¿De qué hablaron Al, Ivanka y Donald?

Una reunión promovida por la hija de Trump con el fin de tratar el grave problema climático que está sufriendo el planeta genera esperanzas... y también temores.

¿De qué hablaron Al, Ivanka y Donald?

Por Thomas  L. Friedman - Servicio de noticias  The New York Times © 2016

Bien por Al Gore porque se reunió con Donald Trump el lunes. Bien por Ivanka Trump por haberlo invitado a conversar sobre el cambio climático y bien por el presidente electo Trump por aceptar el encuentro.

Pero, ay, una sola reunión no hace a una política ambiental; es oportuno ser escépticos. La prueba máxima solo se verá con los nombramientos que haga Trump para los cargos clave en ambiente y energía, así como en la dirección que él les dé; ya sea mantener el liderazgo estadounidense en la mitigación del cambio climático y la introducción de estándares para la energía limpia y la eficiencia, o abandonar ese papel, como indicó Trump, con anterioridad, que podría hacerlo, y tratar de revivir a la industria carbonífera estadounidense y desatar más perforaciones para combustibles fósiles de océano a océano radiante.

Es evidente que Ivanka influye en la forma de pensar de su padre, y el hecho de que ella se esforzara para concertar una reunión con Gore, quien ha hecho más para alertar al mundo de los peligros del cambio climático que nadie más en el planeta, y el hecho de que Gore describiera la reunión como “una búsqueda sincera de áreas de intereses en común”, ofrecen un destello de esperanza.

Cuando mi editor tuvo a Trump en The Times hace poco, me quedó claro que muy pocas personas habían pensado que ganaría las elecciones, así es que la gente que estuvo reunida a su alrededor en el último año y medio no era, exactamente, la mejor y más brillante de Estados Unidos.

Campañas extremas y arriesgadas atraen a menudo a una colección de barras de oportunistas extremos y teóricos de las conspiraciones como sacados de la Guerra de las Galaxias, y en el caso de la campaña de Trump, fue el “Good Ship Lollipop” para muchos de esos tipos.

Para un hombre que parece aprender, en su mayor parte, quienes están en su círculo de amistades, o de los noticieros de la televisión, un equipo tan desequilibrado empeoró muchos de los malos instintos de Trump. Algunos de esos personajes provenían de las industrias carbonífera y petrolera, y vieron en él su última oportunidad de acabar con la revolución de la energía renovable en un momento en el que muchos otros republicanos ya estaban avanzando.

Uno espera que Ivanka le esté diciendo a su padre que nada obligaría más a sus críticos -en Estados Unidos y otros países- a darle un segundo vistazo, que si nombra a científicos serios en los puestos ambientales claves.

Y yo sospecho que el propio Trump descubrió, durante la campaña, que fuera de las regiones de la minería del carbón en Estados Unidos, una gran mayoría de estadounidenses entienden no solo que el cambio climático generado por el hombre es real sino también que cuando los habitantes tanto de Pekín como de Nueva Delhi no puedan respirar, los sistemas de energía limpia se convertirán en la siguiente gran industria mundial. Ellos representan un enorme mercado para la exportación de manufacturas.

Sería absolutamente una locura que Estados Unidos cediera su liderazgo en este campo por querer retornar a quemar los sucios montones de carbón, cuando el viento y el sol están empezando a vencer a los combustibles fósiles en precio y sin subsidios.

No espero que Trump abandone su esfuerzo por incrementar la perforación petrolera ni que prohíba el carbón. Sin embargo, elogio a Gore por tratar de trabajar con él en este problema, porque si Trump abrazara a la ciencia del cambio climático, todo se habría terminado para quienes niegan el clima fosilizado que siguen en su propio partido (muchos legisladores republicanos se sentirían aliviados). También es probable que sea su única y mejor posibilidad en tiempos de paz de unir a los estadounidenses.

¿Una fantasía? A lo mejor. Sin embargo, vale la pena recordar cómo evolucionó el anterior gobierno republicano. El petrolero texano George W. Bush pasó de impactar al mundo al anunciar el retiro estadounidense del tratado climático de Kioto para abrazar “al viento y el sol” y llamar a los estadounidenses a “abordar el serio reto del cambio climático”, en su discurso el “Estado de la Unión” del 2007.

Bush también nombró a expertos en legislación ambiental y a abogados litigantes -como Andy Karsenr y Jim Connaughton, dos de las personas que conozco que más saben de energía y del ambiente- las instruyó para que promovieran la energía limpia por medio de legislaciones bipartidista y regulaciones que siguen siendo la base de muchas políticas de hoy.

Bush condenó el hecho de que Estados Unidos fuera “adicto al petróleo” y terminó por crear una conferencia de los “mayores emisores” que ayudó a pavimentar el camino hasta el Acuerdo de París.

En resumen, no estoy seguro de que Trump se dé cuenta de esto: que impugnar a la meteorología y solo darle rienda suelta al carbón y al petróleo sería alejarse de los dos gobiernos republicanos anteriores al suyo. Fue George H.W. Bush, en 1989, quien primero propuso usar el sistema de topes y trueques para recortar en 50 por ciento las emisiones de bióxido de sulfuro en las plantas de electricidad generada a base de carbón.

Yo detesto aquello por lo que Mitch McConnell y el movimiento del Tea Party han hecho pasar a Estados Unidos al priorizar su necesidad de hacer que nuestro presidente fallara por encima del bien del país. No he superado eso. Sin embargo, también hay que pensar en dónde estamos: lo que está en juego no podría ser más elevado. Cuando tantas fuerzas tan grandes -la tecnología, la globalización y el cambio climático- se están acelerando a la vez, los pequeños errores en la navegación pueden tener consecuencias enormes. Realmente podemos desviarnos demasiado y verdaderamente rápido.

Siempre que Trump esté abierto a aprender sobre el ambiente, debemos de impulsar a nuestros mejores y más brillantes para que pasen por las puertas de la Torre Trump para comprometerlo en forma constructiva. Entre más sean, será mejor. Yo estoy dispuesto a ser sorprendido agradablemente por cualquier giro hacia lo positivo, y a ser solidario. Sin embargo, en el momento en que Trump cierre la puerta para aprender y evolucionar, habrá que guarnecer las barricadas.

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