Aplaudida en el último Festival de San Sebastián, donde desató carcajadas en la sección Horizontes Latinos, la comedia “Dos disparos” del argentino Martín Rejtman arranca como si se tratara de un drama. La historia tiene como punto de partida a Mariano, un joven de 17 años que integra un grupo musical de flautas barrocas y que un día, fortuitamente, encuentra un revólver en su casa. Llevado por un impulso inexplicable, se dispara dos veces, una en la sien y otra en la boca del estómago. Sin embargo sobrevivirá y, a partir de allí, el relato se disgrega en numerosas historias entrelazadas en las que Rejtman apela a un humor sutil y despojado -y no por eso menos disparatado- para describir la relación del protagonista con su familia y otros personajes.
Protagonizada por Rafael Federman como Mariano, Susana Pampín como su madre y Benjamín Coelho como su hermano, “Dos disparos” cuenta también con las actuaciones de la joven chilena Manuela Martelli, María Inés Sancerni, Walter Jakob, Laura Paredes y Fabián Arenillas, entre otros.
Humor serio
Las distintas narraciones que Rejtman desarrolla en el film se expanden hacia rumbos insospechados, generando un humor extraño y delirante a través de situaciones y diálogos que, por su aparente seriedad y por la importancia que parecen darle sus personajes, se transforman en absurdas.
"Lo primero que apareció al escribir el guión fue la situación de un chico que encuentra un revólver, se dispara dos veces y sobrevive. Eso parte de una historia real que me contaron", recordó Rejtman, quien además de cineasta (es autor de "Rapado", 1991; "Silvia Prieto", 1998; y "Los guantes mágicos", 2003) es escritor y ha publicado libros como "Velcro y yo" (1996), "Literatura y otros cuentos" (2005) y "Tres cuentos" (2012), entre otros, además de la novela "Rapado" en la que se basa su propio film.
Sobre “Dos disparos”, el cineasta aclaró que cuando empezó a escribir la película nunca pensó en encararla como comedia, sino que iba a ser un drama hecho y derecho. “La idea era que esos dos disparos del principio quedaran como una marca en la cabeza del espectador. Pero luego ese drama se fue diluyendo y en un momento me di cuenta de que el humor me había ganado”.
Lo que logró entonces fue crear “un género dual y contradictorio”, donde las actuaciones y los diálogos tienen una forma rítmica y musical, con un tono desafectado e inexpresivo, ya que -según explicó el mismo Rejtman- “quería evitar las muecas grotescas y además creo que hay que ser serios para que aparezca el humor”.
Historias que se expanden
“En el comienzo de mi carrera tenía dos caminos. Podría haberme convertido en un director de cine contemplativo, pero creo que el humor me llevó por otro lado. Hago películas un poco raras en ese sentido y me gusta bastante ocupar ese lugar”, afirmó Rejtman, quien tardó varios años en escribir un guión que “se fue transformando mucho, primero hacia un lado y luego hacia otro”.
“Dos disparos” es una película “más expansiva y flexible, donde las historias se viralizan y los personajes conducen a otros. Mi idea era mezclar deliberadamente las edades y no concentrarme en una generación determinada”, precisó el también escritor, cuyo último libro propone “tres cuentos un tanto exagerados que, al igual que la película, están desbordados de situaciones, personajes y escenarios”.
Rejtman buscó que fuera una película “menos pura, con más digresión, con historias que abandonan a un personaje para seguir a otro. Esa acumulación de cosas y personajes provoca una especie de aceleración y absurdo, pero creo que eso tiene que ver con el recorte y la decisión de mostrar un aspecto particular de cada personaje”.
En ese sentido, sostuvo que “el humor tiene que ser sutil y que no te haga reaccionar de manera obvia, sino que funcione con un poco de retraso para permitirte descubrir luego lo absurdo de la situación o lo que se dice. Además, casi no le doy tiempo al espectador para que se ría”.
“El ritmo y la forma en que se dicen los diálogos es muy importante. Hay cosas que deben decirse rápidamente porque si no corrés el riesgo de caer en el ridículo. Me gusta el diálogo rápido, quizás haya alguna influencia de la comedia americana, pero en realidad es así porque creo que de otra forma no tendría sentido lo que dicen los personajes”, agregó.
Según Rejtman, el trabajo con los actores “es ensayar mucho los textos, aprender no sólo la letra sino también el ritmo y cierta musicalidad que necesito que esté en la película. Si no está esa música para mí la escena no funciona. Los textos son como una partitura que los actores deben interpretar”.
Con respecto a la relación entre la literatura y el cine, Rejtman sostuvo que en su caso “fueron siempre por caminos separados, aunque con muchos puntos de contacto, porque ambos están en presente, en tercera persona y son descriptivos. Mi influencia principal como escritor son los guiones de cine y una forma muy visual de la escritura”.