"Dunkerque": ¿proeza bélica y peligrosa?

La última película de Nolan quiso saltar los clichés del género, y aunque el impulso es magistral desde lo técnico, no lo termina de lograr.

"Dunkerque": ¿proeza bélica y peligrosa?

En "Dunkerque", pese a su elenco estelar, no hay protagonistas estrella. O sí. Curiosamente, en esta película bélica la protagonista es, justamente, la guerra. En el medio no hay amores incumplidos, ni promesas fracasadas, ni un héroe predestinado, poderoso y sanguinario; ni siquiera se despliegan amistades de trinchera... Solamente hay guerra, y en su esplendor más aberrante: es decir, cuando se pierde.

Pasó en 1940, en la bahía de Dunkerque (norte de Francia), cuando 400 mil soldados aliados quedaron acorralados entre el enemigo y el mar. Aquí se inicia la película: todos ellos están en un aprieto físico y psicológico. Si miran hacia atrás, los fusiles; si miran para adelante, las olas; y arriba, el cielo interminable, que tampoco ayuda mucho. Esperan, sí, que Hitler termine de aniquilarlos en cualquier momento. A menos que lleguen barcos británicos al rescate: algo que no pasará, como veremos; aun así, el brazo salvador vendrá de una flota convocada de barcos civiles.

En esta película, Christopher Nolan (recordemos por ejemplo: "Memento", "El origen", "Interestelar") deja de lado los intrincados quiebres espaciales, temporales y la filosofía pretenciosa, para escribir -ahora sí, con una mano mucho más humana - una verdadera proeza cinematográfica.

Nos presenta tres historias paralelas que se desarrollan en tres escenarios: el agua, la tierra y el aire. Toma, construye, desarrolla y tarde o temprano las encauza. Se sirve de un guión con diálogos mínimos y sin fisuras: el espectador sabe, desde el comienzo, que aquí lo principal es el ritmo hipertenso del relato y las imágenes cargadas de significado.

Es que sí, si de emoción se trata, este filme es sublime, en el sentido más específico: la pantalla nos dispara belleza, admiración y, a la vez, una perturbación constante, como si nunca estuviéramos del todo seguros.

A rasgos generales, Nolan confirma su estilo: híbrido entre espectacularidad y esteticismo; entre Steven Spielberg y Stanley Kubrick, digamos... Y en este sentido, sabe aprovechar fotográficamente la situación, echando mano del impactante formato de 70mm: en lugar de un circo de sangre y amputaciones (el "porno de la guerra", como lo llamó Peter Bradshaw, en su crítica para The Guardian), aquí vemos que las bombas explotan sin derroche, y el morbo brilla por su ausencia. Nos hacen vibrar las tomas aéreas, que respetan el mar, sufrimos la espera entre la espuma temblorosa por el viento, la multitud nos parece un cachetazo de nobleza y cobardía al mismo tiempo. Y el mar, por supuesto, está a la vista siempre: es una fuerza incontrolable, cautivante y traicionera, parece decirnos Nolan (y no casualmente el afiche es una alusión a la obra más famosa de Caspar David Friedrich, conocido como "el pintor de lo sublime").

Hans Zimmer, por otra parte, compuso una música espectacular y personalísima: una mezcla de corto y largo aliento, que respalda magistralmente el desarrollo de la acción. Nos da, en dosis que nunca abusan de la épica, acordes largos y flotantes (que nos sugieren sosiego), graves pulsátiles e imperceptibles como latidos, o un tic tac agitado.

Pero hay otra cara entre tanta destreza técnica: ¿Cómo es posible que una película de guerra no muestre al enemigo? Es un recurso efectivo pero de doble filo, pensamos: sentimos un escozor que recuerda a "Casa tomada" de Cortázar, una presencia inevitable y amenazante, pero también nos quita la posibilidad de dimensionar el espanto de la guerra en sí.. Es que, ¿no es acaso peligroso, en estos tiempos de confrontación, e incluso de Brexit, sacarle la cara al Otro? Nolan prefiere monologar, mostrar lo que pasa a un solo lado de la trinchera, y enfocado exclusivamente en los soldados británicos, cuando la historia fue igualmente dura con los franceses, por ejemplo. 

Es por eso que, entre tanto artificio cinematográfico, el director peca de no contextualizar, de seguir emparentando la guerra con el honor más que con lo demencial, y llega a declararnos mensajes nacionalistas, explícitos y patrioteriles.

"Dunkerque", que seguramente quedará entre las mejores películas bélicas de la historia por sus aportes estéticos y narrativos al género, no se aleja definitivamente del cliché del que evidentemente se quiso apartar: y qué efecto tendrá en muchas cabezas que este tipo de películas se sigan produciendo, es harina de otro costal.

“Dunkerque”, de Christopher Nolan. Con Fionn Whitehead,  Mark Rylance,  Kenneth Branagh,  Tom Hardy,  Cillian Murphy. Drama bélico. Estados Unidos /Reino Unido, 2017. 106’, SAM13.

En Village Cines, Cinemark, Cinemacenter y Cervantes.

Calificación: Muy buena

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