Si bien descreo de estadísticas, consultoras, augures, visionarios y promesas de todo tipo -de esas que nacen según sople el viento- aún sin quererlo me veo envuelta en la expectativa que traen aparejadas las elecciones y nunca falta algún interlocutor con quien coincidir.
Hasta aquí estoy más o menos ubicada, pero cuando quiero sacar alguna conclusión que me sirva a la hora de votar, reconozco que me faltan datos, o estadísticas o porcentajes de unos o de otros.
Hace rato perdí la esperanza de escuchar plataformas, planes de gobierno, estrategias para sacar a flote tantos temas que nos acorralan.
Pero, justamente, los datos que necesito, los números que deben guiarme, no los tengo y estoy desorientada:
¿Quién tocó más timbres? ¿quién visitó más villas? ¿quién habló con más vecinas? ¿quién recorrió más provincias? ¿quién chequeó cuantas personas le declararon la misma cosa a cada uno de los encuestadores para que cada partido se adjudique un recurrente reclamo?:
¡Por favor queremos un cambio!
Evidentemente nadie hizo un registro comparativo de esta evolución fundamental.
Porque por ejemplo no escuché hablar de problemas de cloacas (la verdad que es un tema desagradable), de como resolver la falta de viviendas (no sea que se sepa y cuando alguien tiene 5 hijos pida que le construyan una mansión), el aumento de la pobreza (casi nadie larga datos de los pobres holandeses condenados a vestirse de naranja, que sabemos es un color político), los problemas de corriente eléctrica (no se puede dejar sin trabajo a los expertos en conexiones truchas), o cómo resolver el tema del gas porque desbarataríamos el negocio de las garrafas, o cómo convencer a la gente de los suburbios que tener calles de tierra es como vivir en aquella tranquila época de potreros y vecinas tomando mate en la vereda acabada de regar, todo lo que el asfalto les hace perder y los llena de baches y pozos, "tan desagradables".
Para qué hablar de las empresas privadas que funcionan subsidiadas, el juego, los servicios...
Y qué puedo decir yo, sufrida jubilada, que ayudo a pagarle el foot-ball a los fanáticos.
Me imagino que nadie habla sobre la educación, no sea cosa que se descubra algún currículo incierto a la hora de adjudicar un juzgado o una fiscalía.
Yo que soy una antigüedad criada con el traqueteo de los trenes, tampoco oigo que alguien proponga recuperar los ramales perdidos, los pueblos muertos de los que huye la gente para aumentar las villas que acosan a las ciudades.
A nadie se le ha ocurrido pensar que sería más seguro viajar por rutas sin zigzagueantes y pesados camiones, verdaderos criminales con ruedas a la hora de provocar accidentes y muertos, seguro que más que los del avión de la Malasyan.
Claro, como no se mueren todos juntos, no sirve como argumento para demostrar que siempre será más seguro trasladar las mercaderías por tren.
Seguramente, si me esfuerzo un poco, puedo enumerar las verdaderas propuestas que desearía escuchar de los entusiastas candidatos.
Esos que lo único que me demuestran hasta aquí es que tienen buena puntería cuando con el índice derecho le aciertan al corazón de los disputados timbres.
“Algo ha de cambiar para que nada cambie”. Lampedusa
Parece que soy tan incrédula como él.