiendo la autonomía relativa que se tiene hoy, en aras de un proyecto grande que no puede cuajar. Si hay autarquía debe haberla en serio y yo hace tiempo que en Mendoza noto que sobre este tema no se está hablando.
-¿Por qué no habló con el Gobernador antes de renunciar?
-Lo noté cuando lo leí en el diario. Le pido disculpas si debí haberlo hecho. La verdad es que ni se me ocurrió. No tengo mucha explicación. Lo resolví la noche anterior, me levanté ese día, llegué a Tribunales y mandé la renuncia. Fue una decisión que venía meditando hace mucho tiempo, hasta que llegó el día de la resolución.
-¿Influyó el intento de juicio político en su contra?
-Si ha influido ha sido a nivel inconsciente. Puede ser. El juicio político a mí me ha dolido muchísimo. Es que yo me jacto de ser honesto a carta cabal. Y esto puso en duda mi honestidad por un supuesto favoritismo. Eso me dolió mucho. Pasar esos tres meses fue durísimo. Muy duro. Soñaba con el tema. Por suerte ya está, y vamos para adelante.
-¿Cree que se hizo justicia?
-Finalmente, sí.
-¿Cómo debería ser su sucesor?
-Mire, yo tengo una imagen de cómo debe ser el juez en general y más el de la Corte. En primer lugar, debe ser honesto. En segundo lugar, capaz al menos en un área del derecho. Y en tercer lugar, ser trabajador, porque en la Corte está en cada miembro el nivel de dedicación que le da a su tarea. Pienso, imagino y deseo que quien ocupe el lugar en la Corte sea más honesto, especialista y dedicado que yo.
-¿Deberá ser una mujer, un civilista?
-Vendría bien una mujer porque hoy no hay ninguna. También hay que pensar en esto del civilista, porque ahora estamos muy justos.
-¿Es un buen número el de siete para la Suprema Corte?
-Creo que sí, apelando a relatores que preparen los proyectos (de sentencia).
-¿Hace falta un tribunal de casación penal en Mendoza?
-Aliviaría a la Corte y vendría muy bien como parte de la reforma judicial.
-¿Cree que la Justicia vive alejada de la gente común?
-Algunos nos ven en un pedestal, pero yo hago las compras en el supermercado como cualquier vecino y mantengo contacto con la gente. Eso que dicen que los jueces están alejados de la realidad le puede pasar a alguno que tenga algún problemita, pero en general creo que mantienen contacto con la gente.
-¿Cómo es la convivencia con judiciales que rechazan la brecha salarial en Tribunales?
-A nosotros nos llegan los reclamos y se trata de conversar y buscar arribar a alguna solución. En el caso nuestro, el tema salarial lo maneja el Poder Ejecutivo. La Corte no maneja el tema salarial de los judiciales.
-¿Qué le parece el enganche de los magistrados con la Corte nacional?
-Es una forma buena de ir actualizando salarios, aunque existen otras formas. A mí me parece bien el sistema.
-¿Aunque el pago responda a la realidad de Mendoza y el aumento a la de la Nación?
-Sí, eso es verdad. Falta el detalle de fijar el valor de la vida en Mendoza y no sólo el de Buenos Aires. Eso no está contemplado.
-¿Cómo han sido las relaciones con el Ejecutivo?
-Hemos andado muy bien con (Arturo) Lafalla, y con el actual gobernador el vínculo es normal a bueno, sin llegar a ser muy bueno. En general, mano a mano hay buena relación, más allá de que de vez en cuando aparezcan picoteos por los diarios.
Sobre la inseguridad
“La seguridad está mal, pero no está como en otros lugares del mundo. La violencia ha aumentado y se viene empleando de una manera sistemática. No estamos bien, pero en este tema no está bien todo el mundo. No hay que olvidar que el tema de la inseguridad se toma como caballito de batalla para intentar instaurar el autoritarismo. Hay que buscar el origen y allí está el estado social y la economía, la educación y la familia. Cuando yo era joven en la cárcel los presos eran todos gente grande. Hoy todos son jóvenes. Yo no sabría qué hacer como jefe de Policía”.